El trabajo de Caronte.
Mientras que para el recién llegado a la laguna es abrumador ver cómo se despliega la encrucijada entre el paraíso y del infierno, no podemos ni imaginarnos cómo debe sentirse Caronte en este su enésimo viaje. La Estigia es sin duda el otro gran personaje de este cuadro, con ese color tan mediterráneo, con el bravo oleaje del primer término. Si nos detenemos en los tendones del pie del barquero, su esfuerzo en evitar una inclinación excesiva de la embarcación, veremos que no es un trayecto fácil, sobre todo ahora que enfila su último recodo.
Desde luego, Caronte no posee un papel envidiable: escuchar una y otra vez las tontas preguntas de un alma aturdida, no tomar ninguna orilla más que unos instantes, ser un perpetuo solitario, haber escuchado todas las historias, excusas y comentarios posibles. Nadie conoce el paso a la otra vida como Caronte, pero nadie más hastiado de ese conocimiento que él. Caronte el impasible nos mira de tal forma que sentimos compasión por su tarea. Ni todos los óbolos del mundo compensan su situación. ¿Cuándo podrá tomarse su merecido descanso?
Esta obra fue pintada en los primeros compases de la Reforma protestante, una época binaria en lo teológico y en lo político, y también en el terreno del arte. Fueron años en los que se impuso, en cada ámbito humanístico, la necesidad de escoger entre dos posibilidades: gracia o purgatorio, conquista o descubrimiento, herejía o revolución, epidemia o hambre, santidad o comercio. En medio de tantas bifurcaciones, Patinir se situó en el centro de la tabla. Era su sitio, el lugar que muchos querríamos ocupar cuando tenemos el día tonto.
Con Patinir, cualquier escena es posible. Los comentaristas afirman que el perfil del nuevo huésped, de cara a la torre vigilada por el Cancerbero, ya nos da una pista de su destino. Aunque nosotros conocemos el desenlace, desde su perspectiva parece un camino sencillo y apacible. Pero incluso puede suceder que el pasajero todavía no se haya percatado de que, sea cual sea su destino, su antigua vida ha quedado inevitablemente atrás.
Título original: Landschap met Charon op Styx
Museo: Museo del Prado, Madrid (España)
Técnica: Óleo (64 x 103 cm.)
Autor: Daniel Jándula
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