Queridos aspirantes a escritores: aquí una poética

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Compartimos las respuestas que dio la poeta polaca Wisława Szymborska a los lectores que mandaban sus textos para que se publicaran.

Contra las certezas. Wisława Szymborska (Prowent, 1923 – Cracovia, 2012) escribió que tenía en alta estima las palabras “no sé” y que “la inspiración, sea lo que sea, nace de un constante ‘no sé’”. Lo escribió en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, que se le concedió en 1996, y que ella llamaba “la catástrofe”. Lo que estaba diciendo ahí Szymborska es que la inspiración nace de las preguntas cuyas respuestas desconocemos. Sus poemas tienen todos los ingredientes de lo que más me gusta y en su justa medida, tiene humor, inteligencia, curiosidad, capacidad de análisis y observación, deseo de comprender el mundo y una gracia envidiable. Parecen simples pero ocultan una profundidad expuesta con claridad. “Mi poesía, como la vida, es una moneda: tiene una parte trágica y una parte cómica”, le dijo al escritor Félix Romeo cuando la entrevistó.

Una sección en una revista. La revista Vida literaria empezó a publicarse en 1951. En el primer número ya había un poema de Szymborska, que se incorporó al consejo de redacción en 1953 (y formó parte de él hasta 1981). La sección “Correo literario” se anunció en 1960. “Aparecerán las respuestas de la redacción a los autores que les envían sus obras”. Dos personas se ocupaban de esa sección y una era Szymborska. Teresa Walas recogió 236 de esas respuestas bajo el título Correo literario o cómo llegar a ser (o no llegar a ser) escritor en el año 2000 y que ahora publica la editorial Nórdica. El volumen incluye una entrevista de Walas a Szymborska y un prólogo –de donde he sacado toda esta información– a cargo de los traductores al español Abel Murcia y Kataryna Mołoniewicz. Cuenta Szymborska en esa entrevista que, con respecto a la sección, “no fue necesario inventar nada. Es una vieja tradición de las revistas literarias. Siempre ha sido necesario responder a algunos autores, sobre todo principiantes, sin escribirles cartas directamente a ellos”.

Una vida de lector. Las respuestas de Szymborska son audaces, ingeniosas, mordaces y sin contemplaciones. “¿Despiadada? Yo también empecé con poemas y con relatos malos. Y sé que eso de que echen un jarro de agua fría en la cabeza tiene efectos terapéuticos”, dice. “‘Mi novio dice que soy demasiado guapa para escribir buena poesía. ¿Qué piensan de los versos que adjunto?’. ‘Creemos que es usted, efectivamente, una chica muy guapa.’”, responde a una de las cartas recibidas. Szymborska insiste en la necesidad de que se tenga talento para escribir en muchas de sus respuestas (“pues bien, hay que tener algo de talento”, “Ninguna clase magistral, por mucha atención que uno ponga, puede ayudar a crear talento. En el mejor de los casos puede ayudar a ese talento, en caso de que ya exista, claro.”). Dice: “Todos los enamorados muestran una especie de talentillo temporal, pero, por desgracia, son raras las ocasiones, muy raras, en las que este resiste un parón sentimental”. A los que no tienen talento los anima a dedicarse a otras cosas (para las que puede que sí tengan talento) y les ofrece el consuelo de la lectura: “Le espera a usted una vida fantástica, una vida de lector, y de lector de los mejores, de lector desinteresado; la vida de un amante de la literatura, un amante que será siempre el miembro más fuerte de la pareja, es decir, no el que tiene que conquistar, sino el que es conquistado. Leerá usted las cosas más diversas por el puro placer de leer”. Como le explica a Walas, “intentaba que entendieran cosas elementales, les animaba a que reflexionaran sobre el texto recién escrito, a que fueran mínimamente críticos consigo mismos. Y, lo más importante, los animaba a leer libros”.

Una poética escondida. Más allá de la chispa y las respuestas ingeniosas, si se lee con atención –varias veces y quizá no del tirón para poder buscar– estas respuestas permiten acceder a la idea de literatura que tenía Szymborska, es decir, contienen una poética escondida y expresada con humor y ligereza, pero no sin reflexión. “En verdad, sería justo y admirable que la intensidad del sentimiento por sí sola determinara el valor artístico del poema”, escribe. O: “es mejor una única metáfora relacionada orgánicamente con la idea inicial del poema que mil quinientas parcheadas a posteriori”. También explica qué comparten todos los escritores –una pista: tiene que ver con la curiosidad–: “En las entrañas de un escritor con talento se arremolinan los más diversos demonios. E incluso si antes o después de escribir se encuentran adormecidos (o deberían encontrarse adormecidos), durante la escritura tienen una frenética actividad. Sin su ayuda, el escritor no podría adentrarse en las complicadas vivencias de los personajes”; “un escritor se forma en su interior, en el corazón y en la cabeza: gracias a una innata (lo subrayamos, innata) predisposición a abstenerse, a vivir de forma emocional las cosas más pequeñas, a asombrarse incluso ante aquello que a los demás les parece normal”.

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