El arte ya no quiere mecenas sin escrúpulos

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Los museos llenan sus paredes y las empresas se promocionan. Parece un trato ideal para promover el arte, pero actualmente arrecian las protestas contra el arte promovido por mecenas cuyas fortunas tienen origen dudoso.

La escritora moravo-austríaca Marie von Ebner-Eschenbach puso el dilema sobre la mesa: «Habría mucho menos mal en el mundo si el mal nunca pudiera hacer cosas en nombre del bien”. Su frase se eleva ahora como una espada de Damocles sobre los grandes museos del mundo, ya que reciben elevadas donaciones de polémicos mecenas, como las industrias farmacéutica, armamentística y petrolífera. En Estados Unidos y Reino Unido, las protestas arrecian por este motivo. 

Los Sackler y el Louvre

El apellido Sackler decora desde hace décadas las paredes de museos, universidades e instituciones. Concretamente en 1997, los Sackler dieron al Louvre unos 10 millones de francos. El célebre museo parisino, en agradecimiento, nombró varias de sus salas con el apellido de esta familia de millonarios. La fortuna de los Sackler procede de Purdue Pharma, consorcio farmacéutico que fabrica el analgésico Oxycontin, del cual la familia es socia mayoritaria. Se trata de un medicamento muy adictivo, al cual se hace responsable en Estados Unidos de la crisis de opiáceos.

Un grupo de activistas protesta desde hace meses contra los entramados financieros del consorcio con diversas instituciones culturales de renombre. El Museo Metropolitano y el Museo Guggenheim de Nueva York, así como la Tate Modern de Londres, ya anuciaron el pasado mes de marzo de 2019 que rescindían su colaboración con esta familia. El Louvre fue más allá y retiró del edificio los paneles con el nombre «Sackler”. Allí donde la retirada no fue posible, se procedió a cubrir el apellido.

La fotófraga Nan Goldin pide a las instituciones culturales que se aparten del mecenazgo de la familia Sackler.

Nan Goldin lidera la protesta

La fotógrafa estadounidense Nan Goldin se encuentra en la cúspide de la protesta. Según Goldin, ella misma logró escapar de la mortal adicción. Antes de una operación, le recetaron Oxycontin y se convirtió prácticamente en adicta. En el curso de poco tiempo, su dosis diaria se sextuplicó desde las 3 píldoras iniciales hasta las 18 diarias. Goldin exige ahora a la familia Sackler que no invierta más su fortuna en museos sino en las víctimas de la crisis de opiáceos y sus allegados.

El escándalo Sackler es uno de los más espectaculares en lo relativo a mecenazgos polémicos, pero no es el único. Está también el de Warren Kanders, quien gana dinero gracias a gas lacrimógeno que después se emplea contra los migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México. Además, el consorcio de Kandler, Safariland, podría estar implicado también en otros conflictos mundiales. Por ese motivo, varios artistas han retirado sus obras de la Bienal de Whitney, abierta desde el pasado mes de mayo de 2019.

El execrable mecenas de Christo

Tampoco en Europa faltan los conflictos de este tipo. El Museo Británico de Londres, uno de los más importantes del mundo, se encuentra bajo presión. Activistas del clima exigen a la dirección de la institución londinense que rescinda su contrato de mecenazgo con la empresa petrolera británica BP. También hubo voces críticas en la Bienal de Venecia 2017 contra el mecenazgo del consorcio armamentístico italiano Beretta, que en 2016 puso su isla privada a disposición del proyecto «Muelles flotantes” del artista Christo. «Los responsables de los museos deben observar con atención con quién se relacionan”, dice Andreas Hanser, historiador y experto en mecenazgo. «No deben dejarse abusar por el dinero de empresas que quieren mejorar su imagen”. Pero Hanser opina que, en líneas generales, el mecenazgo no es algo malo y seguirá ocupando un lugar importante en el fomento de la cultura.

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