María Cristina, la reina que explica España y la Monarquía dos siglos después

0

La revisión sobre la regente María Cristina de Borbón descubre a una figura controvertida en una época de cambios que alcanzan hasta el presente

Para entender el devenir no hay necesidad de expertos o futurólogos. Basta con la Historia. Al menos en España, que juega al hula-hoop desde hace dos siglos. Incluso para las epidemias: en 1833 hubo un brote de cólera que se extendió desde Vigo por falta de medidas higiénicas. Algo hemos avanzado, «pero tampoco demasiado», responde la escritora Paula Cifuentes (Madrid, 1985) casi con cierto pudor. Y no habla de pandemias, sino del país.

Es el asombro con regusto amargo que deja su recién publicada María Cristina, reina gobernadora (Ariel), a ratos novela histórica y otras revisión biográfica y política, que evidencia «el exacto calco de lo que vivimos ahora con lo sucedido en la época de María Cristina», la reina consorte (1829-1833) del ominoso Fernando VII y la regente hasta 1840, con la mayoría de edad (13 años) de su hija Isabel II, que accedió al trono tras derogarse la Ley Sálica.

El personaje es sugerente, y la autora lo retrata con dobleces, apetito y justicia, cuando nunca figuró en los libros de texto más que como un título en negrita a la cabeza de un breve párrafo. ¿Otra mujer descolgada de la Historia? Inexplicable. O no, claro. Porque María Cristina apareció en la corte borbónica de Fernando VII como la dócil y doméstica paridora de un heredero, lo típico de las reinas, y terminó siendo «una verdadera conspiradora» incluso en la corte francesa; haciendo y deshaciendo entre liberales moderados y progresistas con el afán de procurar el trono a su hija y vedárselo al carlismo; atenazando los privilegios de la naciente burguesía ante los límites de la incipiente monarquía constitucional y retando al mismísimo general Espartero (al que se le han brindado párrafos más extensos en los manuales). Lo típico que no se le perdona ni a las reinas.

Tuvo el honor de protagonizar «los primeros memes de la historia»: la tonadilla «María Cristina me quiere gobernar y yo le sigo, le sigo la corriente…», que popularizó en guaracha el cubano Ñico Saquito. «El humor también es un modo de vilipendiar a alguien y en el fondo nadie aprobaba la gestión de María Cristina». Una campaña política de desprestigio que apelaba a las emociones. No hemos inventado nada. ¿Tan nefasta fue María Cristina? «Se le perdonó menos por ser mujer. Casi coincide en el tiempo con la reina Victoria [de Reino Unido], su reverso: el estereotipo de mujer callada, a la sombra, fiel a su marido, jamás un desliz, ocupándose de sus hijos… Lo que el patriarcado ha considerado que debía encarnar la mujer y más la reina como imagen de un país».

El machismo socavó el proyecto de María Cristina y, por consiguiente, el reinado de Isabel II (la pluralidad de amantes tampoco se le toleraba a la mujer de hace dos siglos), pero también porque fue «una época de cambios radicales en España» que alcanzan hasta el presente. Y en ese paralelismo, el libro de Paula Cifuentes resulta aleccionador. «La cuestión territorial a partir de las guerras carlistas o la alternancia y segmentación de los partidos con sus luchas internas o la creación del bicameralismo o la separación de poderes, o incluso la retirada actual de estatuas como la del conde de Comillas… Tantas concomitancias que explican la España de hoy en día».

Al enriquecimiento personal de la gobernadora, fraguado con la trata de esclavos en Cuba o el negocio del ferrocarril, dedica la escritora el último capítulo. «Porque si hay una reina que se lo llevó crudo esa fue María Cristina». El resto de la biografía se centra en esa transformación del país y de Europa que la dinastía descendiente de Luis XIV no supo entender.

María Cristina encarna virtudes borbónicas y pecados absolutistas. Era encantadora, divertida y risueña, «no hay historiador que no la alabe por ello», pero también «sabía que podía ser defenestrada en cualquier momento y tenía un afán de mantenerse en el poder que va más allá de lo lícito«. De hecho, usaba a los ministros como monedas de cambio. Y como advierte la autora, «perder el apoyo del pueblo para una institución tan antigua haría que no durara nada». Más aún en España, «un país que tiende al cainismo y donde, si el Rey toma cualquier postura, los partidarios de Caín o de Abel usarán la monarquía como arma arrojadiza».

Los Borbones han vivido rodeados de una convulsión política que les arrastró incluso al exilio (María Cristina, en dos ocasiones). Sin embargo, siempre han encontrado el camino de vuelta. «El siglo XIX es una época tan revuelta que sólo la figura del monarca retrotraía a tiempos más estables. Y cuando ha habido repúblicas, no cayeron porque los monarcas fueran mejores, sino porque las repúblicas no fueron mejores que los monarcas».

SUS LABORES

María Cristina erraba cuando intentaba hacer política: ignoraba al pueblo y era guiada por su segundo marido, el militar Agustín Muñoz y Sánchez, que devino en duque de Riánsares y en la cabeza a la sombra del partido moderado, pues la formación de una reina no iba más allá de ejercicios de escritura, música, algo de geografía, sus labores y traducción del francés.

La misma desafección por el saber sufrió Isabel II, con una culpabilidad directa de su madre: «Uno de los grandes errores de la regente fue delegar la educación de su hija». Pero aquí sí hay una disparidad fabulosa. «Isabel II no sabía hacer la o con un canuto y la princesa Leonor ve películas de Kurosawa. Letizia sí está preparando a sus hijas para todo lo que tenga que venir». En parte, también ha resquebrajado la monolítica sumisión de las reinas. «Tanto María Cristina como Isabel II desbarataron el prototipo, y Letizia también está rompiendo moldes. Por eso, le caerán palos exactamente como a María Cristina, no hemos cambiado tanto», reitera entre risas la autora.

Quizá sí tenga sentido que una treintañera, con vocación galdosiana y estudios de Derecho en la Complutense y en La Sorbona, escriba sobre una monarca de hace dos siglos. «No existían biografías recientes y era un periodo clave para entender ahora España». Rodamos el hula-hoop, pero quedan vacíos de Historia que llenar.

Autor: Ruth Díaz

Leer más en: El Mundo

 

Leave A Reply