Una cierta idea de mundo, es un libro en el que Alessandro Baricco habla de sus lecturas, no de los libros que él ha escrito. ¿Por qué hacemos los escritores eso? Hablar de libros. En el caso de este libro, el mismo Baricco lo dice en el prólogo, lo hace para «dar relevancia a esta apacible liturgia». Y un poco más allá «me resulta cada vez más difícil expresar lo que veo cuando miro a mi alrededor; y concentrarme solo en una parte de este gran espectáculo no parece llevar muy lejos, uno acaba topándose con tecnicismos que enfocan el detalle pero pierden de vista el conjunto que lo integra, que es lo que en realidad importa. Por otra parte, ¿cómo puede uno estar callado con todo lo que pasa alrededor? Con mayor razón si eres alguien que se gana el pan trabajando con la inteligencia y el gusto.» Esto lo hace continuamente en el libro. Y me ha gustado. Cita fragmentos del libro del que está hablando para que sea el propio lector quien lo valore.
Así se refiere al libro la propia editorial: ««Hace diez años cambié de ciudad. ¿Y a mí qué?, diréis. Pues que allí dejé todos los libros que había leído hasta entonces para entrar en una casa en la que no había ni un solo libro mío.» Y, tras esa mudanza entendida a modo de borrón y cuenta nueva, Alessandro Baricco inició la construcción de una biblioteca de la que ha decidido seleccionar los cincuenta mejores textos leídos durante esa década.
Lo que ofrece este volumen no tiene pretensiones de canon: es más bien un recorrido personal, una selección de libros que llegaron a sus manos a través de la recomendación de un amigo, el impulso de releer una determinada obra o un simple paseo por una librería. Y por eso la reseña de cada uno de los textos aquí reunidos viene precedida por un breve comentario sobre cómo llegó a él.
Lo que encontraremos en estas páginas es un gozoso cajón de sastre en el que hay desde clásicos —Dickens, Ambrose Bierce, Stefan Zweig, Faulkner, Rebecca West, Lampedusa, Kawabata, Curzio Malaparte, Truman Capote o Richard Brautigan— hasta contemporáneos —McEwan, Coetzee, Bolaño, Cercas, Dave Eggers, Bill Bryson, Elizabeth Strout o el guionista William Goldman—, pasando por historiadores —Donald Kagan, Mary Beard—, autores policíacos —Fred Vargas, Elmore Leonard—, ensayistas —Isaiah Berlin, Pierre Hadot, Marc Fumaroli—, maestros antiguos —Heródoto, Descartes—, un libro sobre Glenn Gould, otros sobre tenis y fútbol…»