La última tentación de Juan David García Bacca

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«García Bacca nos presenta un segundo modelo filosófico. Este modelo se caracteriza por su orientación práctica. Se puede decir que es un pragmatismo cuyo propósito es producir una transformación sustantiva de la realidad humana»

“En el principio fue la Acción”

Johann Wolfgang Goethe:

Fausto.

En 1971, Juan David García Bacca se jubiló de la Universidad Central de Venezuela, pero dejó, tras de sí, una leyenda. Se contaba que era un exiliado de la guerra civil española, que había recalado en nuestro país cargado de saberes. Durante muchos años fue decano de la Facultad de Humanidades. Se le reconoce el logro de haber sido el fundador de nuestra Escuela de Filosofía.

Durante toda su vida fue un promotor de los estudios humanísticos. Su influencia en Venezuela es inconmensurable en ese sentido. Todo eso iba apoyado por una sólida producción intelectual. La originalidad de su extensa bibliografía se está redescubriendo en diferentes partes del mundo. Además, su figura constituye un paradigma de hidalguía intelectual, adornado por su estampa quijotesca, sus conocimientos enciclopédicos, su hablar pausado y su vocabulario culterano

Fuera de estos innegables méritos, nos gustaría examinar si se puede decir que es un humanista en otro sentido del término, el cual trata de preservar la dignidad humana frente a las ideologías y los totalitarismos. Esta inquietud proviene del hecho de que, en su última etapa intelectual, la cual cubrió de 1960 a 1992, su filosofía cayó bajo el influjo del marxismo.

La mutación ontológica

El proyecto filosófico de García Bacca se expresa en un sistema metafísico. En dicho sistema, la idea central es la “transustanciación”. Según tal idea, la misión general de la filosofía, y de cada filósofo en particular, es producir una gran metamorfosis. Para comprender su significado, es importante aclarar que no se reduce a una simple transformación de la forma. Más bien se trata de una verdadera mutación del “Universo”, el entorno natural y neutro, en un “Mundo”, un hábitat humanizado gracias a los artefactos inventados por el hombre entendido como “creador”. Afirma García Bacca, en su Curso sistemático de filosofía actual:

“El proyecto, designio y decisión, de tomar cual materiales en basto todo lo del universo (…), y tomarlos cual materiales para darles nueva (inventada) forma total, caracteriza a una filosofía cual (empresa) transustanciadora”.

Para lograr esto no basta la mera contemplación. Hace falta la acción, la cual implica la “facticidad”, un término técnico que alude a la idea de ponernos manos a la obra. En otras palabras, para producir el cambio deseado hay que cumplir con el requisito de luchar contra la realidad hasta someterla.

Todo esto implica que existen, para García Bacca, dos modelos de filosofía en radical oposición. El primero, el cual incluye la Grecia clásica y la época medieval, es del tipo contemplativo, que observa al objeto sin intervenirlo. Es decir, una filosofía en la que el sujeto es lo único que cambia.

“Primero: aceptar el universo tal cual es dado, y proponerse cambiar el mundo. O sea, aceptar la Totalidad significativa y proponerse cambiar la totalidad sentida. En tal caso, filosofía es del tipo hermenéutico —por sentido—, y de tipo fenomenológico, por el significado, ya que acepta las cosas todas, tal cual son dadas”.

De acuerdo con esta manera de pensar, la filosofía de este primer tipo no trocará jamás el “Universo” natural e inicial en ningún tipo de “Mundo” digno de ser habitado por el hombre. A lo más que aspira este tipo de filosofía es al cambio de actitud del ser humano respecto un universo inmutable.

Frente a este tipo de modelo filosófico contemplativo, García Bacca nos presenta un segundo modelo filosófico. Este modelo se caracteriza por su orientación práctica. Se puede decir que es un pragmatismo cuyo propósito es producir una transformación sustantiva de la realidad humana.

“Segundo: no acepta definitivamente ni el universo ni su mundo tal cual son dados —ni en cuanto a significado, ni en cuanto a sentido—, sino tomarlos cual material en bruto; a transformar”.

En resumen, el significado de la obra de García Bacca consiste en que el hombre es el dueño de su propio destino, pues posee la capacidad creadora e inventora que lo determina ontológicamente como hombre.

“Decidámonos, pues, a definir una filosofía como actual por darle el carácter de empresa de transustanciar el universo”.

Esta proposición fuerte de García Bacca requiere una dilucidación, la cual exige la traducción de los términos metafísicos en conceptos revolucionarios.

La seducción de la praxis

La “transustanciación” es el mismo término por el que se asesinaban entre si los cristianos en las guerras religiosas del siglo XVI. Los católicos afirmaban que, en la eucaristía, era literal la metamorfosis del pan y del vino en carne y sangre de Cristo, mientras que, para los protestantes, solo era metafórica.

García Bacca saca el término de la semántica teológica para llevarla a la filosofía de la acción. Hay que hacer acá una aclaración. Al parecer no se trata del paso de la esfera biológica a la esfera cultural. No es la distinción de Ortega y Gasset entre vida biológica y vida biográfica. Nuestro filósofo va más allá de la afirmación de que todo hombre ha logrado salir del plano natural y ha logrado participar de lo humano, pues tiene lenguaje articulado, religión y cuida de los semejantes.

García Bacca supone que ese proceso de hominización se ha realizado plenamente. Más bien introduce un rasgo crítico entre las culturas ya constituidas. Esto supone que nuestro filósofo establece diferencias cualitativas entre las civilizaciones, pues unas de ellas se convierten en sistemas donde una minoría privilegiada explota a la mayoría. Esto tiene como consecuencia que, si todos los regímenes son humanos, no todos participan de la misma calidad humana.

De ser este el caso, García Bacca abiertamente asume el concepto marxista de praxis. Podemos comprobar que critica a la filosofía clásica por su predilección por la contemplación. Interpretado de esta manera, puede que García Bacca haya quedado atrapado en el dictum marxista de la Tesis 11 de Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversas maneras el mundo; ya es hora de ponerse a transformarlo”.

Esto tiene como consecuencia que, para llevar adelante la revolución, hay que suspender los principios éticos. Entonces, debemos inferir que, si García Bacca supone el concepto marxista de lucha de clases, es fácil hacer un par de traducciones imprescindibles. Por una parte, “Universo” correspondería a la sociedad de clases, mientras que el “Mundo” corresponde a la utopía de la sociedad sin clases.  El comunismo tiene como primera función “transustanciar la propiedad privada”, tal como confiesa el propio García Bacca.

Parece que García Bacca cayó bajo el influjo de las canciones de las sirenas de la “utopía angélica”, esa donde los humanos tomaremos el cielo por asalto, la misma donde dejaremos de ser almas encarnadas para comportarnos como almas desencarnadas. Aunque para alcanzar ese cielo haya que hacer uso de la violencia redentora.

Nos preguntamos si García Bacca pudo haber previsto las consecuencias de su utopismo. Como muy bien alertó Blaise Pascal: “El hombre no es ni ángel ni bestia, y la desgracia quiere que quien haga el ángel haga la bestia”

Humano demasiado humano

Los historiadores de la filosofía han clasificado a García Bacca en la corriente humanista. Hay que hacer notar que este humanismo no es químicamente puro. El mismo autor confiesa, en su obra Pasado, presente y futuro de Marx y el marxismo, que el destino del humanismo va asociado al del marxismo.

“El humanismo parece ser, pues, tema, o el tema, de nuestro tiempo. Proponerse, y ponerse a levantar el tema del hombre al nivel de problema y al más comprometedor y aventurado de empresa, convertir al hombre en empresa de sí, en empresario de su llamada esencia, tales fueron, ante todo, la ocurrencia de Marx.”

En el marxismo ha sido muy conflictiva la relación con el humanismo. Por ejemplo, mientras Althusser se encuentra en la labor de deshumanizar al marxismo, Lukács trata de ir en dirección contraria.

En otras palabras, en el marxismo hay dos polos. Por una parte, el polo humanista y, por otro, el polo totalitario. Para el polo totalitario, tal como propone Althusser, el humanismo es solo un arma que se utiliza contra el enemigo.

Lamentablemente, en el marxismo humanista no se encuentra mejor la situación. Georg Lukács, fundador de dicha corriente, nos defrauda cuando pone al humanismo al servicio del totalitarismo.  Para Lukács, la “conciencia de clase” se reduce a obedecer al dirigente comunista, en su caso a Stalin.

El resultado es que tanto el marxismo antihumanista como el humanista se exponen a la misma crítica que Marx oponía a la sociedad capitalista: el reducir el ser humano a cosa. Poner la administración de los recursos materiales por encima del gobierno de las personas.  

Es muy común ver elogios a García Bacca como humanista. Lo que no es muy común de ver es que se cuestione cuál es el tipo de humanismo que profesa. Esto nos lleva a preguntarnos si el humanismo de García Bacca está dispuesto a poner en duda las tendencias totalitarias del marxismo o si, más bien, se somete a ellas.

Las fantasías transhumanistas

Se sabe que, al final de su última etapa, García Bacca quiso introducir una modificación al marxismo. Si uno piensa que fue para darle más espacio al humanismo, se puede encontrar con una desagradable sorpresa.

Dicha modificación consiste en sustituir, en el proceso de cambio histórico, al capital por la tecnología. De ser así, podemos pensar que la culminación de la etapa superior del comunismo no estará caracterizada por una profundización de los valores humanos, pues no es la compasión la guía de la evolución. En otras palabras, esa importante etapa histórica no será humanística sino tecnocrática. En su Curso sistemático de filosofía actual, García Bacca afirma:

“El hombre técnico es, a la una, natural y sobrenatural, creatura y creador. En cuanto natural es (este) individuo; mas en cuanto sobrenatural es la negación concreta, real, intrínseca de su individualidad. (…) Empero el no-este de un inventor es un no-este sobrenatural, nuevo; tal no-este es Nos”.

En este texto, comprobamos tres cosas. Primero, la afirmación de un humanismo ateo. El hombre se muestra desafiante ante Dios. Todorov califica de herejía pelagiana a las concepciones donde, en su soberbia, el ser humano considera que es su propio creador.

En segundo lugar, el supuesto de un proceso de evolución materialista, el cual recuerda al expuesto por Engels en su Dialéctica de la naturaleza. Con la diferencia que nuestro filósofo enfatiza que el protagonista del proceso es el “hombre técnico”.

En tercer lugar, García Bacca parece asumir al transhumanismo, es decir, la convicción de que se puede ser más que humano por medio de la alta tecnología, y así obtener súper poderes físicos, intelectuales y psíquicos. Esta nueva etapa evolutiva, al parecer, culminará en la disolución de la persona en lo que parece ser una mente grupal.

“Colectivo, es, pues, una manera (inventada, no natural) de ser los individuos un Nos —(…) se trata de un invento: es una nueva y sobrenatural manera de ser los individuos naturales un Nos, de desindividualizarse, en Nos, de colectivizarse—.”

A estas alturas, creemos que es válido que busquemos, en los textos de García Bacca, si, en su versión del marxismo existen razones de peso para evitar un régimen opresivo como el descrito por Orwell en 1984. También es legítimo indagar si, en su especulación transhumanista, existe un antídoto para evitar un colectivismo tecnocrático como el de los Borg, organismos cibernéticos con idiosincrasia de colmena, los más temibles antagonistas de la saga de ciencia ficción Star Trek: Next Generation.

En conclusión, todo esto nos conduce a preguntarnos si el humanismo de García Bacca queda sepultado bajo la capa telúrica de la lucha de clases, la cual, a su vez, es sepultada por una segunda capa telúrica de ideología tecnocrática. De responder afirmativamente a esta cuestión, nos encontraríamos con una ontológica exaltación de la deshumanización.

Autor: Wolfang Gil Lugo

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