Diego Rivera, Frida Kahlo y otros romances que convirtieron su amor en arte

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Cuando las almas creativas se juntan y enredan, es difícil predecir lo que puede pasar. Algunas veces, esta unión desemboca en la felicidad más brillante y otras, y tal vez con mayor frecuencia, sus genialidades arden en insanas relaciones tormentosas con el drama, los celos e infidelidades como artistas invitados. Estas son algunas de las apasionadas pero destructivas historias de amor que cambiaron el rumbo del arte.

1. Gala y Salvador Dalí

Gala tenía 10 años más que Salvador, quien por aquel entonces sumaba 25 años, y estaba casada con el artista y poeta Paul Éluard, con quien tenía una hija. Nada de esto fue un impedimento para que surgiera la chispa entre ambos, ni siquiera el enfado del padre de Dalí, que escandalizado retiró al artista la palabra y el apoyo económico cuando se casó con Gala en 1934.

Su matrimonio perduró hasta la muerte de Gala en 1982 y su amor fue colaborativo y poco convencional. Gala atribuía a Dalí la categoría de genio, mientras que él veía a ella como su fuente de inspiración, llena de energía y creatividad.

A menudo Gala ejercía de musa y modelo, pero también era quien ponía orden en el caos creativo del pintor dirigiendo los aspectos financieros, la gestión de sus exposiciones y las ventas.

Dalí reconoció abiertamente su miedo a las relaciones íntimas. Para sobrellevar este problema, la pareja tuvo un matrimonio abierto y Dalí alentaba a su esposa a experimentar fuera de su unión.

Sin embargo, con el tiempo, esta circunstancia hizo que el matrimonio se volviera tenso, por parte del pintor, por el miedo al abandono, los celos del tiempo que Gala pasaba con sus amantes y la angustia por el dinero. Aún así, la muerte de ella lo sumió en un estado de aislamiento y tristeza que duró el resto de sus días.

2. Marina Abramović y Ulay

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Abramović, la artista de las performances nacida en Yugoslavia y el alemán Ulay se conocieron en Amsterdam en 1975. Inmediatamente comenzaron a trabajar juntos, formando un colectivo que llamaron «el otro». La pareja se refiría a sí mismos como un «cuerpo de dos cabezas, y afirmaba sentirse tan cerca el uno del otro y con tanta conexión como si fueran gemelos.

Juntos, desarrollaron algunas performances que requerían de una gran resistencia física y confianza emocional del uno en el otro. Incluida «Rest Energy» (1980), en la que Ulay sostenía un arco y una flecha contra los que Abramović dejaba caer su peso.

La misma ambición e ilusión por su trabajo terminó por separarles y la pareja se separó en 1988 y para cerrar su relación se fueron hasta China, en un acto cargado de simbolismo, para recorrer la Gran Muralla empezando cada uno en un extremo de la misma y cruzarse en el medio.

Pero sin duda, la performance que nos conmovió a todos fue su reencuentro, después de décadas sin verse, durante la retrospectiva en el MOMA, cuando Ulay se sienta frente a Abramović y se hablan sin palabras en un momento muy emotivo que muchos guardamos en nuestra memoria.

Después de aquello aún hubo demandas por parte de Ulay, llegando incluso a borrar a Marina de trabajos anteriormente firmados como coautores, sin embargo, parece que en los útlimo años ambos han conseguido encontrar dejar atrás el pasado y tener una relación cordial.

3. Robert Rauschenberg y Jasper Johns

Robert Rauschenberg y Jasper Johns

Representantes ambos del expresionismo abstracto, el minimalismo y el Pop-Art, su amor fue corto -entre 1956 y 1961- pero intenso. Por un tiempo vivieron en diferentes pisos de un mismo edificio industrial. 

Son el claro ejemplo de que los polos opuestos se atraen, mientras Rauschenberg era un tipo sociable y hablador, Johns tenía un carácter introvertido y solitario. Pero estas diferencias no fueron un hándicap para una unión en la que la investigación del expresionismo y el hacer frente a la estética machista e individualista de la época tuvieron un gran peso.

Sin embargo, esta misma pasión por su trabajo fue la causante de la destrucción de la pareja. Los celos profesionales hicieron su aparición cuando Leo Castelli, reconocido galerista, fue a visitar el estudio de Rauschenberg para planificar una exposición ya programada, y se topó con las obras de Johns en el edificio. En ese mismo momento firmó con el artista posponiendo para siempre la muestra de Rauschenberg.

La ruptura fue amarga y a raíz de aquello, y durante muchos años después de su separación, la pareja no mantuvo contacto alguno.

4. Frida Kahlo y Diego Rivera

Frida Kaholo y Diego Rivera

Es difícil encontrar una historia de amor más grande y turbulenta en la historia del arte que la de Frida Kahlo y Diego Rivera.

Kahlo era todavía una estudiante de arte cuando se topó a Rivera, quien, a los 20 años de edad, ya era un grande del arte mexicano. Desaprobando el matrimonio, sus padres apodaron a la pareja «el elefante y la paloma», por la diferencia entre sus tamaños.

Sentían fascinación cada uno por el arte y el talento del otro, y su amor fue una mezcla entre motivación creativa y deslealtad por ambas partes. Kahlo, abiertamente bisexual, disfrutaba de otras relaciones amorosas tanto con mujeres como con hombres (incluido Trotsky). Sin embargo, Rivera cruzó los límites cuando intentó seducir a Cristina, la hermana menor de Kahlo, hundiendo a Frida en la miseria emocional y en una oscura espiral.

La pareja se divorció en 1939, volviéndose a casar al año siguiente. En una ocasión Rivera se refería a la pintora como «el gran acontecimiento de su vida». No lo veía ella de la misma manera, que aludiendo al accidente del tranvía que casi la mata, afirmaba: “Ha habido dos grandes accidentes en mi vida. Uno, este, y el otro, Diego. Diego ha sido de lejos el peor».

Estuvieron juntos 25 años, hasta la muerte de Frida en 1954, con tan solo 47 años de edad. Ambos fueron activistas socialistas en México. Kahlo fue pionera en una nueva y atrevida forma de autorretrato, y se convirtió en la primera mujer latinoamericana en tener una pintura en el Louvre.

5. Françoise Gillot y Pablo Picasso

Francoise Gillot y Pablo Picasso

En mayo de 1943, Picasso, de 61 años, vió a Gilot, que tan solo tenía 21, mientras estaba con unos amigos en el restaurante parisino Le Catalan. No le importó que entre ellos estuviera su por entonces amante, la fotógrafa Dora Maar, al finalizar de comer se acercó a la mesa de Françoise con dos ofrecimientos: un cuenco de cerezas y una invitación para visitar su estudio.

No era la primera vez que Picasso solapaba amantes, de hecho era algo frecuente en él y la joven Gilot consciente de ello, como hacía saber en un escrito: «Llegué al escenario con una visión inevitablemente clara de otras tres actrices que habían intentado desempeñar el mismo papel, todas las cuales habían caído en la caja del apuntador».

Estuvieron juntos casi una década, durante la tuvieron dos hijos, Claude y Paloma. Gilot apoyaba a Picasso mientras experimentaba con la escultura, la cerámica y la litografía, abandonando sus propias inquietudes artísticas. Terminó por cansarse de este papel secundario, dejando la relación, algo inusual para Picasso que llenó de ira convenció a marchantes y gente del arte para que nadie comprara su trabajo.

Gilot se casó con Jonas Salk, quien inventó la vacuna contra la polio. En 1964, Gilot publicó «Life With Picasso», las memorias de su vida con el pintor, en las que daba todo tipo de detalles que no dejaban al artista en muy buen lugar. Como represalia, Picasso cortó todo contacto con sus dos hijos.

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