Así hacen arte las nuevas generaciones en Colombia

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Los artistas emergentes diversifican estilos, aplican a todas las convocatorias y luchan por valorar su trabajo. ¿Qué tan difícil les toca?

En el mundo del arte, la categoría ‘joven’ puede aplicarse a diferentes situaciones. El primitivista francés Henri ‘el Aduanero’ Rousseau, de finales del siglo XIX, solo se dedicó de lleno a la pintura cuando ya rondaba los cincuenta años. Así, cuando comenzó a exhibir sus obras era un artista desconocido, y muchos relacionaban su nombre con esa sensación de novedad y frescura que ofrecen los más jóvenes. Por eso, ha cogido fuerza en el mundo del arte el término ‘emergente’. No importa si un artista tiene 60 años, se le puede definir así si apenas comienza a exponer.

En primer lugar estos artistas producen obras con técnicas diversas y temáticas de todo tipo. Además, tienen varias opciones para sortear obstáculos recurrentes como la financiación de sus obras y encontrar lugares donde exponer.

Con respecto a ese último punto, en algunas ciudades del país han surgido iniciativas institucionales para facilitar las primeras exposiciones. Emiliano Valdés, curador general del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), le contó a SEMANA sobre el Programa c, que busca precisamente abrirles una sala del museo a artistas que nunca han expuesto allí. “La exposición va de la mano de un curador, también relativamente nuevo, y cuenta con los fondos del programa y con todos los brazos del museo: comunicaciones, montaje, etcétera”, puntualiza Valdés.

Hasta el momento, 12 artistas han pasado por el programa del MAMM. Entre ellos Gabriel Botero (1981), quien expuso Taller de arena, obra que buscaba armar una narración a medio camino entre la historia industrial y artística de Antioquia por medio de elementos como la arena o la madera. Otras obras se han acercado a experiencias físicas y corporales, como lo hizo Lorena Espitia (1983). Esta artista bogotana expuso Deja de seguirme, estrella mañanera, compuesta por pinturas y esculturas que exploran los reflejos de objetos que se ven al cerrar los ojos.

Además, ya no solo está involucrado Medellín sino también Cali: el Museo la Tertulia ha hecho seis exposiciones del Programa c, lo que ha aumentado el alcance y difusión de este espacio, como dice Alejandro Martín, curador de La Tertulia. En Cali ha expuesto, entre otros, Gustavo Toro (1982), con su obra A propósito del lugar, que explora asentamientos humanos en geografías difíciles.

Si bien Programa c abre las puertas de dos importantes museos colombianos a artistas emergentes, un gran número de ellos se quedan sin exponer, pues los lugares institucionales no alcanzan. En esa línea, el Espacio Odeón en Bogotá ha respondido a dicha demanda, pues se ha convertido en un escenario propicio para que artistas emergentes presenten obras casi siempre inéditas. Tatiana Rais, su directora, añade que para Odeón “es importante incentivar obras hechas de forma colaborativa. Estas nuevas generaciones de artistas han roto con el mito del artista solitario: hoy, cada vez más, artistas trabajan con músicos, cineastas, editores”.

Rais señala un punto que tiene que ver con otra característica de las obras de los emergentes de hoy: sus propuestas utilizan técnicas diversas y no se atan a una sola temática. En otras palabras: un emergente puede hacer un lienzo al óleo que se pregunte por la corporalidad, y otro puede decidir expresarse por medio de un performance que critique la violencia estructural del país. Para Emiliano Valdés, esto señala que ahora “hay más apertura en los temas artísticos pues hoy en día, los artistas prácticamente pueden abordar cualquier tema”.

Sin importar la temática, todos estos artistas se preguntan cómo vivir del arte. Claramente, muchos de ellos no tienen todavía el renombre para recibir grandes sumas por obras en las que gastan meses o años de trabajo. Juan Pablo Uribe (1992), ganador del primer lugar del Premio Arte Joven 2018 de la galería Nueveochenta, comenta que muchos de sus colegas han tenido que dedicarse a otras profesiones o a la academia mientras trabajan en su obra en su tiempo libre.

«Paisaje (para Carlos Rojas)» obra de Juan Pablo Uribe. Foto: Cortesía Juan Pablo Uribe 

También va tomando fuerza la opción de trabajar colectivamente. Es el caso del colectivo artístico Laagencia, de Bogotá. Sebastián Cruz, uno de sus cinco miembros (Santiago Piñol, Mariana Murcia, Mónica Zamudio y Diego García), asegura que ese modelo de trabajo les permitió trabajar en el taller que tienen en Chapinero, pues comparten los costos. Sebastián añade que Laagencia “siempre ha buscado romper con la auto-precarización del artista”. En ese sentido, se denominan una fundación “sin ánimo de pérdida” porque saben que su trabajo vale. Como quieren, entre otras cosas,  generar comunidades creativas, siempre que arman un proyecto con otros artistas, a todos les pagan por igual.

Con este panorama, y sin olvidar que el artista recorre siempre un camino culebrero, los emergentes saben que tienen opciones para exponer, una cantidad infinita de temas por tratar en sus obras y el apoyo de un gremio que defiende el valor de su trabajo.

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