El irlandés e Historia de un matrimonio se fueron de vacío en una gala calamitosa para Netflix, con dos de 34 premios
Ni fue la noche de Pedro Almodóvar ni la de Antonio Banderas. Tampoco la de Martin Scorsese ni su soberbia cinta, El irlandés, aunque hubieran hecho méritos sobrados para que sonaran sus nombres. Ni siquiera la de Historia de un matrimonio, que partía como la más cargada con seis nominaciones y terminó con un solo premio.
Un año más, los Globos de Oro se decantaron por desafiar a la lógica y encumbrar a la que no encajaba en los pronósticos, 1917, de Sam Mendes, elegida mejor película del año. El director británico acabó la noche tan desconcertado como la mesa en la que estaban sentados un puñado de dioses, como los describió Brad Pitt, gente como Al Pacino, Joe Pesci, Robert De Niro y el propio Scorsese. Su esfuerzo coral, por inaudito que resulte, se fue de vacío.
Mendes no pudo hacer otra cosa más que agradecer el detalle de la Asociación Extranjera de Prensa, un empujón que sin duda le vendrá bien a su película en los cines de Estados Unidos, a punto de estrenarse. Antes, además, le habían dado el Globo de Oro como mejor director, por delante del ganador de la Palma de Oro en Cannes, Bong Joon-Ho y del mismísimo Scorsese. Otro delirio.
Almodóvar y Banderas, de vacío
El único -además de Mendes- que terminó realmente exultante fue Quentin Tarantino. Su novena película y la mejor de su carrera tuvo una noche pletórica. Erase una vez en… Hollywood, su particular interpretación de los años 60 en Hollywood con un psicópata como Charles Manson de fondo, se salió en el Beverly Hilton de Los Angeles. Se llevó tres premios, la que más, por delante de los dos de 1917 y Joker. Mejor guión, mejor película musical o comedia y mejor actor para Brad Pitt.
Su presencia sobre el escenario fue de lo más destacado de la gala en el Beverly Hilton de Los Angeles. Habló de los «huevos» que le echó el productor para sacar la película adelante y de su amistad con Leonardo DiCaprio, «una estrella y un caballero».
El resto fue previsible y tedioso. Casi nada se salió del guión. Parasite, la brillante interpretación del capitalismo de manos de Bong Joon-Ho, se llevó el Globo de Oro como mejor película extranjera por delante de Dolor y Gloria, de Pedro Almodóvar. «Una vez que superen la barrera de los subtítulos, podrán descubrir un montón de grandes películas», dijo el surcoreano. Y Antonio Banderas tampoco pudo con Joaquin Phoenix, protagonista de Joker. Ya son cero de cinco para el malagueño en esta arena.
Phoenix, que aplaudió el menú vegano que sirvieron, parece fijo también para el Oscar. Lo mismo que Reneé Zellwegger haciendo de Judy Garland en Judy. La actriz texana agradeció estar de vuelta 17 años después, cuando se llevó el premio por Cold Mountain.
Noche aciaga para Netflix
Y como el año pasado con Rami Malek haciendo de Freddy Mercury, la Asociación Extranjera de Prensa de Hollywood se decantó por otro biopic de un músico británico, esta vez Elton John. Lo de Taron Egerton con Rocketman resultó otro fenómeno inexplicable para muchos.
Awkwafina se encargó de arruinar los sueños de victoria a la hispanocubana Ana de Armas, protagonista de Puñales por la espalda. Suyo fue el premio a mejor actriz por su trabajo en The Farewell. Laura Dern, por su parte, sacó la cara por la conmovedora Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach, el segundo premio de la noche para Netflix de los 34 a los que aspiraba. El palo para el alto poder del streaming fue importante.
Eso en una noche en la que Ricky Gervais fue un paso más allá en la irreverencia de sus chistes como conductor de la ceremonia. Se despachó a gusto contra Martin Scorsese, Apple, Harvey Weinstein o el «parrús» de Judy Dench. Lo hizo con la tranquilidad de estar ante su última ocasión de presentar la gala. O eso dijo: «¿Qué más da?».
Autor: Pablo Scarpellini
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