Nueva Orleans: 300 años de la ciudad menos estadounidense de Estados Unidos

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«En Estados Unidos hay tres ciudades: Nueva York, San Francisco y Nueva Orleans. El resto es Cleveland». La frase es tan vieja que nadie recuerda quién la dijo. Parece que fue un estadounidense, cansado de la homogeneidad arquitectónica y urbanística de un país en el que el concepto de producción en masa es, más que una forma de fabricar cosas, una manera de pensar. Y eso incluye a las ciudades, que con sus suburbios blancos de chalés en parcelas cuadriculadas, sus downtown de rascacielos de oficinas y sus barrios negros e hispanos de casas subvencionadas (projects) parecen hechas en serie.

Nueva Orleans no salió de esa cadena de montaje. Es, más bien, un corta y pega de barrios. Tiene algunos de los guetos más pavorosos de Estados Unidos, como el Felons Flat. O sea, el llano de los criminales, un nombre que lo dice todo. Y tiene sus áreas bien, como el Garden District y Metarie, que son como Cleveland… pero en tropical.

Y tiene, evidentemente, el Barrio Francés, la única ciudad colonial digna de tal nombre de EEUU, aunque no le llegue a la suela del zapato a las ciudades viejas de, por ejemplo, Cartagena de Indias o La Habana. El Barrio Francés es la cuna de Nueva Orleans. Fue hace ahora 300 años cuando Jean-Baptiste Le Moine de Bienville la fundó. No fue una elección casual: el Barrio Francés es una de las poquísimas zonas de la ciudad que no puede ser inundada por el Misisipi, que forma aquí un delta tan grande como Asturias antes de verter 17.000 metros cúbicos de agua por segundo -el equivalente de 400 veces el Ebro – al Golfo de México.

Pero el Barrio Francés no sólo es la cuna de Nueva Orleans. A medida que la erosión causada por el ser humano destruye el delta y deja la ciudad más expuesta a las inundaciones, será su epitafio. Un epitafio muy español, formado por unas pocas calles coloniales en cuyas paredes hay placas de azulejos puramente españolas con leyendas como ésta: «Cuando Nueva Orleans era parte de la Provincia Española de Luisiana (1762- 1803) esta calle llevaba el nombre de Calle D Tolosa». Nueva Orleans fue española 41 años. Y francesa, 44. Si Godoy y Carlos IV no hubieran cometido la estupidez extraordinaria de entregársela a Napoleón fundamentalmente a cambio de nada, la Historia podría haber sido diferente.

Así que la ciudad que están visitando los Reyes este fin de semana es mucho más española de lo que los españoles creemos. Es, en realidad, muchas cosas: española, francesa, indígena -Luisiana es uno de los estados con mayor población nativa de EEUU-, africana y latinoamericana. Es católica en un país protestante. Es de idioma romance -francés y español- en un país de lengua germánica. Es amable, feliz y hospitalaria en la superficie, pero clasista, violenta y racista de corazón.

Tanta mezcla presenta la cuestión de si Nueva Orleans es verdaderamente una de las tres ciudades de Estados Unidos o si, más bien, es o no una ciudad de Estados Unidos. Muchos de sus habitantes responden a esa cuestión con otro dicho: «La última ciudad de Estados Unidos es la primera ciudad del Caribe».

Napoleón accedió a vender Luisiana a EEUU cuando los esclavos negros de Haití se rebelaron y echaron a los franceses para instaurar una dictadura aún más salvaje que la propia esclavitud que habían sufrido. Sin Haití, Nueva Orleans no tenía sentido estratégico para Francia, porque su única función era llevar suministros a los ingenios azucareros de la isla. Nueva Orleans, para Napoleón, era parte del Caribe. Culturalmente, sigue siéndolo en muchos aspectos, con sus viejas mansiones señoriales destartaladas entre las buganvillas por las que caminan negros muy pobres, su violencia desatada y sus calles infames. Esta semana un camión estaba rellenando de asfalto un bache inmenso en una de ellas, se cayó en otro bache todavía mayor y se quedó atascado en él.

La mayor ciudad de Luisiana es la única de Estados Unidos que ha tenido un barrio rojo legal, y desde hace más de un siglo. Evidentemente, se trata del Barrio Francés. Que, como ya se ha explicado antes, debería ser el Barrio Español. O el Barrio Franco-Español. A fin de cuentas, su calle más famosa es Bourbon Street. Y Bourbon viene de Borbón.

Bourbon Street ocupa un lugar especial en la cultura estadounidense. Hasta que hace seis décadas llegó el rock and roll, y con él los jukebox, que permitían que la música sonara en los bares sin que hiciera falta una banda, era la capital mundial del jazz. Hoy, la calle está cortada al tráfico, llena de borrachos y stripclubs, y huele igual que un cubo de basura que se haya dejado a 35 grados al sol y con una humedad ambiental del 80% durante un par de días.

Es un Barrio Francés que queda muy lejos del que hospedó el stripclub Noche de Alegría, de La conjura de los necios, la novela de John Kennedy Toole, pero que recuerda a la edad de oro glandular decimonónica de Charles Johnson en La trata, acaso el mejor libro sobre la esclavitud que se haya publicado en EEUU, y uno particularmente incómodo en esta época de corrección política, porque narra la historia -ficticia, pero verídica- de un cargamento de esclavos de contrabando fletado, precisamente, por un negro libre y mafioso de Nueva Orleans.

La Nueva Orleans que cumple 300 años es más parecida a la de Johnson que a la de Toole. Es tan violenta que muchos vecinos rehúyen las brass bands -los famosos desfiles de músicos de jazz que cruzan la ciudad- por el riesgo cierto de que el festival acabe en una balacera. La ciudad, además, sigue luchando por recuperarse de Katrina, en 2005. Hoy, Nueva Orleans tiene 100.000 habitantes menos que cuando la tormenta casi la destruyó. Tras el huracán, el poder en Luisiana se trasladó 100 kilómetros tierra adentro, a la capital del estado, Baton Rouge. Una ciudad con la misma personalidad que, precisamente, Cleveland.

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