Es el festival de los festivales que en los últimos años se ha visto empujado por el fenómeno influencer y la llegada de grandes marcas.
Comenzó siendo un festival dedicado a la música alternativa y al espíritu libre y ha acabado siendo uno de los principales reclamos comerciales del mundo. El Festival de Coachella vuelve el próximo 13 de abril a la localidad californiana de Indio, lugar que durante casi 10 días recibirá cerca de 200.000 visitantes para asistir a un evento que ha adquirido cariz de acontecimiento mundial. Porque en esta zona desértica de Estados Unidos confluirán hasta el 22 de abril artistas, actores, modelos e influencers de todas las partes del mundo a los que, por supuesto, seguirán un buen número de marcas para patrocinar su visita.
La masificación de este festival, que este año cumple 15 años, ha venido de la mano del auge de las redes sociales y la tecnología, ya que su origen es radicalmente distinto de lo que se ha convertido ahora. Hoy por hoy, Cochella es una máquina de hacer dinero que el pasado año batió récord de ingresos con 114 millones de dólares (93 millones de euros) en menos de diez días, según Billboard Boxscore, convirtiéndose así en el primer festival de música anual en rebasar la cota de los 100 millones de dólares.
Pero, ¿cómo ha desembocado un festival hippy en el mayor evento de ‘postureo’ del mundo? La primera edición del festival se celebró en 1999 y fue puesto en marcha por una pequeña promotora musical, Goldevoice. Pero todo cambió cuando en 2001 fue adquirida por el gigante Anschuzt Entertainment Group (AEG), que controla buena parte de los eventos deportivos y culturales que se celebran en Los Angeles. Con este cambio, llegaron las estrellas, los carteles más comerciales y, con ellos, el público.
Y no un público cualquiera, pues en pocos años se llenó de famosos ataviados con estética hippy, convirtiendo a Coachella en el festival al que acudir para dejarse ver. Son habituales de sus conciertos celebrities internacionales como Paris Hilton, Lindsay Lohan, parte de los ángeles de Victoria’s Secret (Alessandra Ambrossio o Sara Sampaio), integrantes del clan Kardashian, cantantes como Selena Gómez o Nick Jonas y muchos influencers, los imprescindibles en cualquier fiesta.
De este modo, las marcas vieron la oportunidad de entrar en el festival y posicionarse como aliadas de la cita más trendy del mundo. Así, enseñas de moda y belleza como H&M, Adidas, Levi’s, Asos o Revolve y otras de diferentes segmentos, como Heineken, American Express e incluso Instagram, se han unido al evento patrocinándolo, celebrando fiestas VIP para sus exclusivos invitados y llevando a buena parte de todos los influencers y celebridades que allí acuden con todos los gastos pagados. Porque al festival le interesa que estos personajes compartan en sus redes su experiencia allí, creando un efecto llamada que haga que cada vez acuda más público a Coachella para intentar codearse con sus ídolos.
El cartel de este año lo encabezan Beyoncé, Eminem y The Weekend, que estarán acompañados de artistas de un escalón más bajo como Kygo, Jamiroquai, Cardi B, St. Vincent o Post Malone. También habrá hueco para un buen número de artistas menos conocidos y dedicados a la música alternativa, pero serán los primeros los que concentren a la mayoría de público. Estrellas internacionales que han hecho, como es lógico, los precios por acudir al festival suban como la espuma. Este año, el pase sencillo o básico por un fin de semana (se celebran conciertos durante dos fines de semana diferentes) ascendía a los 429 dólares mientras que las entradas VIP costaban 999 dólares. Como era de prever, ya están todas agotadas.
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