Estudiante de Lukács y más tarde su asistente, sobreviviente del Holocausto, fue una apasionada de la política y una de las pensadoras más productivas de la posguerra.
La filósofa húngara Ágnes Heller, que fue estudiante de György Lukács y durante 25 años enseñó teoría política en la New School for Social Research, en Nueva York, murió este viernes a los 90 años, según informó la Academia Húngara de Ciencias.
Aún no se conocen los motivos de su muerte, pero según señalan sitios húngaros, la intelectual, una de las más destacadas de los últimos tiempos, se ahogó en el lago Balaton, ubicado a cien kilómetros de Budapest, cuando se metió a nadar desde la playa de la casa de veraneo de la Academia y nunca salió. Más tarde, la policía encontró su cuerpo.
Nacida en Budapest en 1929 en el seno de una familia judía de clase media, Heller fue sobreviviente del Holocausto, pero perdió a gran parte de su familia en el campo de concentración de Auschwitz. Sólo ella y su madre sobrevivieron.
Desde 1947, año en que se unió al Partido Comunista, fue alumna del filósofo marxista y teórico literario Lukács y más tarde se convirtió en asistente de su departamento. Disidente y perseguida por el socialismo húngaro, fue despedida de su puesto académico junto con Lukács por razones políticas después del fallido levantamiento húngaro de 1956 contra el gobierno soviético.
Autora del emblemático Sociología de la Vida Cotidiana, era miembro central de la Escuela de Budapest. Se doctoró en filosofía en la Universidad de Budapest, en 1968. Se desempeñó como profesora de varias universidades de Hungría, como la de Szeged y la de Budapest, así como de otras ciudades del mundo y era experta en ética, historia, estética, así como en filosofía cultural e histórica.
Después de la muerte de Lukács en 1971, los miembros de la Escuela fueron víctimas de persecución política y quedaron desempleados. Heller y su esposo, el filósofo Ferenc Fehér, junto con muchos otros miembros de la Escuela, eligieron el exilio en Australia en 1977.
Luego, en 1986, emigró a los Estados Unidos, donde suplantó a la filósofa alemana Hannah Arendt en la New School for Social Research de Nueva York, donde dio clases durante 25 años. También impartió clases también en universidades de otras ciudades del planeta, como Berlín, Sao Paulo, Torino o Viena.
«Ya no temo por mí misma. Si no lograron eliminarme en la fábrica de la muerte nazi o silenciarme bajo el imperio soviético, tampoco lo lograrán los soberanos. Pero temo por el mundo, por los adultos y los jóvenes de hoy y mañana», señaló en una entrevista al diario La Repubblica de Italia.
Definía al terrorismo como «una ideología» y «un modo de vida»: “La guerra contra el terrorismo no es cultural. Pero el terrorismo sí es una cultura. Una ideología, un modo de vida, un conjunto de convicciones y deberes, no solo actos de violencia. Para los terroristas es ‘virtud’, porque asesinan a los ‘cruzados’. El enemigo absoluto así constituido es típicamente totalitario. Pero hay elementos de una novedad absoluta. Por ejemplo, el Estado Islámico no representa ninguna nacionalidad y no es un Estado, aunque se autodefina así: es una horda de fundamentalistas que odia al resto del mundo”.
Ágnes Heller había visitado Buenos Aires en octubre de 2017, cuando vino a recibir un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y a dictar una serie de conferencias.
Algunos de sus libros son El hombre del Renacimiento (1963), Hipótesis para una teoría marxista de los valores (1974), Teoría de las necesidades en Marx (1978), Una filosofía de la historia en fragmentos (1999) y a Sociología de la vida cotidiana (2002). En este último libro, explicaba las bases para la reproducción de la sociedad: «Para reproducir la sociedad es necesario que los hombres particulares se reproduzcan a sí mismos, como hombres particulares. La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres particulares; a su vez, crean la posibilidad de la reproducción social»
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