El cuadro de la ‘Muchacha en la ventana‘ de Dalí lo realizó antes de su fama como pintor surrealista. Un óleo sobre cartón del año 1925. Esta obra en la actualidad se conserva en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y es de los cuadros de mayor popularidad del artista. Vamos a conocer curiosidades sobre esta obra.
Muchacha en la ventana de Dalí, la musa era su hermana
La protagonista fue su hermana Ana María, a la que ha había pintado en varias ocasiones. Cuenta con un estilo muy acusado donde también se puede ver en su obra un Retrato de Buñuel. Unas obras donde la luz es muy importante, donde se puede decir que entra de forma lenta a través de la ventana, en una clara inspiración por el pintor barroco Vermeer de Delft, el cual tiene muchas composiciones basadas en una figura femenina y una ventana, caso de La lechera o Muchacha con collar de perlas.
Pertenece a su periodo formativo
La Muchacha en la ventana es una obra de su periodo formativo, que abarcó del 1922 al 1926. En esos años se mostró como un pintor bastante perfeccionista, lo que se relaciona con su carácter obsesivo que siempre mantuvo como artista.
Para él su obsesión era la hermana y contemplar la costa, algo que a los obsesionaba. Ese mismo carácter hizo que en décadas posteriores, algunas obras tan importantes en el Surrealismo, como son La Metamorfosis de Narciso o La persistencia de la memoria, en este caso todavía vemos un artista de estilo realista.
Su tierra le inspiró
Su inspiración es clara en cuanto al clasicismo más mediterráneo, algo muy lógico si pensamos en donde nació Dalí, la Costa Brava de Girona, y el lugar donde pintó la obra, su propio pueblo de Cadaqués.
Nos presentó a su hermana, que utilizaba profusamente para establecer tipologías femeninas. Era una muchacha rotunda, bastante volumétrica y podríamos decir que casi voluptuosa, algo debido a la luz tan violenta que como podemos ver entra a raudales por la ventana.
El cuadro mismo podemos decir que es una ventana. No hay objetos, además de la cortina, que pueda recorrer el espacio en el que nos encontramos. Por otra parte, podemos plantearnos una continuidad de color entre el vestido y el mar, pues fluye todo con la armonía propia de la contemplación más pausada.
Lo cierto es que tanto el pintor como nosotros, los espectadores, vemos el mar con los ojos de Ana María. Un cuadro, sin duda, muestra de su talento.
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