Enrique Larroy. Horizontes basura
Casi cinco décadas de trabajo dan para mucho y la realidad, la propia y la ajena, te lleva por caminos imprevistos, aunque a veces circulares, donde la llegada no está lejos del punto de salida. Si uno repasa la trayectoria profesional de Enrique Larroy (Zaragoza, 1954) puede constatar las diferencias posibles entre su primera exposición, en 1973, y lo posterior hasta la actualidad. En aquella, titulada 56 kilos de mercancías, subrayaba la pretensión metalinguística y conceptual del trabajo, pero en ella también el azar era esencial pues hacía los cuadros soplando pigmentos licuados, con los que creaba masas grisáceas que luego enmarcaba en geometrías esquemáticas (lunares, cuadrados….). Lo azaroso y el marco no parecen haber cambiado mucho desde entonces, aunque desde el punto de vista plástico sus propuestas han sufrido un pulimento refinado hasta llegar a la culminación que supusieron sus instalaciones recientes en el CAB (Centro de Arte de Burgos) y sobre todo en la Lonja zaragozana. En ellas, pero también en la mayoría de lo hecho desde hace muchos años, las formas se sucedían de manera improbable y los colores se tornaban en protagonistas. En todas esas décadas su propuesta básica no parece haber cambiado mucho, la combinación entre un punto de partida conceptual y la tentación por el hedonismo, la atracción simultánea por la reflexión y por lo sensual. ¿O se trata también de tener en cuenta que una obra creativa no anclada en una idea flota de manera evanescente, se diluye en el aire?
Horizontes basura es su nueva serie de 26 obras sobre papel de tamaño mediano, realizada a partir de una inversión del proceso con el que ha estado operando los últimos años. De ella se pudieron ver algunos precedentes en la misma galería A del Arte y en el CAB, donde presentó de manera respectiva sendos conjuntos construidos con basura plástica. Y papeles de la serie Horizontes basura fueron enseñados de forma aislada en un par de galerías en Madrid, y también en A del Arte. Pero es ahora cuando presenta un conjunto amplio creado a partir de ello, lo que permite analizar ese trabajo con detenimiento. Para su elaboración ha rescatado elementos utilizados para la confección de series anteriores, materiales considerados como basura (cintas para pegar, papeles de periódicos o cartones), que ahora tienen la oportunidad de ser protagonistas. Hay que aclarar no obstante que se trata de materiales estetizados, si bien de una manera atípica y no consciente, ya que no son presentados en su estado original sino pintados o manipulados, fruto de esa relación con su uso original como instrumentos. El artista los rescata ahora para incorporarlos al papel, previamente tratado mediante pinceladas más o menos aleatorias, con las que crea un fondo, un horizonte, para las figuras que va a disponer, aquellos materiales de desecho. A continuación coloca estos, aunque no de una manera azarosa sino calculada, en función de cómo cree que van a actuar mejor.
El proceso, dicho está, supone la inversión de lo que ha estado llevando a cabo en los últimos años, trabajos donde el color cobraba un rol esencial. Hay que recordar que en esas obras anteriores el camino seguido era la yuxtaposición, esta vez sí azarosa y a la manera de un collage, de pinceladas, campos cromáticos, formas de todo tipo, texturas diversas, materiales manufacturados, fotografías y otros elementos, en relación con espacios ocluidos que el pintor no descubría hasta el final del proceso.
Es fácil entender que en esos trabajos, que alcanzaron una intensidad visual embriagadora -desde luego en su intervención mencionada en la Lonja zaragozana-, el azar era un elemento fundamental, mientras que los papeles de Horizontes basuraestán ejecutados con orden, en combinación con el gusto por la pintura y las formas de todo tipo (pero no puedo dejar de advertir una paradoja: el proceso es ortodoxo, una construcción progresiva que va superponiendo elementos de manera ordenada y, sin embargo, parte de materiales, la basura, contaminados con colores y pinceladas aplicados de manera aleatoria, resultado de un proceso muy poco calculado). Elementos de contraposición que una vez más remiten al origen de gran parte de lo que Enrique Larroy lleva realizando desde joven, esa tentación simultánea por el rigor como punto de partida y la sensualidad de las formas.
Si uno repasa lo que ha hecho en cerca de medio siglo de actividad ininterrumpida comprueba una coherencia que raramente ha salido de ese esquema, presente en sus inicios más conceptuales, en los cuales trabajaba con la materialización de los propios elementos con los que contaba (los cincuenta y seis kilos de mercancía eran precisamente el peso de los materiales expuestos). Un desarrollo del trabajo que mantuvo a lo largo de las décadas posteriores, las de 1980 y 1990, más austeras visualmente que el derroche posterior y marcadas por cierta contención que, uno intuye, tiene relación aun indirecta con la llamada pintura metafísica de aquellos años pero que sin embargo nunca dejó de tener lazos con aquella escisión, mantenida como hemos visto en sus trabajos recientes. Al fin y al cabo, como él mismo dice, comenzó exponiendo en una galería muy cercana a su casa, en el barrio donde sigue viviendo y A del Arte, donde ahora presenta Horizontes basura, se encuentra enfrente de aquel primer espacio. El camino circular a casa.
Autor: Pablo LLorca
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