Claudia Piñeiro: «La literatura debe permitirse las zonas grises»

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La escritora argentina publica ‘Quién no’ y ‘Elena sabe’ al tiempo que recoge el Premio Carvalho

Vamos por el principio. Jorge Luis Borges fue editor de una colección de novela policiaca a la que llamó ‘El séptimo círculo’ -lugar donde Dante encerró a los violentos en el infierno-. Quizá por eso Argentina siempre ha sido un lugar donde se ha escrito, y muy bien, novela negra, a veces por grandes autores como Ricardo Piglia o Juan José Saer. Una de las autoras más populares en la actualidad es Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) que con títulos como ‘Las viudas de los jueves’ o ‘Betibú’ ha seducido con historias fuertemente vinculadas al presente del país. Con dos novedades bajo el brazo, el libro de relatos ‘Quién no’ y la reedición de una de sus novelas más dolorosas, ‘Elena sabe’ (ambas en Alfaguara), la próxima semana visitará Barcelona para recibir el Premio Carvalho en BCNegra.  Habla a través de la línea telefónica desde su domicilio de Palermo, en Buenos Aires.

No sé si llegó a conocer a Manuel Vázquez Montalbán.

No personalmente, solo le he leído. Pero me han hablado tanto de él que tengo una idea muy aproximada de cómo era. A veces me asalta la imagen de su muerte en el aeropuerto de Bangkok.

Era un autor muy analítico con un sentido muy crítico de la realidad al que todo el mundo recurría para analizarla.

Eso mismo me dijo un periodista español y yo me dije que eso era algo que también me ocurre a mí. La prensa suele buscarme para que opine de todo. Yo me impongo no opinar de lo que no sé.

Pero no se esconde, se ha convertido en una líder de opinión de la política argentina. ¿Cómo lo lleva?

Creía que en medio del debate sobre la ley del aborto que todavía no se ha aprobado, yo tenía una responsabilidad cívica. Ese tema siempre ha estado en mi literatura desde ‘Tuya’, la primera novela que escribí aunque fue la segunda en publicarse, y en ‘Elena sabe’ o en los cuentos que se publican ahora. Es un tema que me convoca. Cuando las organizaciones feministas -aunque no milite en ninguna en concreto- me pidieron que interviniera en el Congreso sentía que tenía que hacerlo, no porque vaya a decir cosas muy distintas a las del resto del colectivo sino porque tengo más oportunidades de ser escuchada. Pero me expuse mucho porque sufrí agresiones en las redes.

El jurado del premio dijo que era usted un referente ético. ¿Se puede ser eso y novelista policiaca?

Hay una gran diferencia entre la ética y la moral. Yo creo que la literatura tiene que ser inmoral. Y luego está la ética, ¿pero qué significa eso? ¿No mentirle al lector? ¿Hacer una literatura sincera? ¿O serlo respecto a lo que una está contando? En mi novela ‘Las grietas de Jara’ hay un personaje que se da cuenta de que todo lo que le han dicho sobre el Estado de bienestar es mentira, que el capitalismo no le va a proteger pese haberse portado bien. No sé si es ético pero me encanta que ese personaje se rebele y de un paso en falso hacia la zona gris porque la literatura debe permitirse esas zonas grises.

Hay un prestigio en la novela negra en Argentina que quizá no tenga parangón en otros países.

Es verdad y hay que culpar a Borges por eso.  Él tiene un ensayo que dice que Poe no inventó el relato policial sino al lector policial y que a partir de ahí podríamos leer cualquier texto como si fuera una novela de ese género. ¿Por qué Cervantes no quiere acordarse de dónde vivía Don Quijote? ¿El hidalgo caballero es el asesino o es el muerto? Así un lector entrenado de esa manera podría obtener textos distintos.

¿Qué cree que la novela negra puede aportar a la hora de analizar la realidad argentina?

Más que analizar la función del escritor es mostrar esa realidad. Luego vienen los especialistas y analizan pero nosotros hemos puesto el foco. La novela policiaca está muy cerca de lo social porque no puedes explicar un país sin contar sus crímenes. Lo que sucedió este fin de semana en México, la tragedia de la gente que fue a robar combustible. Eso no puede darse en cualquier país. Otro ejemplo es el de Japón, donde la gente muy mayor roba para ir a la cárcel para encontrar techo, comida y compañía. La xenofobia de Suecia es distinta a la discriminación que puede haber en otros lugares.

¿Argentina, con esa oscuridad de su pasado, sus desaparecidos, es un triste sustrato para la novela negra?

Bueno, tenemos secretos como en todas las familias. También ustedes tienen sus muertos en las cunetas.

Sí, pero nosotros no tenemos psicoanálisis. Hemos verbalizado esa ausencia mucho más tardíamente.

Es verdad y eso ha alimentado mucha literatura. Creímos que a partir del modélico juicio que se hizo a los militares habíamos llegado a un consenso. Dijimos ‘Nunca más’ y creímos que para todos era así. Sin embargo, con esta ola mundial de manifestaciones de ultraderecha, hay gente que se atreve a decir que el gobierno de los militares no estaba tan mal.

Es usted la quinta mujer en recoger este premio y la primera latinoamericana, ya sea hombre o mujer, en recibirlo. ¿Qué cree que ha aportado la mujer al género?

Creo que nos preocupamos más por los pequeños detalles y eso da una textura diferente al conjunto. Después los crímenes son más o menos iguales para todos. A veces me miran mal porque me gusta saber cuánto tarda un cadáver en endurecerse o ver que clase de larvas invaden los restos que se dejan en el campo.

Tratándose del tema que la ocupa ¿sufre cuando escribe?

Cuando escribo no, pero a  veces me he visto llorando cuando leía para revisar las pruebas. Como autora no sufría pero como lectora sí. Ahí dejo eso para el psicoanalista.

¿Le ha ayudado el psicoanálisis a escribir?

Sinceramente, sí. He pasado por distintos tipos de análisis, el cognitivo, el freudiano y el lacaniano. Este último se basa en la búsqueda de la palabra, que es exactamente lo que hace el escritor.

Autor: Elena Hevia

Ver más en: El Periódico

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