El arte después de Andy Warhol

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El Museo Picasso inaugura el jueves la exposición ‘El arte mecánico’ y sirve en bandeja el debate sobre la revolución que entrañó la obra y la figura del artista.

Escribió el crítico e historiador Robert Rosenblum en 1964: «Las antenas del mundo del arte son tan sensibles a los síntomas de cambio histórico que cuando, en 1962, algunas galerías de Nueva York empezaron a exponer cuadros de temática vulgar, inmediatamente se diagnosticó un movimiento nuevo, el arte pop, y una absurda polémica se desató. Como suele ocurrir, pocos se detuvieron a examinar de cerca el arte del que se hablaba, y se pasó por alto cualquier tentativa de definir y discriminar; al contrario, enseguida se pergeñó un movimiento que había que aprobar o rechazar en bloque. Parecía obligatorio pronunciarse y se difundió la idea de que distintos críticos estaban rotundamente a favor o en contra. Pero, ¿en qué consistía este movimiento?» Como buen analista, Rosenblum hace la pregunta poco después de haber ofrecido la respuesta al referirse a cuadros de temática vulgar. Según este criterio, el éxito de masas que no tardaron en adjudicarse el mismo arte pop (fuese lo que fuese) y su más avispado mentor, Andy Warhol (Pittsburgh, 1928 – Nueva York, 1987) fue, por tanto, el éxito de lo vulgar. Precisamente, la aceptación masiva de la obra de Warhol entrañó una revolución en la historia del arte, una reordenación de la mirada de un alcance sin parangón; pero cabe preguntarse hacia dónde se proyectó esa revolución, qué podemos decir del arte y los museos después de que Warhol se convirtiera en leyenda a base de Marilyns y latas de sopa. Para contextualizar la cuestión, el Museo Picasso Málaga abrirá al público el próximo jueves 31 la exposición Warhol. El arte mecánico, que reunirá hasta el 16 de septiembre cerca de quinientas obras del artista estadounidense en todos y cada uno de los formatos que empleó, de la pintura al cine, de la fotografía a la serigrafía, incluidos, sí, sus trabajos más icónicos (procedentes de instituciones como el Andy Warhol Museum de Pittsburg y el Metropolitam Museum de Nueva York y de colecciones como la de Paul Maréchal). Para abundar en la paradoja, la exposición llegará a Málaga después de haber cosechado 228.000 visitas en el CaixaForum de Barcelona y más de 250.000 en el Madrid, donde se convirtió en la muestra más visitada de los últimos cinco años. Cuando The Rolling Stones cantaron aquello de It’s only rock and roll but I like it, se referían a él.

El comisario de la exposición y director del Museo Picasso Málaga, José Lebrero, recuerda que, para situar la cuestión en su ámbito preciso, conviene recordar que Andy Warhol comenzó a trabajar cuando en EEUU el expresionismo abstracto se había convertido en un lenguaje reverenciado por muchos, de modo que hubo quien vio en sus coloridos juguetes, directamente, un agravio: «Los admiradores de Willem de Kooning despreciaban a Andy Warhol. Muchos consideraban que así no se podía pintar. Y De Kooning no se podía permitir una competencia a semejante altura. Lo mismo pasaba con Rauschenberg. Lo curioso es que De Kooning y Warhol pintaron a Marilyn Monroe, pero de manera completamente diferente, y es en las diferencias donde encontramos las razones de por qué el gran público prefirió a Warhol. Es más fácil que la obra de Warhol, que se consideraba a sí mismo un artista comercial y que ya había triunfado como tal en los años 50, nos guste más. No provoca disgusto a quien mira. Cuando vemos una botella de Cocacola, tal cual, como la pinta Warhol, todos somos iguales: el rico, el pobre, el que piensa de una manera y piensa de otra. La sopa Campbell’s estaba en todos los supermercados de EEUU. Era imposible no identificarse».

«Warhol sigue la huella de Picasso a la hora de desarrollar la estrategia más conveniente para él»

Warhol obtuvo así el desprecio de lo que Lebrero llama «los partidos políticos del arte», pero el público se puso de su lado bien pronto: por primera vez aparecía en EEUU un artista que hablaba a la masa de tú y que no tenía reparos en sustituir a los viejos tótems por otros decididamente más frescos: «En 1964, Warhol recibía en sus fiestas de la Factory, su estudio de Nueva York, a gente como Tennessee Williams y Liza Minnelli. Pero los fotógrafos de prensa prestaban más atención a jóvenes a los que por entonces casi nadie conocía, como Bob Dylan, Susan Sontag y Lou Reed, cuya actividad sería fundacional poco más tarde. Eso sí, mucho de estos jóvenes no sobrevivieron a los 70. Hay algo irónico en esta historia: mientras los continuadores del expresionismo abstracto se suicidaban, hastiados y expulsados de un mundo que ya no podían reconocer como propio, sus sucesores se mataban a base de drogas y excesos». Cuando Lou Reed se refirió a Jim Morrison, lo hizo así: «Siempre pensé que no habría salido vivo de una noche en la Factory».

Eso sí, descarta José Lebrero la idea de que hubiese en Warhol una reacción consciente contra el expresionismo abstracto (cuestión que habría que dejar más bien en manos de sus galeristas) por una razón esencial: «La creación no suele funcionar así. Cada uno es hijo de su tiempo y de una determinada visión del mundo. No se trata de reaccionar contra algo, sino de buscar un elemento que funcione, desarrollar una estrategia. Eso lo vemos claramente en Picasso: sus cambios de estilo no corresponden sólo a una visión metafísica, también a una cuestión estratégica. Lo vemos claro en el éxito que tuvo el cubismo en Alemania: había urdida toda una estrategia para que así ocurriera». Respecto a Picasso, Lebrero recuerda que el mismo Robert Rosenblum ya se refería en 1975 al artista malagueño «no como un gran innovador ni un rompedor, sino como un clásico; habían bastado dos años después de su muerte para que pasara de ser una cosa a la otra»; igualmente, Warhol dejó de revestir hace ya mucho su aureola revolucionaria, y eso precisamente favoreció la atención que comenzaron a prestarle a gran escala los museos poco después de su muerte: «Un museo es por definición un lugar que tiene un compromiso con la memoria, y hay que admitir que Warhol ya es historia». Al mismo tiempo, «Warhol rebosa actualidad, tiene algo que ver con nuestro tiempo. Abrió caminos que no estaban abiertos, su legado ha permitido a muchos diseñadores y creadores hacer cosas que hasta entonces habían permanecido ajenas a lo artístico». Cambiando la trascendencia por el negocio, Warhol consignó un arte para todos, lo que obligó a redefinir el arte. Éste, claro, sigue siendo el reto.

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