Los libros que querrás leer en estos meses

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De la esperada secuela de ‘El cuento de la criada’ a lo nuevo de Vargas Llosa. Un cargamento de lecturas para la nueva temporada

La literatura busca lectores. La industria literaria, fans; es decir, masas de fieles que esperan cada año el libro de su autor favorito y que aseguran que las cuentas cuadran. Y lo que vale para el autor favorito, vale también para el género favorito: las distopías, el feminismo, el mundo rural, la adolescencia, los libros de duelo, la inagotable novela negra… Para tranquilidad de los industriales, este otoño viene cargado de grandes nombres. Para suerte de los lectores, algunos han escrito obras que se recordarán la temporada próxima.

1. Criadas y robots

El fenómeno fan tiene dos expresiones: la búsqueda de la secuela y el miedo al spoiler. La primera ha llevado a Margaret Atwood a continuar en Los testamentos (Salamandra) una novela que escribió en 1985 y que tuvo que esperar a 2017 para que una serie de televisión la convirtiera en fenómeno mundial y semillero de metáforas políticas: El cuento de la criada. La segunda ha hecho que su lanzamiento —el 12 de septiembre— esté rodeado de secreto y que aquellos que han leído ya las peripecias de Defred cuando las puertas de la furgoneta se cierran a su espalda hayan tenido que firmar un contrato de confidencialidad que les obliga a privarse del mayor placer después de leer un libro: hablar de él.

El éxito televisivo de Atwood ha puesto de moda las distopías entre el público adulto —entre el juvenil ya triunfaban—, y algo de eso tiene la nueva novela de Ian McEwan, Máquinas como yo (Anagrama), el trío amoroso de un matrimonio con un androide y con dilema moral marca de la casa. Sucede en un Reino Unido ochentero, es decir, thatcheriano, pero marcado por dos circunstancias: Argentina ha ganado la guerra de las Malvinas y Alan Turing, precursor de la inteligencia artificial, no se ha suicidado. Por el camino de la distopía británica se mueve también Sarah Hall, que en Hijas del Norte (Alianza) relata la historia de un grupo de mujeres rebeldes a la Autoridad, con mayúsculas, en una comuna de las colinas de Cumbria.

Para certificar que el presente puede ser tan desasosegante como un hipotético tiempo sin tiempo, otras dos series de éxito jugarán sus cartas en los próximos meses: La chica que vivió dos veces (Destino), la sexta entrega de la saga Millennium, que ya vive al margen de Stieg Larsson, y, en el mismo sello, La cara norte del corazón, la precuela de la trilogía del Baztán de Dolores Redondo.

2. Madres y padres

Las novelas citadas tienen como protagonistas a eso que llaman mujeres fuertes, y a una muy particular, su madre, dedica Belén Gopegui un —solo por su extensión— librito surgido de una conferencia: Ella pisó la Luna. Ellas pisaron la Luna (Literatura Random House). El título juega con el hecho de que el padre de la novelista formara parte del dispositivo de la NASA que apoyó desde España la misión del Apollo XI en 1969, hace ahora 50 años. Mientras, su esposa, Margarita Durán, cuida de su hija Miriam, nacida con anoxia neonatal e incapaz de valerse por sí misma, y colabora con el padre Llanos en el Pozo del Tío Raimundo y con Amnistía Internacional para denunciar los crímenes de la dictadura argentina. “Hay cientos de miles de vidas de mujeres”, escribe la autora de Lo real, “que no solo merecen ser contadas, sino por las que hemos de luchar para que se cuenten, porque ganarle la pelea a las estructuras depende también de las historias que tengamos”.

De esas historias recuperadas tratan también libros que cuestionan el canon sociocultural como El coloquio de las perras, de Luna Miguel (Capitán Swing); Rituales cotidianos. Mujeres en acción, de Mason Currey (Turner); Supernovas. Una historia feminista de la ciencia ficción audiovisual, de Elisa McCausland y Diego Salgado (Errata Naturae); Damas asesinas, de Tori Telfer (Impedimenta); El vientre vacío, de Noemí López Trujillo (Capitán Swing), o Panfleto. Erótica y feminismo, de María Moreno (Literatura Random House).

Si la reivindicación de Gopegui se centra esta vez en el género, la de Édouard Louis —consagrado desde Para acabar con Eddy Bellegueule— se aparta esta vez de esa perspectiva, tan suya, para desplegar en Quién mató a mi padre (Salamandra) una crítica al capitalismo. Lo hace relatando en un centenar de páginas, que rozan el panfleto, la violenta vida de su progenitor, incapacitado por un accidente laboral y condenado a malvivir por la decisión de los gobernantes franceses (Chirac, Macron) de recortar las prestaciones sociales. “La historia de tu cuerpo”, anota, “acusa la historia política”. Louis cita siempre como uno de sus referentes sobre “la cuestión gay” al sociólogo Didier Eribon, que en el imprescindible Regreso a Reims (Libros del Zorzal) reconoce como pionera de “la cuestión social” a Annie Ernaux.

Coincidiendo con la entrega del Premio Formentor a la autora francesa, Cabaret Voltaire reedita Los años, y Tusquets, Pura pasión y El acontecimiento. Este último —relato de su propio aborto— es tal vez la mejor puerta de entrada a la obra de una precursora de eso que hoy llamamos autoficción. El mismo deseo de salir de la pobreza por el camino de la cultura que movió a Ernaux movió también a su compatriota Inès Cagnati, que en Génie la loca (Errata Naturae) narra la relación entre una madre y su hija en un universo históricamente gobernado por los hombres que se ha convertido en todo un filón editorial: el campo. María Sánchez, una de las revelaciones del curso pasado con el ensayo memorialístico Tierra de mujeres (Seix Barral), publicará este El agua trenzada (La Bella Varsovia), una antología de “nuevas poéticas de lo rural”.

3. Históricos y políticos

Entre la intrahistoria y la historia se mueve Tiempos recios (Alfaguara), la nueva novela de Mario Vargas Llosa, que llegará a las librerías el 8 de octubre, días antes de que se conozcan los dos premios Nobel que este año tratarán de cerrar la crisis que llevó a la Academia Sueca a suspender el galardón el curso pasado. Con un tono que recuerda La fiesta del Chivo, el Nobel de 2010 viaja esta vez a la Guatemala de 1954, cuando la CIA auspició el golpe militar que derrocó a Jacobo Árbenz bajo una acusación falsa: promover el comunismo soviético en América Latina. Una historia sobre manipulación y Guerra Fría que sorprenderá a los que reducen al autor peruano al estereotipo neoliberal. En su libro demuestra que, siendo amigo de Estados Unidos, es más amigo de la verdad.

Más rabiosa que la historia es, dicen, la actualidad. Los telediarios están llenos de libros si se sabe escribirlos

Más atrás en el tiempo, a la I Guerra Mundial, han viajado tanto Éric Vuillard en La batalla de Occidente (Tusquets) como David Diop en Hermano del alma (Anagrama) o Vera Britain en Testamento de juventud (Errata Naturae). Más lejos todavía, a la Edad Media, se ha ido Arturo Pérez-Reverte, que en Sidi (Alfaguara) recrea el destierro del Cid y su vida en la frontera entre los reinos cristianos y los musulmanes. Otro valor seguro para cualquier editor, Eduardo Mendoza, sigue su par­ticular periplo por la historia reciente con la segunda entrega de las peripecias del personaje que puso en danza en El rey recibe (Seix Barral).

4. Rabiosos y actuales

Más rabiosa que la historia es, dicen, la actualidad, que a veces se cuela en la literatura para demostrar que los telediarios están llenos de grandes libros si se sabe escribirlos. Es el caso del incendio de Notredame (Ken Follett, Notre-Dame; Plaza & Janés), el espionaje en la era Trump-Putin (John Le Carré, Un hombre decente; Planeta), el secuestro y violación de adolescentes en Nigeria a manos de los yihadistas de Boko Haram (Edna O’Brien, La chica; Lumen), los refugiados en Europa (Melania Mazzucco, Estoy contigo; Anagrama) y los migrantes en Estados Unidos (Valeria Luiselli, Desierto sonoro; Sexto Piso), el repunte de las drogas en ese país (Stephen ­Markley, Ohio; Alianza), el tráfico de órganos (Marina Perezagua, Seis formas de morir en Texas; Anagrama), la influencia evangélica en Latinoamérica (Santiago Gamboa, Será larga la noche; Alfaguara) o el atentado de Charlie Hebdo contado en primera persona por uno de los supervivientes (Philippe Lançon, El colgajo; Anagrama). Stendhal decía que la novela es un espejo a lo largo del camino. Los caminos son ahora autopistas de cuatro carriles. Si te saltas la salida de septiembre, terminas en la campaña de Navidad.

5. Adolescentes y artistas

Fan adolescente, como artista adolescente, es un pleonasmo. No es raro que la adolescencia sea un género literario

Como bien sabía Joyce, artista adolescente es un pleonasmo. Unos y otros son indómitos, ingeniosos, imprevisibles, inseguros e inclasificables, inmaduros en el mejor sentido de la palabra. Y en el peor a veces. Así son también los protagonistas de las nuevas novelas de David Trueba (El río baja sucio; Siruela), Javier Calvo (Piel de plata; Seix Barral), Delphine de Vigan (Las lealtades; Anagrama), Paolo Giordano (Conquistar el cielo; Salamandra), Nicolas Mathieu (Sus hijos después de ellos; premio Goncourt 2018, AdN) o Sally Rooney (Gente normal; Literatura Random House). Fan adolescente también es un pleonasmo. No es raro, pues, que la adolescencia sea un género literario.

6. Ladradores y mordedores

En La peor parte (Ariel), las desoladas “memorias de amor” que Fernando Savater dedica a la muerte de su esposa —se publican el 17 de septiembre—, el filósofo cuenta que tenían dos proyectos pendientes: un libro de fotografías y textos sobre los muñecos fantásticos que “atiborran” sus casas de Donosti y Madrid, y otro de conversaciones entre ambos en las que él hablaría sobre lo que “de verdad” le interesa. “En las entrevistas”, le decía ella, “nunca te preguntan sobre lo realmente importante porque solo te conocen de oídas”. Las entrevistas con Savater no pasaron de proyecto, pero este otoño verá la luz la recopilación de las que concedió uno de sus amigos: Rafael Sánchez Ferlosio. En edición de José Lázaro, Triacastela publicará las declaraciones a la prensa de un autor refractario al género: “Yo para las entrevistas no sirvo. No puedo contestar rápido. Soy fundamentalmente enemigo de la espontaneidad”, dijo ya en 1957. Pese a todo, el volumen contiene perlas de un escritor que era más tímido que arisco, que se consideraba “viejo casi de nacimiento”, que, como decía él mismo, ladraba pero no mordía y que no se tenía por intelectual: “El pensamiento, la reflexión, no precisan de especialistas. La política también concierne a todos, así que tampoco en este caso se justifica la especialización. Filósofos, políticos deberíamos ser todos, y después albañiles, carpinteros, matemáticos”. Todas las entrevistas habían sido publicadas entre 1957 y 2017 menos una muy especial: la hizo Félix de Azúa para la revista Archipiélago en 1998. Ferlosio no se decidió a publicarla y, para compensar, escribió unas páginas autobiográficas que ya son parte de la historia de la literatura: “La forja de un plumífero”. Este otoño tendremos, por fin, el relato completo.

Autor: Javier Rodríguez Marcos

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