El nuevo estirón del Museo del Prado

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La pinacoteca culmina un año de celebraciones afrontando su reto más ambicioso: su nueva ampliación hacia el llamado Salón de Reinos, con la firma de Norman Foster

El mes pasado, el Museo del Prado abrió las puertas del Salón de Reinos para que el público interesado pudiera recorrer el edificio y conocer la serie de actuaciones que precederán al inicio del proyecto de rehabilitación y adecuación museística diseñado por Foster+Partners y Rubio Arquitectura, ganadores de un concurso convocado en 2016.

La ocasión permitió echar la vista atrás para recordar la gestación y desarrollo del concurso para la renovación del Salón de Reinos, que no estuvo exento de polémica. Hay que recordar que, tras el impasse de casi una década debido al freno que la crisis económica puso a la obsesión por contratar grandes estrellas arquitectónicas, este era el primer gran concurso convocado para un edificio público.

La situación podría haber servido para comprender el alto precio de reclamar arquitectos-estrella pero, sin embargo, el nombre de los diferentes estudios de prestigio que pasaron a la segunda fase de selección quedó empañado por el peso mediático de figuras como Rem Koolhaas, David Chipperfield y Norman Foster.

Los principales objetivos para la adecuación del Salón de Reinos se concretaron entre 2009 y 2012 en un Plan de Actuación al que se denominó «El futuro en el pasado». En él se contemplaba la creación de un espacio expositivo que permitiera ampliar el espacio de presentación de las colecciones del museo y desarrollar asimismo un programa específico de exposiciones temporales.

La presentación, con ideas aún en esbozo, no aclaró en el momento de la elección cuáles serían los puntos clave de la intervención que se desarrollaría. Podría decirse que se priorizó el efecto de unir el nombre de Foster al del Museo del Prado, que ya anteriormente había estado ligado al de Rafael Moneo.

Visión integral

En la habitual retórica aplicada por parte de los nombres famosos para engrandecer propuestas aún carentes de concreción, Foster describía la propuesta como «una visión integral hacia el futuro» que convertiría al edificio y su entorno en un foco urbano vital, lo que aportaría«claridad y coherencia» a la experiencia del visitante del museo, subrayando el papel de este como «una institución cultural contemporánea».

El proyecto se enfrenta a la rehabilitación y adecuación de una estructura construida en el siglo XVII, obra de Juan Bautista Crescenci y Alonso de Carbonel, y que a lo largo del tiempo ha sido objeto de numerosos cambios y ampliaciones. La propuesta de Foster y Rubio plantea redescubrir las tres plantas de la fachada sur para convertirlas en telón de fondo desde el que crear un nuevo espacio en el interior del edificio, mientras que los muros exteriores se abrirán para llevar luz y vistas a una plaza pública.

Como Foster relataba en una entrevista a este mismo diario tras fallarse el concurso: «Tratamos de recuperar, a fin de redescubrir los puntos originales de un edificio al que se han ido añadiendo diferentes capas a lo largo del tiempo. Pero creo que nunca hemos llevado a cabo esta tarea de una manera tan literal como aquí, buscando retornar a la raíz original del Salón y recuperar la fachada y los niveles del siglo XVII. Hacerlo nos ha ayudado a crear un diseño de espacio cívico, un lugar de encuentro y reunión para los viandantes, lo que logra hacer del edificio una entidad verdaderamente permeable. Cualquiera puede entrar en él, recorrerlo, sentarse en la terraza de la cafetería, por ejemplo, sin que sea obligatorio implicarse en la experiencia del museo. Por supuesto, puede alentarles a entrar en él, porque es un espacio acogedor, pero no es indispensable que lo hagan».

El Campus Prado

Como el Museo del Prado informaba, durante el mes de octubre se daría comienzo a toda esa serie de intervenciones previas a los trabajos de rehabilitación del edificio, el último incorporado para culminar el proyecto Campus Prado. Las más importantes serán el descubrimiento, consolidación y reintegración del estrato original de los paramentos verticales y la bóveda del Salón, lo que facilitará recuperar importantes restos de la pintura mural original de la construcción del Palacio del Buen Retiro, una tarea que se desarrollará en tres fases.

Se consolidará de esta manera la estructura de su forjado de techo, que conserva la estructura de vigas original. También se reparará y consolidará el forjado histórico de la tercera planta del edificio -singular por su antigüedad y materialidad-, algo básico para poder preservar la decoración mural del techo del Salón de Reinos.

Está también previsto recuperar -para convertirlos en áreas abiertas al público- toda una serie de espacios abovedados, originariamente concebidos como ámbitos de almacenaje y despensa, pero que conservan aspectos originales muy singulares del edificio, como paramentos y solares, y el arranque de una escalera que comunicaba el sótano con la planta baja del palacio.

Con toda seguridad, la solución que surgirá de la síntesis de la aceitada maquinaria del estudio de Foster y el conocimiento de la realidad del edificio y la ciudad que aportará Carlos Rubio terminará consolidando un proyecto de calidad arquitectónica. No obstante, la pregunta que debemos hacernos es qué puede aportar, además de la repercusión mediática, la inclusión de un star-architect en un proyecto de esta delicada complejidad.

Autor: Freddy Massad

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