Muere José Luis Cuerda, que no es poco

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El director de ‘Amanece que no es poco’ y ‘El bosque animado’ ha muerto en su casa de Madrid a los 72 años

El cineasta José Luis Cuerda, director, productor y guionista de cine ha muerto este martes por la mañana a los 72 años tras sufrir una embolia en el Hospital de la Princesa de Madrid, según han comunicado sus hijas, Irene y Elena Cuerda. El director de Amanece que no es poco (1989), película de culto que ha pasado a la historia del cine español, rodó su última cinta en 2018, la continuación de ésta, Tiempo después.

El realizador, guionista y productor nació en Albacete en 1947. Entre las obras destacadas de su filmografía, además de Amanece que no es poco, están El bosque animado (1987), que fue premiada con seis Goyas, entre ellos el de mejor película del año en 1998, La lengua de las mariposas, adaptación de un relato de Manuel Rivas nominada a los Goya a mejor película y dirección, La marrana (1992), o Los girasoles ciegos, cinta que optó por España a los Oscar 2009 en la candidatura de mejor película en lengua no inglesa.

Decía Cuerda de buena parte de su obra que atiende al principio hitchcockiano de que lo narrado, por un lado, debe tener gracia y, por otro, maldita la gracia que tiene. Y así repasaba sus obras, las capitales y las otras, desde su adaptación primeriza de El túnel a su renacimiento último en Tiempo después pasando por Total, El bosque animado, la trilogía amanecista, La lengua de las mariposas y su labor como productor y descubridor de Amenábar. Lo que se transparenta en todas ellas es, quién lo dudaba, una coliflor. Muy hermosa y apetecible. Sí, no pongan esa cara. «La coliflor, aquí y ahora, es fundamental. Premeditada o impremeditadamente puede incluírsela en las películas. Será lo que en ellas haya de vida», dejó escrito en su libro Memorias fritas (Pepitas de calabaza), la más fragmentaria biografía de la que ha sido capaz una vida.

De niño, Cuerda temía las setas. Una vez enfermó y, en la convalecencia, se leyó de un tirón las aventuras completas de El Coyote y terminó por memorizar las tres últimas temporadas de Arruza. Buen torero.

Recordaba que fue mal alumno, que no mal estudiante, en los escolapios, que no en los jesuitas, y de ahí empezó a macerar su aprensión no tanto por lo santo, que quizá también, como por lo eclesiástico. «El cura Sancho, por lo gordo, obsequiaba a un interno, siempre el mismo, cada tarde de domingo, durante la sesión de cine, con un plátano repelado, sustraído al postre de la comida, que le era ofrecido en la boca al púber con mucho mimo. Íbamos aprendiendo cosas», añade en Memorias fritas. «No había término medio: o los curas nos tundían a palos o nos acariciaban mimosos», añade.

Pero no todo es agrio en su memoria. Una tarde su hermano y él descubrieron qué era eso del cine cuando en su habitación, convertida en cuarto oscuro, apareció proyectada la imagen invertida de un labrador trillando.

En el bachillerato se produce el descubrimiento de la literatura en general y del existencialismo en particular. Y así hasta llegar a Madrid por la buena mano, nunca mejor dicho, de su padre. Sí, Cuerda lo dice siempre que tiene ocasión o directamente si se le pregunta: su padre era jugador profesional de póquer y conductor de Dodge Dart en una España mucho más de mus y tos seca. Y quién sabe si de aquella anomalía saldrían las demás. Y hasta una vida entera.

Por el camino, Cuerda, y pese a todo, quiso ser cura y acabó en comunista (suele pasar) tras intentar sin éxito entrar en la célebre Escuela de Cine. Quiso irse a Rusia y terminó en Televisión Española. También es más corriente de lo que cabría pensar. Y así hasta levantar él solo un universo compuesto por gentes y artefactos tan diversos como Berlanga y Rafael Azcona; El apartamento y Plácido; Fernando Fernán Gómez y Fernando Méndez-Leite; Tirso de Molina y Lope de Vega; Cervantes y Quevedo; Baroja y Galdós…

Cuerda era de La Mancha, pero hacía ribeiro en Galicia. Escribía tuits como el de la cabra y ese otro que reza: «El cine es sustancialmente un haz de luz en la oscuridad». Cuerda lloraba mucho. Y estaba convencido de vivir en la inopia o, mejor, de pasear por ahí consciente de que es el sitio en el que nos quieren poner. Y al describir en qué consiste ése su reinado, la Inopia, ahora con mayúscula, se antoja un terreno duro, pero justo. Sabedor de que vivimos tiempo atropellados, se declaraba humanista. Y cabreado.

Autor: Luis Martínez

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