Anselm Kiefer y el amor lírico

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Thaddaeus Ropac expone en Salzburgo nuevos trabajos del artista

Nacido cuando la II Guerra Mundial tocaba a su fin, en marzo de 1945, Anselm Kiefer, junto a Georg Baselitz, Richter, Polke o Immendorff, fue uno de los artífices del renacimiento de la pintura alemana en los setenta y emergió en un panorama artístico dominado entonces por el neoexpresionismo. Desde muy pronto, convirtió la historia y los mitos de su país en su fuente de inspiración, zambulléndose en el pasado antiguo cuando la reflexión sobre el ayer inmediato se hacía insoportable y pesaba aquella afirmación de Adorno de que toda cultura posterior a Auschwitz era basura.

Entiende Kiefer que la historia se encuentra arraigada en el mito y que tiene su base en una ideología difusa derivada de mundos muy distantes en el espacio y en el tiempo: no se fiaba de registros ni de testigos, pero sí se dejaba fascinar por lo irracional. La capacidad de empatía le ha resultado esencial a la hora de examinar el pasado, que continúa muy presente en su producción.

La más reciente la exhibe, hasta octubre en Salzburgo, la Galería Thaddaeus Ropac y fue realizada en Barjac, al sur de Francia, bajo la inspiración, según el artista, de una vegetación seca de tallos amarillos y cardos marchitos cuyos tonos ocres lo deleitaron. Por su belleza al borde de la descomposición, le recordaron las antiguas representaciones sobre el amor, la muerte y la fugacidad de la vida, pero sobre todo los poemas y canciones de amor de Walther von der Vogelweide, estrechamente vinculados a la propia vida de su autor.

A aquel minnesinger (o poeta del amor lírico), que vivió entre los siglos XII y XIII y cuyas obras seminales viene explorando Kiefer desde los setenta, le dedica justamente este proyecto, titulado Für Walther von der Vogelweide, centrándose en el que es seguramente su poema más célebre, Under der linden, sobre la unión romántica en un entorno natural de dos amantes de clases sociales distintas. La literatura siempre ha sido esencial para el creador alemán… y también el lenguaje: Vivo en el lenguaje (…). Es el lenguaje el que me domina. Lo escucho. Mucho de él permanece en la oscuridad para mí, pero llevo las palabras conmigo y, repentinamente, entablo relaciones a partir de lo que me dice.

Tanto la vivencia de la naturaleza que transluce el poema medieval como las hojas rotas de hierba y las flores en él descritas aparecen de forma recurrente en estas pinturas de Kiefer; de hecho, el mundo vegetal no ha hecho sino ganar presencia en su trabajo desde las series tempranas Für Paul Celan, Die Ungeborenen y Morgenthau Plan.

Los cuarenta años de trayectoria de Kiefer son fruto de un constante proceso de acumulación, mezcla y reelaboración de temas y motivos que se repiten y se superponen constantemente en medios diversos y que suelen tener que ver con la memoria cultural, la identidad y la historia, en particular con la que le es más cercana (la alemana de posguerra), con fuentes mitológicas y literarias y con su propia biografía.

Anselm Kiefer. "Für Walther von der Vogelweide". Thaddaeus Ropac
Anselm Kiefer. “Für Walther von der Vogelweide”. Thaddaeus Ropac

Las representaciones de la naturaleza le han servido para explorar cuestiones básicas de la existencia humana, a partir de una dialéctica que enlaza belleza y destrucción. En Tandaradei, una de las diecinueve piezas que forman parte de la muestra austriaca, encontramos tallos doblados y enredados derivados de la aplicación gestual de pinceladas gruesas que rompen el espacio pictórico y que parecen acercarse al espectador movidos por fuerzas invisibles.

Es habitual, además, que incorpore Kiefer objetos específicos a sus lienzos. Normalmente destacan por su simbolismo, como la guadaña de Eros – Thanatos, necesario contrapeso a la naturaleza espiritual o mística de la imagen y su nexo con múltiples interpretaciones filosóficas e históricas. No hay que olvidar que, desde la Antigüedad, ese instrumento se ha utilizado como herramienta para cosechar granos y, en el contexto de la iconografía cristiana, se ha convertido en metáfora del tiempo de cosecha y de la fertilidad, pero también de la muerte, el juicio divino y la eternidad. En las artes visuales, Cronos, como la personificación del tiempo, y la figura de la muerte se representan con una hoz, objeto que, como atributo de la agricultura y de la clase trabajadora, devino emblema político en el siglo pasado. La hoz y la guadaña ilustran, con su curvatura, que todo el tiempo gira sobre sí mismo y Kiefer nos permite sumirnos, desde sus naturalezas aparentemente puras, en esas complejas conexiones semióticas.

Anselm Kiefer. "Für Walther von der Vogelweide". Thaddaeus Ropac
Anselm Kiefer. “Für Walther von der Vogelweide”. Thaddaeus Ropac

 

Anselm Kiefer. “Für Walther von der Vogelweide”.

GALERIE THADDAEUS ROPAC

Mirabellplatz 2, A

Salzburgo

Del 25 de julio al 3 de octubre de 2020

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