El camino de los reyes, Brandon Sanderson

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El camino de los reyes es una novela épica con una historia épica. Ese sería el resumen más acertado y exacto para definir el primer libro de esta saga. Leerla ha sido una experiencia increíble, un viaje hacia un mundo de una profundidad extraordinaria.

El camino es largo y sinuoso, el resultado de más de una década de construcción y escritura de universos. Su historia se desarrolla en el lienzo más grande que Sanderson haya pintado, escrito con los más altos estándares literarios que el género puede presumir.

Como soy una bibliospren camuflada de humana, entre los personajes principales, el que me está resultando más interesante últimamente es Shallan. Se mueve en un escenario donde las artes, la investigación científica, la erudición e incluso la propia alfabetización se consideran vocaciones femeninas. Shallan viaja a la ciudad costera de Kharbranth para buscar la tutela de Jasnah Kholin, una destacada erudita, brillante hermana del rey, conocida por su rechazo hacia la religión. Jasnah se encuentra inmersa en estudios de historia antigua, tratando de separar el mito de la realidad, que acepta a regañadientes tomar a Shallan bajo su ala después tras admitir la tenacidad de la joven por buscar una maestra por iniciativa propia. Shallan, sin embargo, tiene un motivo oculto para buscar a Jasnah. Su historia, aunque ocupa una parte comparativamente pequeña de la novela, es muy satisfactoria, gracias a las considerables habilidades para el desarrollo del personaje del autor y su don para el diálogo, que nunca suena forzado incluso cuando los personajes hablan de temas tan embriagadores como la moral, la filosofía y el deber. Shallan tendrá que aprender un par de cosas sobre cómo funciona realmente el mundo y cómo sopesar sus propios deseos frente a las amenazas que se avecinan para el mundo en general.

Pero El Camino de los Reyes también es la historia de dos guerreros: Kaladin y Dalinar Kholin: Kaladin es un prisionero de guerra deshonrado, hijo de un cirujano rural, ex-soldado convertido en esclavo, víctima de brutales traiciones, cuya culpa lo consume por no haber podido evitar la muerte de más de un ser querido. Lo conocemos mientras lo envían a las Llanuras Quebradas, un paisaje desolador de mesetas rocosas separadas por profundas fisuras, donde la guerra se ha librado durante más de una década entre la nación de Alethkar y la peculiar y mal entendida raza de los Parshendi, culpables de provocar el asesinato del anterior rey de Alethi. Aquí Kaladin debe servir con otros esclavos como un Hombre del puente, esclavos cuyo trabajo consiste en correr por delante de los ejércitos Alethi y colocar puentes portátiles a través de las fisuras para que crucen.

Por otro lado, tenemos a Dalinar Kholin, alto príncipe Alethi al mando de uno de los muchos ejércitos que se encuentran en las Llanuras Quebradas, y el propietario de uno de las más raras y preciadas armas de guerra: La armadura y la hoja esquirlada. Estos artefactos mágicos, que se remontan a épocas antiguas dónde guerreros antiguos en batallaban en contiendas antiguas, ahora oscurecidas por el mito y la religión, son el equivalente de este mundo a un arsenal nuclear, y la fuerza de una nación está determinada por la cantidad de guerreros esquirlados que tenga. Hermano del rey asesinado, tío del cada vez más paranoico rey actual, Dalinar debe lidiar no solo con las intrigas de sus rivales, sino con una creciente preocupación por el seguimiento de una serie de códigos de conducta relatados en un libro antiguo libro llamado El camino de los reyes y un genuino temor por su cordura, pues cuando las llanuras son sacudidas por las altas tormentas, terriblemente violentas (y mágicamente potentes), Dalinar sufre visiones en las que experimenta alucinaciones (¿o no?) de eventos milenarios que parecen presagiar un cataclismo inminente.

El tamaño del libro funciona a favor de las historias de estos dos hombres, pues confiere a Sanderson el espacio para exponer la historia de su mundo, el lugar de sus protagonistas en el orden actual de los acontecimientos, las relaciones tanto con sus aliados como con sus enemigos, y sus caminos hacia el crecimiento personal con mucho mimo, donde el conflicto dramático suele ser más interno que externo.

En cuarto lugar, pero no por ello menos importante, nos encontramos con Szeth-hijo-hijo-vallano, Sinverdad de Shinovar, mano ejecutora de la muerte del rey Gavilar de Alethkar, asesino y esclavo, una figura enigmática y trágica que llora tras cercenar la vida de aquellos que caen bajo el peso de su espada esquirlada. Con este personaje Sanderson crea una figura extrañamente comprensiva que no es ni héroe ni villano, infundiendo sus breves escenas con una tensión y acción escalofriantes.

Me he quedado profundamente fascinada por Sanderson como escritor. El desarrollo de Roshar es magistral, desde su profunda historia, su flora y fauna, hasta su intrincado y detallado sistema de magia. Las escenas de acción son emocionantes, y hay buenos indicios que auguran que el siguiente tomo de El archivo de las tormentas aumentará considerablemente las apuestas. Pero hay muchas escenas memorables: la devoción melodramática de Kaladin por su hermano pequeño; el descubrimiento de Shallan de los placeres de aprender; el hermanamiento de los hombres del puente cuatro mientras comparten un sencillo guiso junto al fuego; y la única historia de amor de la novela, cuyos protagonistas no son dos adolescentes de neuronas confusas, sino una pareja de adultos maduros que han superado una vida de dolor y oportunidades perdidas.

CITAS DESTACADAS

A veces el premio no merece la pena el coste. Los medios por los que conseguimos la victoria son tan importantes como la victoria misma.
Hay dos tipos de personas en el mundo, hijo -dijo su padre severamente-. Los que salvan vidas. Y los que las quitan. – ¿Y los que protegen y defienden? ¿Los que salvan vidas quitando vidas? Su padre bufó. -Eso es como intentar detener una tormenta soplando más fuerte. Ridículo. No se puede proteger matando.
Vida antes que muerte. ¿Qué significaba el dicho? ¿Que los hombres deberían buscar la vida antes que buscar la muerte? Eso era obvio. ¿O significaba otra cosa? ¿Que la vida venía antes que la muerte? Una vez más, obvio. Y sin embargo las palabras sencillas le hablaban. La muerte viene, susurraban. La muerte les viene a todos. Pero la vida viene primero. Saboréala. La muerte es el destino. Pero el viaje, eso es la vida. Eso es lo que importa.
¿Importa el destino? ¿O es el camino que emprendemos? Declaro que ningún logro tiene tan gran sustancia como el camino empleado para conseguirlo. No somos criaturas de destinos. Es el viaje el que nos da la forma. Nuestros pies encallecidos, nuestras espaldas fortalecidas por cargar el peso de nuestros viajes, nuestros ojos abiertos con el fresco deleite de las experiencias vividas.
Este mundo es a veces una tempestad. Pero recuerda, el sol siempre vuelve a salir.
La autoridad no viene del rango (… ). – ¿De dónde viene? -De los hombres que te la dan. Es la única forma de conseguirla.
Autor: Torda de Ciudad
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