Con su feminismo a la carta, edulcorante y light, Elena Poniatowska no está con Dios ni con el diablo, ni con las mujeres ni con los hombres. Pertenece a esa privilegiada estirpe de intelectuales, como diría Garro, que han jugado a todas las barajas.
Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas.
—Proverbio árabe
Marichu fue la menor de siete, creció rodeada de monjas gracias a la cercanía y las actividades que mantenía su madre con la catedral principal en la ciudad de Chihuahua, a finales de la década del cincuenta. A los dieciséis años se embarazó: “Creí que toda mi vida estaría con ellas, en ese ambiente, lo que quería era salir de allí”, me lo dijo sin complejos. Jesús, el padre de su hijo, tenía 24 años cuando se casaron a la llegada del bebé. La pareja tuvo cinco hijos más.
Cuento esta breve historia porque pensé en lo sucedido con la escritora Elena Poniatowska y las circunstancias en las que fue concebido su primer hijo, Emmanuel Haro Poniatowski, producto de un asalto sexual, lo dice ella, cometido por el escritor Juan José Arreola, cuando, encandilada por el mundo literario, fue su alumna y visitaba con regularidad los aposentos del maestro.
En video, entrevistada por El País, explica la controversia:1
Lo sucedido lo determinaría como un abuso, bueno, un abuso de un hombre —eso ya lo dije en la carta— de un adulto con una muchacha totalmente encandilada que además salía de un convento de monjas ¿no? Y que no sabía, es que, es horrible decirlo, pero no sabía ni lo que le estaba sucediendo. Yo no sabía lo que era un seductor, pero él era un seductor con todas sus alumnas [“Solo con las bonitas”, así se lo dice a El País versión electrónica2]. Me da pudor, porque no es nada al estilo de mí y mi familia. Yo sé que a mi madre la enfermaría, a mi padre también porque es algo de lo que hemos guardado totalmente silencio. Mi hijo ya tiene sesenta años, ¡te imaginas! Sesenta años de silencio.Bueno, me afectó porque yo no sabía lo que me estaba sucediendo, me la pasé un tiempo sola, bueno, me la pasé en el convento y así. Claro que lo afecta a uno, es obvio.Me quedé muy asombrada de que hayan guardado una carta. Me dio ternura la carta, el papel, la máquina, y luego que yo digo “Cuida mucho a tus hijas, no vengas”, finalmente es una carta en la que ellos se ponen la soga al cuello ¿no? Porque, finalmente ¿qué le pido yo a él? Nada. Lo que me parecería imposible es ahora yo sea la que sientan en el banquillo de los acusados cuando yo, fíjate, mi hijo tiene 63 años, nunca en mi vida he hablado de eso. Yo creo que es muy importante, esto se reveló por casualidad y nunca por un deseo, por una voluntad mía, pero sí creo que es muy importante proteger a las mujeres. Simplemente es una gran preocupación, una gran angustia por las mujeres en México, porque siempre veo que son las olvidadas, las que están en la cocina, las que sirven, las que no tienen oportunidades. Yo estoy totalmente con ellas, yo me considero feminista. Fui fundadora junto a Margarita García Flores de una revista que se llamó Fem. Soy muy solidaria de las mujeres.Me ayudó muchísimo el hecho de tener el hijo, no Arreola, Arreola era incapaz de ayudarse ni siquiera a sí mismo, si no podía atravesar la calle, pero sí podía echarte unos discursos así apantalladores que te seducían ¿no? Como un actor. Era un gran actor de sus sentimientos.
Como lo señala la misma Poniatowska, esto se reveló por casualidad, por la pregunta de uno de los reporteros de que si el personaje de El Maestro, en su más reciente obra El amante polaco, hacía alusión a Juan José Arreola. Elena se lo tomó con ligereza, respondiendo que eso ya se sabía, que para qué decirlo. Así, tanto El Maestro como Arreola violaron, oh, claro, si son lo mismo, ¿cómo podría dejarse pasar por alto? La narración lo dice: “Estoy sola. No sé lo que es el amor. Lo que me ha sucedido, el catre, la amenaza, el ataque nada tienen que ver con lo que leí en los libros y vi en la pantalla del cine Vanguardia”.3
Elenita, ¿por qué no aceptar que fuiste seducida, enamorada, ilusionada, llevada y acompañada al “catre”, como te referiste, a lo que sería tu experiencia sexual con Arreola? Un acto muy distante al de una agresión sexual.
Muchos lectores coinciden en que es una confesión innecesaria a estas alturas, pero muy pertinente en época de victimización feminista, digo yo. Tristemente, la violación se ha vuelto un ordinario testimonio que está a punto de insensibilizarnos de tanto escucharlo como un acto que le sucede a la mayoría de las mujeres, pues todos los hombres, sin excepción, llevan la inevitable pulsión del violador, como aseguran las feministas de #ElVioladorEresTu, #YoTeCreoHermana y del #MeToo. Poniatowska ha encarnado el inequívoco ejemplo de que somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres. Pero su testimonio tiene inconsistencias. Elena no era una niña, pues ya tenía la mayoría de edad requerida en México o Estados Unidos. Vaya, tampoco le fue diagnosticada una discapacidad mental que la hiciera incompetente de tomar decisiones. Una mujer de 23 años cuando parió a su primogénito.
Cómo cambian los hechos con la apertura a los Me Too, los escraches y los acosos.
Elenita, ¿por qué no aceptar que fuiste seducida, enamorada, ilusionada, llevada y acompañada al “catre”, como te referiste, a lo que sería tu experiencia sexual con Arreola? Un acto muy distante al de una agresión sexual.
Poniatowska se ufana y revela que Arreola“era incapaz de ayudarse ni siquiera a sí mismo, si no podía atravesar la calle, pero sí podía echarte unos discursos así apantalladores que te seducían ¿no? Como un actor. Era un gran actor de sus sentimientos”.
Conclusión, la condujo “al catre” con mentiras, mentirillas piadosas, seductoras y románticas. “Si quieren azul celeste que les cueste”, decía mi abuela, o como escribió Juan Villoro: “Hay mentiras necesarias, falsedades que alivian”. El amor es un campo de batalla, canta Pat Benatar.
En la entrevista para El País pasa de la edad de su hijo de los sesenta a los sesenta y tres, cuando en realidad tiene sesenta y cuatro (nació el 7 de julio de 1955). Peccata minuta para una escritora y periodista que nos tiene acostumbrados a sus simpáticos dislates e inocentes plagios, así, como no queriendo. Lo mismo le atribuye y recita a Borges4 (primera reedición del libro Todo México, Diana, 1990, de su entrevista en 1973 con el autor) dos poemas: “Instantes”, del que no es autor, además de “Remordimientos”que escribiera tras la muerte de su madre dos años después de la citada recitación. ¿Dotes de pitonisa o error de edición? Poniatowska nunca reconoció el error. Para una escritora de ficción es permisible, pero no para La noche de Tlatelolco (Era, 1971), por ejemplo, obra que pretende mostrar hechos reales sucedidos con los estudiantes desaparecidos y asesinados del 68, por lo tanto, cualquier tipo de ficción que distorsione o no dé crédito a los testigos es inadmisible. Entre las referencias de este artículo comparto una publicación para que conozcan los hechos y lo que no sabe la mayoría acerca de la obra La noche de Tlatelolco, escrita por la autora de El amante polaco. Un plagio —y un despido injustificado— que cobró una víctima, el fallecido escritor y periodista Luis González de Alba.5
Otra inconsistencia del testimonio Poniatowska es cuando dice:
Me quedé muy asombrada de que hayan guardado una carta. Me dio ternura la carta, el papel, la máquina, y luego que yo digo “Cuida mucho a tus hijas, no vengas”. Finalmente es una carta en la que ellos se ponen la soga al cuello ¿no? Porque, finalmente ¿qué le pido yo a él? Nada.
La familia no guardó las cartas, las cartas habían sido guardadas por el mismo Arreola, como un preciado tesoro de tiempos lejanos. La familia dispuso preservarlas y funcionó para hacer lo propio en defensa del padre, del abuelo, del destacado y laureado escritor que seguirá siendo Juan José Arreola. Leer el imperativo o súplica “Cuida a tus hijas, no vengas” sólo demuestra que el escritor quería ir a verla y ella lo convenció de que no lo hiciera. Quien se pone la soga al cuello es la misma Poniatowska. Siendo suspicaces, permítasenos serlo, dada la época, era preferible que Arreola dejara las cosas como estaban. Elena estaría mejor si manejaba las razones de su inesperado embarazo con discreción, pues sería mayúsculo escándalo que se conocieran los detalles de su amante casado. Así, arropada por una familia de abolengo, la vergüenza sería oculta tras un envío al extranjero donde la futura madre pudiera dar a luz en paz y lejos de las críticas.
Continúa: “Lo que me parecería imposible es que ahora yo sea la que sientan en el banquillo de los acusados cuando yo, fíjate, mi hijo tiene sesenta y tres años, nunca en mi vida he hablado de eso”.
Cuando estuve en un taller de periodismo impartido por Sanjuana Martínez en 2014 o 2015 fue la primera vez que me enteré de que Elena Poniatowska había tenido un hijo con Juan José Arreola, porque lo dijo la misma Sanjuana. ¿Quién se lo dijo? ¿Quién echa mano de la autobiografía en la ficción al crear un personaje como El Maestro si no es la misma Poniatowska y creerá que no habrá consecuencias?
Prosigue:
[…] creo que es muy importante proteger a las mujeres. Simplemente es una gran preocupación, una gran angustia por las mujeres en México, porque siempre veo que son las olvidadas, las que están en la cocina, las que sirven, las que no tienen oportunidades. Yo estoy totalmente con ellas, yo me considero feminista. Fui fundadora junto a Margarita García Flores de una revista que se llamó Fem. Soy muy solidaria de las mujeres.
Su edad ya no permite saber si lo que dice lo dice de buena fe o por astucia para salir avante de una metida de pata. Dada la época que vivimos, hoy todas se declaran feministas. Pero lo que no saben es cómo ser congruentes con sus acciones y sus palabras. Elena Poniatowska se ha dado el lujo de criticar el movimiento #MeToo tras el suicidio del integrante de Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, “#MeToo se pasó de tueste”, y creer que se le creerá. Las mujeres más jóvenes, con toda seguridad, desconocen el humillante prólogo que escribió Elena Poniatowska para El asesinato de Elena Garro (Porrúa, 2006).
Aquí algunas expresiones y comentarios de Poniatowska, la mujer que siempre se ha definido a sí misma como feminista y solidaria, en torno a la vida y persona de Elena Garro cuando prologó la obra escrita por la académica Patricia Rosas Lopátegui El asesinato de Elena Garro.6La Poni se despachó de un solo lengüetazo a dos mujeres, a Garro y a Lopátegui, a la primera por “venenosa” y a la segunda por alcahueta:
- Elena Garro impresionó a todos los que la conocieron, marcó con una huella indeleble a quienes la trataron; imposible para su hija Helena Paz vivir y “ser” sin ella. Sin embargo, con su muerte, no ha crecido su leyenda. Quien la sostiene con lealtad admirable es Patricia Rosas Lopátegui, que la envuelve en libros como caricias e insiste en que la recordemos y le rindamos tributo.
- Patricia Rosas Lopátegui, profesora de la Universidad de Nuevo México, estudia la vida y obra de Elena Garro y la encumbra. Ningún biógrafo más apasionado por su sujeto que ella. Idolatra a Elena Garro, no le cuestiona nada. Le reza, la convierte en santa.
- En los cuarenta, Elena entrevistaba a quien se le daba la gana y como se le daba la gana. Ningún jefe de redacción a quien rendirle cuentas, ninguna orden de trabajo como la recibimos todos los reporteros. […] Ninguna de las entrevistas es memorable.
- Octavio Paz admiró a su mujer (Elena Garro) que no dejaba de asombrarlo, mejor dicho, de inquietarlo y desazonarlo hasta despeñarlo al fondo del infierno.
- A Octavio Paz le hace la vida de cuadritos, teme sus escándalos, nada peor que se le aparezca y le grite en cualquier restaurante. Todavía años después de su divorcio, cuando a Octavio lo hacen miembro del Colegio Nacional, en 1967, su máximo temor es que llegue Elena a sabotear el acto. “Elena es de armas tomar, es tremenda”.
- Estigmatizada por Octavio Paz, crucificada por Octavio, obsesionada por Octavio, hablaba de él cuando Octavio ya no la mencionaba. O apenas y en función de su hija. A Gabriela Mora le dijo: “Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí a los indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él. Mira, Gabriela, en la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz”.
- Elena resultó ser un veneno muy poderoso, pero la primera que se envenenó fue ella misma.
- Elena coqueteó con casi todos los personajes sobre quienes escribió, incluso con aquellos a quienes atacó como Titino Agustín Legorreta, o Norberto Aguirre Palancares, a quien consideraba guapísimo. “Se parece a Robert Oppenheimer”, o César del Ángel, el líder coprero a quien escondió en su casa durante días, y Carlos Madrazo, que para ella fue Dios sobre la Tierra. Todos le correspondieron. Era una hechicera. Cuando no la veía, Carlos Madrazo le enviaba con su chofer estuches con brazaletes y collares a su casa de Alencastre, y ella sacaba a bailar al chofer. A Fernando Gutiérrez Barrios, Elena le escribió una carta francamente lacayuna llamándolo “D’Artagnan”, guapo, inteligente, leal, benevolente, impartidor de justicia, y se comenta que con él hizo un pacto secreto ligado al Movimiento Estudiantil.
- ¿Quién mató a Elena Garro si no la propia Elena Garro?
Con esas amigas para qué se quieren enemigas. También llamó a las mujeres juchitecas “panzonas y mensas”;7 vaya, al parecer la crítica al aspecto físico de las mujeres es su deporte favorito, recuérdese que respondió coqueta y segura de que Arreola acosaba a sus alumnas, pero sólo a las bonitas: cómplice del status quo de los estereotipos de belleza que esclavizan a las mujeres. Por fin, ¿o eres o no eres feminista, Elena? El feminismo exige sororidad, exige la exclusividad, sin críticas ni devaneos en contra del movimiento y sus protagonistas. Si alguien debe hablar no tan bien respecto de la vida y obra de una mujer, deberá hacerlo en el mejor de los tratos posibles. ¿Para qué echarse el compromiso de escribir su vida y milagros si no beneficia la imagen y reputación de una mujer históricamente oprimida? El trabajo sucio que lo haga otro —u otra— que con toda valentía se posicione lejos de los ismos y de lo políticamente correcto. No así de Elena Poniatowska, que no se cansa de decir que es feminista, solidaria y siempre feminista.
Con ese feminismo a la carta, edulcorante y light, Elena Poniatowska no está con Dios ni con el diablo, ni con las mujeres ni con los hombres. Pertenece a esa privilegiada estirpe de intelectuales, como diría Garro, que han jugado a todas las barajas.
Marichu, la mujer con la que abrí el presente artículo es hoy casi una octogenaria. Y pienso en qué sucedería si de la noche a la mañana se le metiera en el entendimiento de que su primer hijo fue producto de una violación, y que, como mujer oprimida durante centurias, había optado por el silencio, pero, ahora, “más allá del bien y del mal” ha decido hablar. ¿Cómo afectaría la vida de ese hijo a mi consorte? ®
Autor: Consuelo Sáenz
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