Steven Pinker y su defensa del progreso: cómo un libro sobre los mejores años de la humanidad se ha convertido en la polémica del momento

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Da igual qué métrica escojas: la salud, la esperanza de vida, la pobreza, la seguridad, la educación o los derechos humanos. Si es relevante para la calidad de vida, estará mejorando. La vida está mejorando. Esa es una de las dos ideas fundamentales de ‘Enlightenment Now: The Case for Reason, Science, Humanism, and Progress‘ el último libro de Steven Pinker, profesor de psicología de la Universidad de Harvard y uno de los intelectuales más influyentes de los últimos años.

La otra idea, la que da título al libro, es que «la causa de esa mejora son los ideales ilustrados«. Pinker hace un alegato a favor de la racionalidad científica y el liberalismo progresista que rescate la Ilustración como referente cultural para siglo XXI. Lamentablemente, lejos de un terreno que domina, los argumentos de Pinker dejan con ganas de más.

El mundo va a mejor: la batalla del optimismo racional

Frente a los análisis que dicen que el mundo va a peor, hay un grupo de intelectuales que han esgrimido una gran cantidad de datos para sostener que justamente lo contrario: que, pese a nuestros sesgos, el mundo no ha dejado de ir a mejor en los últimos 200 años. Hoy por hoy, con sus debates y polémicas, es algo bastante establecido y, en términos generales, podemos decir que es cierto.

Sin embargo, los optimistas racionales añaden una cuestión más: creen que hay argumentos racionales para pensar que las cosas seguirán así. Pinker dice que él es un ‘optirealista’, pero reconoce que el núcleo de sus ideas se solapan con el realismo racional. Y, de hecho, en los últimos años, Pinker ha sido uno de las voces más firmes de este movimiento.

En 2011, publicó ‘Los ángeles que llevamos dentro‘ un extenso ensayo de más de mil páginas en su edición española en el que argumentaba a favor del progresivo declive de la violencia y sus implicaciones. Aunque la ambición del libro (que lo llevaba a lugares alejados de su especialidad) hizo que no fuera tan redondo como sus trabajos anteriores, la fuerza de sus argumentos inició uno de los debates más interesantes de lo que llevamos de siglo.

Aunque el debate con John Gray fue muy fructífero (y tiene ramificaciones que llegan hasta ‘Enlightenment Now’), fue el largo intercambio con Nassim Taleb (1 y 2) el que llenó decenas de páginas y diseccionó el futuro de la paz mundial.

‘Enlightenment Now’ es, en cierta forma, una continuación de ‘Los ángeles que llevamos dentro’. El mismo Pinker reconocía en una entrevista con Bill Gates (quien, por cierto, ha llegado a decir que «es su libro favorito de todos los tiempos») que «la inspiración para escribir llegó […] cuando la gente empezó a escribirme desde disciplinas que solo conocía vagamente diciendo “realmente es mucho mejor de lo que si quiera habías imaginado«».

Más de 70 razones para creer que en el progreso

A los datos sobre el descenso de la violencia, Pinker ha sumado más de 70 gráficas que componen la parte más sólida del libro. Sin embargo, no está exento de problemas. Pinker no es experto en la inmensa mayoría de temas que expone y, aunque usa fuentes más que solventes, sufre para encajar los datos dentro de su narrativa.

La sensación constante es que su modelo de desarrollo es demasiado simple para dar cuenta de la complejidad del problema que trata de capturar. En el capítulo sobre desigualdad, se ve bastante claro: no le resulta nada fácil compatibilizar el aumento de la desigualdad en los países ricos y la reducción de la desigualdad entre países dentro de su relato general.

En otros capítulos, Pinker ignora los riesgos (o problemas) que ha conllevado el desarrollo económico y social. Esto se ve muy bien cuando habla sobre el medio ambiente. Sí, su defensa del ecomodernismo es sugestiva. Pero para él, el problema climático es una excepción, una preocupante nota al pie del progreso. No se trata de una consecuencia directa del mismo.

Es posible que esté en lo cierto, pero no explica por qué deberíamos creerlo y despacha el asunto con un ataque muy duro contra los “verdes” de los que llega a decir que «capitalizan las intuiciones primitivas de esencialismo y contaminación de un público científicamente analfabeto».

No obstante, y aunque podemos discutir muchos aspectos técnicos, creo que el trabajo de Pinker aquí es sólido y, sobre todo en el largo plazo, sus datos «cuentan una historia real», por usar la expresión de David Wootton. Si este fuera el objetivo del libro, habría poco que reprocharle al profesor de Harvard. Pero no lo es: ‘Enlightenment Now’ quiere ser un alegato de cómo los valores ilustrados son el motor detrás de ese progreso científico y social. Y precisamente ahí es donde Pinker pierde fuerza.

‘Enlightenment Now’ falla precisamente donde “Los ángeles que llevábamos dentro” tenía más problemas: en los mecanismos causales que expliquen por qué ocurre todo esto. En ‘Ángeles’, había una serie de hipótesis auxiliares que (fueran más o menos discutibles) permitían explicar la disminución de la violencia. En este caso, parece que Pinker basa su argumentación en la coincidencia temporal entre la Ilustración y el desarrollo (en asociar los paises más desarrollados directamente con los valores ilustrados) para que esa relación parezca obvia. Y no, no tiene por qué ser evidente. Como señala Peter Harrison, «¿Cómo podemos saber que este desarrollo fue gracias a la Ilustración y no a pesar de ella?»

Como dicen algunos comentaristas: llama la atención que en un libro con una apuesta tan fuerte por la cuantificación, lo único que no se cuantifica es, precisamente, la Ilustración. Ante esto, lo que más llama la atención es que Pinker opta por una «idea de Ilustración» (entre las muchas que hay en la historiografía y la filosofía) sin tomarse la molestia en explicar por qué ‘su ilustración’ es la buena.

Eso complejo fenómeno llamado Ilustración

Lamentablemente en ese terreno, los problemas no hacen sino crecer. Y es que como dice Tyler Cowen, este «no es un buen libro para entender la Ilustración». Pinker se construye una “Ilustración a medida” que para él consiste, fundamentalmente, en liberalismo progresista y empirismo. Todo lo que no encaja con esa visión es tachado de ‘contrailustrado’ o, sencillamente, de ‘irracional’.

En su defensa, podemos decir que no es algo solo afecte a Pinker, es una idea que ha ganado popularidad durante los últimos años en ciertos ámbitos ‘pro-ciencia’. Hay divulgadores científicos de reconocido prestigio que se autodenominan como ‘ilustrados’ en esta línea. Se trata de la reconstrucción retrospectiva de la Ilustración que reivindica lo que hoy nos parece bueno y descarta el resto.

El problema, como incide Pseudoerasmus, es que esta «visión pop» de la Ilustración (que la identifica con el liberalismo progresista y el empirismo) niega dimensiones constitutivas de la Ilustración que han sido discutidas por conservadores, liberales, católicos o izquierdistas durante siglos. Es una versión tan estilizada como simplista.

La Ilustración fue un fenómeno muy complejo y Pinker lo sabe. En un momento determinado habla de “cornucopia de ideas, algunas de ellas contradictorias», sin embargo, sin solución de continuidad, pasa a tratarla como un «proyecto coherente» sin justificarlo. Pinker se adentra en el terreno de la ‘historia de las ideas’ y la ‘filosofía política’ para reivindicar ese proyecto ilustrado, sin embargo no es un terreno donde se mueva con facilidad.

Como señalan historiadores como Jonathan Israel (cuyos libros son, sin lugar a dudas, un referente actual de la historiografía sobre el tema), hubo muchas ilustraciones. Hubo una Ilustración moderada, como la que reivindica Pinker, pero también hubo una radical. U «filosóficamente, la “modernidad” concebida como un paquete abstracto de valores básicos — tolerancia, libertad personal, democracia, igualdad racial y sexual, libertad de expresión, emancipación sexual y el derecho universal al conocimiento e ‘ilustrase’ — deriva […] de la Ilustración Radical».

Esas dos caras de la Ilustración son inseparables, pero los nuevos ilustrados pasan de puntillas sobre eso problemas no existieran. Ni siquiera los refutan, no los ponen en cuestión. Es más, en ‘Enlightenment Now’, Pinker no reivindica la ‘ingeniería social’ popperiana, sino que compra la cosmovisión política de Burke (aunque no la antropológica, eso hay que reconocerlo). Y Edmund Burke no se trata de una figura del “conservadurismo ilustrado”, no. Es un peso pesado (y muy notable) de la contra-ilustración.

Se puede reivindicar el legado de la Ilustración (o una parte de él). No solo es algo que está de moda últimamente, es algo que se lleva haciendo desde siempre: los franceses hicieron su revolución vestidos de romanos. Pero si queremos ir más allá de la mera retórica, esa reivindicación de la Ilustración no puede basarse desdibujar la diversidad irreductible de las ideas ilustradas. Requiere, de hecho, una crítica minuciosa. Al fin y al cabo, hay otras formas de fundamentar el liberalismo sin pasar por la Ilustración.

El Pinker que ya no existe

Hay muchos temas más sobre los que podríamos hablar (sus interesantes opiniones sobre bioética, sus ideas juveniles sobre Nietzsche o su optimismo hacia el progresivo secularismo). Sin embargo, creo que con esto abordamos los puntos centrales de ‘Enlightenment Now’: un modelo de progreso demasiado sencillo y la reivindicación de una Ilustración que poco tiene que ver con la de hace dos siglos.

El tema central es que ‘Enlightenment Now’ no es un ensayo, sino un manifiesto político. Lo reconoce el propio Pinker. No será «ni de izquierdas ni de derechas»; será de «centro radical» si se quiere. Pero es profundamente político contra románticos, nietzschenianos, heideggerianos, existencialistas, teóricos críticos, posmodernistas, nacionalistas, verdes, teoconservadores, ateos moderados y muchos otros. Ese cambio de registro es lo que hace que el texto no este a la altura de las espectativas de trabajos anteriores.

No engaño a nadie si reconozco que tengo un gran respeto intelectual por Steven Pinker. Durante años, libros como ‘El instinto del lenguaje‘, ‘La Tabla Rasa‘ o ‘Los ángeles que llevamos dentro’ marcaron el debate académico internacional siempre con argumentos sólidos (y científicos).

Es más, no sólo simpatizo profundamente con su tesis de que «las ideas importan», sino que, a priori, estoy convencido de que los valores ilustrados han tenido un papel fundamental en el progreso de los últimos dos siglos. Pero me temo que este no es un libro sobre eso: es, esencialmente, un manifiesto político. Es un síntoma más de que ese Pinker ‘científico público’ ya no existe. Paradójicamente, las guerras culturales lo están convirtiendo en un opinólogo más.

William Davies decía en The Guardian que da la sensación de que «la política universitaria estadounidense» ha acabado por conseguir que sea el Pinker «más lúgubre y menos imaginativo» el que escriba el que debió de ser su gran libro sobre el progreso. Es una oportunidad perdida.

Ver más en:

https://www.xataka.com/investigacion/steven-pinker-y-su-defensa-del-progreso-como-un-libro-sobre-los-mejores-anos-de-la-humanidad-se-ha-convertido-en-la-polemica-del-momento

 

 

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