Nathalie Peyrebonne: “La literatura nos ayuda a estar vivos”

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La especialista en el Siglo de Oro Español centró su charla en el Viejo Hotel Ostende en «la novela como arma de superviviencia»

La sonrisa de N athalie Peyrebonne es como una ventana abierta al paraíso perdido de la infancia. La escritora y profesora francesa –que vivió en Costa Rica entre los 7 y los 12 años- contempla cómo unos niños juegan y nadan en la pileta del Viejo Hotel Ostende. “La literatura nos ayuda a estar vivos”, dice la especialista en el Siglo de Oro Español, antes de comenzar su charla sobre “la novela como arma de supervivencia” en la cuarta edición de la Noche de las Ideas, organizada por el Instituto Francés de Argentina (IFA), la Embajada de Francia, el Viejo Hotel Ostende, la Fundación Medifé y el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. “Muchos escritores dicen que escriben para darle a sus vidas más espesor –explica-. ¿Qué pasa con el que lee? Hay muchas obras que nos cuentan que hay que leer para estar vivos. Lo que nos dice el Quijote es que a la realidad se la puede ver desde un filtro literario y que gracias a este filtro uno puede reescribir su vida”.

A Peyrebonne –que nació en París en 1971– le interesa el procedimiento de Julio Cortázar en muchas de sus ficciones. “Cortázar no lleva al lector hacia países exóticos, extraños o inventados, sino que inserta fisuras y extrañezas en la vida cotidiana. Cuando era más joven, me marcó un cuento de Cortázar (“No se culpe a nadie”), en el que cuenta la historia de un hombre que se pone un pulover y lo que le pasa es que lo que nos pasa a todos: que no encuentra la salida. Cortázar abrió las grietas de la banalidad”, revela la escritora francesa, autora de Rêve général (que podría traducirse literalmente como “sueño general” o “juerga general” por proximidad con gréve, que significa huelga y es un eslógan del Mayo Francés), novela en la que imaginó una suerte de epidemia y con la que ganó el Premio Botul en 2013. “En el título de esta novela hay un juego entre el sueño como la capacidad de imaginación y la huelga como momento en que todo se para y se abren otras posibilidades –advierte Peyrebonne-. A partir de la epidemia, la gente de un día para otro deja de trabajar. Tomo un par de personajes y veo qué pasa cuando el maestro deja las aulas o cuando el primer ministro se queda en la cama”.

En 2015 publicó La silhouette, c’est peu (la silueta es poco), sobre una mujer que decide no salir de su casa para ver la vida detrás de las ventanas. “La vida se insinúa siempre y se cuela poco a poco gracias a las palabras”, dice la docente de la Sorbona, autora también de las novelas Votre commande a bien été expédiée (Su pedido está en camino, podría ser una traducción), y Inconstance des souvenirs tropicaux (Inconstancia de los recuerdos tropicales), que se publicará en marzo en Francia. En esta novela aparecen temas de su propia vida, con una narración que alterna el pasado de una niña en Costa Rica y el presente de una mujer en París. “La novela es sobre la memoria y las palabras que nos pueden conducir hacia el pasado. Los libros nos sirven para reinventar el pasado. El Quijote reinventa y reescribe la realidad”.

“Nos fuimos a Costa Rica con mi familia cuando yo tenía 7 años y nos quedamos hasta que cumplí 12 –recuerda Peyrebonne-. Regresamos a Francia, que era un país que no conocíamos, y nos quedamos con la idea de un paraíso perdido para siempre. Tenía ganas de contar esa infancia con personajes un poco extraños. En Costa Rica había muchos refugiados y no había turistas. Cuando volví a Francia, me preguntaban «¿dónde está Costa qué?» En aquel momento, la Comunidad Europea enviaba técnicos por un año para luchar contra la contaminación ambiental. Al cabo del año, los costarricenses le propusieron a mi padre que se quedase. Nos quedamos, pero no teníamos contacto con los franceses. Solo con mis padres hablaba en francés; con mi hermano hablábamos en español”.

-¿Por qué te especializaste en literatura del Siglo de Oro Español?

-Quería especializarme en literatura argentina y hacer una tesis sobre Borges. Llegué a la universidad de la Sorbona, y el profesor que daba la clase sobre Borges me aburrió mucho y el que daba la clase sobre el Siglo de Oro me fascinó. Entonces dejé todo lo de Borges y me fui hacia el Siglo de Oro; eso estuvo bien porque me alejó de lo que era mi tropismo natural, se me pegó el acento español y empecé a hablar como una española (risas). Trabajo mucho el tema alimenticio, qué se comía en el Siglo de Oro Español, cómo se hablaba de la comida. Leí en un texto del Siglo de Oro la historia de un arquitecto que para que le entraran los textos en el cuerpo los comía; recortaba pedazos de páginas y las tragaba.

-¿Qué respuestas les das a tus alumnos cuando te preguntan para qué sirve la literatura?

-La tarea del escritor es darle más espesor a nuestras vidas tan banales. La literatura nos ofrece la posibilidad de ser otros. El que lee puede ser una mujer enamorada, un dictador, un niño perdido en un bosque, un detective en tal o cual época. La experiencia de la lectura nos da una mirada enriquecida de lo que puede ser el mundo. Hay un conocimiento sobre la vida que lo aporta solo la ficción. Pierre Bayard en El Titanic naufragará dice que en realidad los escritores lo anunciaron todo; que catorce años antes de que naufrague el Titanic, un escritor estadounidense, Morgan Robertson, ya lo había anticipado en Futility, donde cuenta el hundimiento de un barco. Los escritores son activadores de alertas; nos anuncian todo lo que va a pasar. El Titanic y el iceberg, de eso se trata la vida: una parte emergida y otra sumergida. Los escritores intentan adivinar la parte sumergida. Si la vida se limita y esta mesa no es más que una mesa pintada de negro, no vale la pena vivir.

Autor: Silvina Friera

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