El espejismo de la inclusión

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Cristina Morales

Lectura fácil

Barcelona, Anagrama, 2018, 420 pp.

Lectura fácil de Cristina Morales (Granada, 1985) es, al mismo tiempo, una novela feminista y una crítica del feminismo, un libro que pone de manifiesto un pensamiento feminista que se cuestiona, que da cuenta del erotismo de las mujeres y su injerencia en las relaciones de poder y que percibe al sexo como modo de apropiación del cuerpo y de uno mismo. La novela es incómoda, no del todo afortunada en algunos aspectos –como la articulación de las cuatro voces o la proliferación de tópicos que producen a veces la impresión de desparpajo– y, sin embargo, llega a poner en jaque al lector: al abordar temas como la discapacidad intelectual, el anarquismo, la sexualidad, la enfermedad mental o la heteronormatividad, con un tono desafiante y visceral, Morales se suma a las filas de autoras españolas que han hecho del cuestionamiento una poética y de la rebeldía una propuesta ética, como Sara Mesa, Eva Baltasar o Marta Sanz, por mencionar algunas.

En Barcelona, cuatro parientas con discapacidad intelectual –Nati, Patri, Marga y Àngels– comparten un piso tutelado. La columna vertebral del libro es la novela de Àngels, escrita con el método “Lectura Fácil”, que pretende explicar hasta la extenuación cada concepto a fin de favorecer la comprensión de quienes padecen alguna enfermedad mental: “En Lectura Fácil / hay que escribir frases cortas / o tú misma cortarlas, porque así se lee más rápido / y te cansas menos leyendo.” Novelista y tartamuda, es la que presenta menos discapacidad de todas y se encarga de relatar el papel que han jugado en sus vidas las crudis y las rudis, instituciones que buscan regular el comportamiento de las personas con este tipo de padecimientos. Patri, por su parte, parece ser la más preocupada por acatar las normas impuestas por la Generalitat de Catalunya. Ella misma lo afirma: busca “aprender, con los apoyos adecuados, las aptitudes y habilidades sociales necesarias para convertirme en un miembro de pleno derecho dentro de la comunidad, en una ciudadana integrada cuya diversidad funcional contribuye a la pluralidad”. Por otro lado, Marga, “prostiputa y buscona”, padece depresión e incontinencia sexual; cansada de las reglas inflexibles del Gobierno, solicita ayuda a un ateneo anarquista para llevar a cabo una okupación, descubriendo en el proceso un anarquismo no exento de sistematización, un anarquismo que, paradójicamente, se extravía en el laberinto de las normas. Pero el corazón trágico del libro es Nati, quien, a raíz de un accidente laboral, adquiere el “síndrome de las compuertas”, que la hace sentirse violentada y vulnerable, y que emplea, para protegerse del mundo, todas las herramientas retóricas a su alcance. Poco antes de doctorarse, y con una amplia trayectoria como bailarina, se convierte de súbito en el personaje con la mayor discapacidad y, a la vez, en la más lúcida, inteligente y contestataria.

Las páginas iniciales de Lectura fácil pueden dar una idea equivocada del libro. El discurso de Nati lleva al límite los lugares comunes de la vertiente más radical del feminismo: “Entre las siete u ocho alumnas hay un alumno. Es un hombre pero ante todo es un macho, un demostrador constante de su hombredad en un grupo formado por mujeres. […] O sea, un fascista. Fascista y macho son para mí sinónimos.” La línea argumental de Nati llega a ser en ocasiones cansina, pues su ideología –que ella tilda de “bastardista”, a raíz de un término acuñado por la boliviana María Galindo– consiste en estar invariablemente “en contra”: contra el patriarcado, contra el eurocentrismo, contra la alienación, contra la opresión, etc. Y, sin embargo, el lector descubre pronto que su insubordinación y su discurso no son mera alharaca. Si en Feminismo urgente. ¡A despatriarcar! Galindo explicaba que el deseo había sido domesticado y disciplinado durante la colonización, y que por ello prefiere hablar de bastardismo en lugar de mestizaje, Morales hace extensivo este concepto a varios de los temas de la novela, revelándonos, a través de sus personajes, lo que para ella es el auténtico feminismo: el de unas mujeres que se hacen cargo de sus deseos; unas mujeres que, pese a su condición, deciden ejercer su voluntad y ser dueñas de sus cuerpos y de sus vidas.

Aunque Lectura fácil es un producto de su tiempo –en la medida en que aborda algunos de los tópicos más relevantes de la actualidad–, es también, sobre todo, su caricatura y cuestionamiento, el espejo deformado en que se miran los movimientos sociales y las luchas ideológicas, con sus alcances y sus límites, pero también sus contradicciones: “No llores, Marga, le digo dándole un klínex. Debes consolarte con que ahora el Mercado tiene nombre de mujer: es el totalitarismo del Mercadona.” La corrección política y la ayuda humanitaria también se ponen en tela de juicio en esta novela para evidenciar que la sobreprotección y la victimización son dos caras de una misma moneda: el control. Bajo el espejismo de la inclusión, el bienestar y el bien común, el Estado procura el orden, es decir, el sometimiento. De ahí que el proceso de esterilización de Marga a manos de la Generalitat sea, a fin de cuentas, un brutal despliegue de poder que deviene en nada menos que la anulación del individuo.

Nadie está a salvo en Lectura fácil, pues lo que Morales pretende es dinamitar las certezas, las ideas preconcebidas y las convicciones establecidas. Por eso Àngels, después de memorizar las estrictas reglas del método de lectura, decide que lo verdaderamente importante es saltárselas. Porque solo la palabra, como instrumento de comunicación y de sedición, puede materializar su anhelo por la accesibilidad, la comprensión y la empatía: “Soy una escritora rebelde y universal / que ha tomado la iniciativa / de regenerar, democratizar y volver productiva la Lectura Fácil / sin miedo a saltarse las normas, / cueste lo que cueste, / caiga quien caiga.” ~

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