Cuando los árboles tienen sed

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Basilio Sánchez, último premio Loewe, publica en poco más de un año dos libros con su poesía meditativa y esencial

Basilio Sánchez (Cáceres, 1958), último ganador del Premio Loewe de poesía, es un autor de larga trayectoria y de obra compacta y depurada desde sus orígenes en el ya lejano 1984, cuando fue accésit del Adonais con A este lado del alba, pero sobre todo a partir de Los bosques interiores (1993). Poesía meditativa y esencial, propicia a contagiarse del temblor de la naturaleza y de las consignas básicas de la vida: amar, contemplar, recordar, compartir, soñar, reflexionar. En poco más de un año ha publicado dos libros: Esperando las noticias del agua(2018) y el premiado, He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes.

Cuando los árboles tienen sed

El primero es un libro poema compuesto por 48 “fragmentos” en el que recorre la experiencia de una pareja de jóvenes amantes en un espacio natural amenazado aunque en gran parte virgen. Es un canto al amor en su fusión con la naturaleza, una búsqueda de la sustancia última de un sentimiento no por misterioso menos real, que se impone si el medio natural afirma su vocación frente a la devastación que intereses ajenos a lo humano provocan.

El agua es la salvación y la esperanza, el agua alimenta los cambios y es símbolo de feracidad y de vida aunque también sin el agua “lo secreto sobrevive”. El amor, y la vida, en una pugna por salir de la desolación de la sequía: “Aquel año se agotaron los pozos”, escribe en el fragmento XXVII afianzando así la declaración del primer verso del libro: “Fue el año de la sed”. Los insectos, los árboles, el desierto, las piedras, los pájaros, no viven sin el agua. Tampoco la relación amorosa sin medio en el que enraizarse. El mundo y sus raíces, el conocimiento del ser, lo originario. El agua.

Cuando los árboles tienen sed

En el libro galardonado con el Loewe, ese hilo que une al sujeto poético (y al poeta) con la naturaleza (la sed y el deseo) nos lleva al cauce por el que se distribuye el alimento que nos nutre, a la fuente de la vida: “Hay un olor de agua y de resinas”. Es decir, el medio nutricio y la savia que le da sentido. Todo cuanto nos rodea en un escenario precivilizatorio aporta sentido a la existencia, es la realidad verdadera que el mundo contemporáneo ha ido relegando y prostituyendo. El sujeto poético tantea en lo telúrico y radical.

En el nogal, paradigma y símbolo de lo originario, más que en la tumba de quienes lo tuvieron todo, se vivifica la posibilidad de fundirse con el paisaje, ser parte de un universo en el que las ruinas conviven con los bosques, con el cobre de una lámpara o con un río. En poemas esenciales, austeros y luminosos, Sánchez despliega toda una poética, una teoría del lenguaje (“plagado de signos invisibles”) que parte de la complejidad visible a la luz, a lo esencial del conocimiento, al lugar imaginario que todo lo resume y concentra: “El que busca entender el firmamento / se concentra en una única estrella”. Basilio Sánchez busca, en el poema, la frontera del silencio, regresar “al caldo primigenio”. Al origen.

Autor: Manuel Rico

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