1010.745.992 es un número muy grande. Si habláramos de la población de un país este sería el tercero después de la China e India, los dos nuevos gigantes del siglo XXI, y estaría por encima de Estados Unidos, la potencia declinante. En términos interplanetarios serían unos seis viajes entre la Tierra y el Sol, inimaginable (por ahora). Pero lo que indica este número cifra algo del orden de lo inmaterial: la cantidad de veces (más de mil millones) que el video clip de la canción «Bad Guy» de Billie Eilish fue reproducida en You Tube. Eilish es una estrella como las de antes: joven. En diciembre cumplirá 19 años y ya tiene un récord que le pertenece por completo a su tiempo: «Bad Guy» es el video más visto en la historia de la plataforma. Sus reproducciones son activadas desde dispositivos táctiles pero suceden en ese no lugar al que llamamos, así nomás, ciberespacio. En términos de videografía, el minimalismo sensual de «Bad Guy» se resuelve en los términos del género: una forma popular que heredó el montaje disparatado del surrealismo y la imaginería del pop art. Lo que es radicalmente nuevo es que You Tube y Google, con la Eilish como fetiche, hayan creado la versión «infinita» de «Bad Guy» cuya duración excede el cálculo de la vida útil del Universo. Esto quiere decir que las miles de versiones de «Bad Guy» combinadas de forma azarosa por un programa de AI necesitarían una cantidad de tiempo que solo es posible en la abstracción de una fórmula matemática.
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Ver «Infinite Bad Guy» puede resultar tedioso (de pronto alguien toca la canción en el saxo.¿Y?) pero hay algo poderoso en ese fondo de pantalla donde se adivinan miles de videítos ubicados como estrellitas en la noche ciberespacial. Es un joint venture que define una cultura post-pop que está en sus albores pero que tiene antecedentes en utopías de la vanguardia y el arte multimedia. En 20o6 visité el ZKM (Centro de arte y medios) de Karlsruhe, Alemania, que reúne la mejor colección de arte multimedia del mundo. No se aglomeran allí las multitudes del Pompidou ni la Tate Modern pero hay hitos del arte en red como «Web of life» del australiano Jeffrey Shaw que el mismo ZKM ayudó a construir en 2003. Como en la Web (de ahí ese nombre) ante esta obra se es más usuario que espectador. Se trata de una ambientación interactiva en la cual al apoyar la palma de la mano en un lector digital las líneas disparan una combinación única de imágenes y sonidos on line. Es una experiencia intransferible de pocos minutos en una caverna de platón hipermoderna con 72 parlantes y una pantalla 3 D que reproduce una versión única, personal, de la historia del mundo en un flash. «Web of life» es como una pintura que cambiase según el nervio óptico de quien la observe (subjetividades y competencias aparte): así o más de conmocionante. El algoritmo con el que está diseñada la obra le da, entonces, una extensión incalculable. En la genealogía de «Infinite Bad Guy» hay que poner también la obra de John Cage llamada ORGAN2/ASLSP – As SLow aS Possible (lo más lento posible) que se toca en Halberstadt, Alemania, desde el 5 de setiembre de 2001 y que, según el plan de Cage, debería terminar en 2639 completando un ciclo de 639 años. No se trata ya de la idea de que el arte trasciende al tiempo (sabemos que Pollock está muerto y sus cuadros podrían verse por siglos como vemos retablos medievales) sino de que desafíe sus limitaciones. Tal como pensó Warhol con su cine experimental (Empire de casi 9 horas) luego seguido por el escocés Douglas Gordon que hizo una versión de 24 horas de «Psycho» o que desde 1990 mantiene una obra llamada «List of names» (lista de nombres) donde va anotando a todas las personas que ha conocido y sigue conociendo en su vida.
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No podemos tener una idea de lo que será la humanidad en 2639 cuando el último sonido pensado por John Cage se escuche en el ¿mundo? Ni tampoco nadie está capacitado aún para exponerse a ese infinito que la ingeniería de You Tube y Google proponen a partir de una canción de Billie Eilish. A quien acaso en ese futuro utópico se la vea como vemos hoy a las divas del cine mudo, pioneras en un medio que imitaba peligrosamente la realidad. Ahora lo que se desafía es al mismísimo tiempo, enemigo de todos nosotros mortales.