Imma Prieto: «Si algo nos ha dejado claro el siglo XXI es que la Historia hay que reescribirla»

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Sin experiencia previa en la gestión de centros de arte, pero con una amplia trayectoria como crítico y comisaria de exposiciones, llega a la dirección de Es Baluard la catalana Imma Prieto. Su primera misión: hacerse con el contexto balear

Una jurado convocado el pasado 21 de marzo por la Fundación Es Baluard y formada por Ferran Barenblit, director del MACBA, Rosa Ferré, directora de Matadero-Madrid, Karin Ohlenschläger, directora de actividades de Laboral, el artista Daniel García Andújar, los comisarios Neus Cortés y Enrique Juncosa, y la gestora cultural Eva Mulet fue el encargado de seleccionar a Imma Prieto como nueva directora del centro balear de entre las 24 candidaturas recibidas, en un concurso que se rodeó de la polémica al quedar desierto en primera vuelta al no cumplir ninguno de los solicitantes (cuatro en ese momento) con el requisito de conocer el catalán como lengua.

A ello se unió posteriormente que aunque el fallo se anunció para el 3 de junio, la fecha fue aplazada sine die con el pretexto del cambio de legislatura. Entre esa fecha y el 1 de octubre, cuando el Patronato de la Fundación ratificó a Prieto, ya no hubo noticias oficiales; tan sólo filtraciones de tres finalistas y a través de redes sociales. El retraso apuntaría a presiones ejercidas sobre el jurado, que además de defender a la candidata, tuvo también que proteger su autonomía e independencia.

Prieto (Villafranca del Penedés, 1975), catalana de nacimiento, entra en sustitución de Nekane Aramburu tras seis años en el cargo, y se incorpora con un contrato de cuatro, prorrogable por dos más y con la posibilidad de ampliarse finalizado este periodo de seis. Su retribución será de 60.000 euros brutos anuales.

Sin experiencia en la gestión de centros artísticos (algo que tampoco le ha pasado desapercibido al sector en la isla, y que en un primer momento avivó aún más la llama), ni contactos con el contexto local, a la barcelonesa le avalan quince años de trayectoria como comisaria independiente, escritora y profesora de arte contemporáneo y nuevos medios. Así explica el Es Baluard que recibe y el Es Baluard que quiere desarrollar a partir de ahora.

¿Qué le animó a presentarse al concurso? ¿Fue tal vez la invitación de algún miembro del jurado, como sucede en ocasiones?

No fue la invitación de ningún miembro del jurado, sino que fue iniciativa propia. De hecho, durante el último año barajé la idea de entrar en la institución. Yo vengo del comisariado independiente, tengo en él una experiencia de 15 años, he colaborado con muchas instituciones, quizás a un nivel más académico o con formatos más europeos de investigación. Pero en los últimos tiempos me he ido alejando de eso, renuciando a mi puesto en la universidad para dedicarme por entero al comisariado, lo cual era un riesgo, pero el que no arriesga no gana. Y en la institución hay muchas maneras de entrar: puedes hacerlo desde abajo, o asumiendo otro tipo de responsabilidades y cargos para los que es necesaria una experiencia.

Es cierto que las bases del concurso al que se presenta requerían experiencia en la gestión de centros, lo que levantó suspicacias porque usted no las tiene. ¿Cómo lo subsana?

Defiendo los concursos, es algo que ha costado mucho defender desde el sector. Pero eso no significa que lo tengamos ya todo hecho. Y, a veces nos acogemos a una serie de requerimientos que, en ocasiones, son cuestionables. Uno atañe a la dirección de centros. Con todo el respeto a otra tipología de museos, yo pongo siempre como ejemplo que, el director del museo del ferrocarril o el del vino podrían presentarse a dirigir un espacio como Es Baluard porque cumplirían el requisito de experiencia del que se habla en las bases.

Hombre, supongo que las bases dan por sobreentendido que se refieren a experiencia de gestión en el sector artístico.

Yo llevo más de quince años en el sector, y creo que la dirección de un museo requiere de una experiencia de conocimiento del ámbito tanto nacional como internacional. Hay una multiplicidad de factores, también geográficos, que nutren la experiencia. En este sentido, esto sí que creo que lo cumplo.

¿Por qué Es Baluard? Esto le pillaba lejos de casa.

Cosas que me han hecho elegirlo son, por ejemplo, su colección, interesante, que se presta a reinterpretaciones historiográficas. Hoy en día todos somos conscientes de que existen otras poéticas de la imágen e incluso otras gramáticas curatoriales que permiten leer las colecciones desde múltiples puntos de vista. También la cercanía geográfica, territorial… Cada ciudad tiene sus particularidades, pero esta es una ciudad mediterránea, y yo soy de Barcelona. De hecho, uno de mis proyectos es poner en marcha junto a otros centros un triángulo que una Barcelona, Palma y Valencia.

¿Cómo es el Es Baluard que propone?

Yo quiero que nos preguntemos de nuevo qué es un museo. La institución se presta a múltiples interpretaciones y, de hecho, en la última reunión de la Asamblea General Extraordinaria del Consejo Internacional de Museos (ICOM), que se celebró en Kioto, fueron incapaces de darle una definición. Yo eso me lo llevo a un terreno positivo, sin dejar de ser realista, y el desacuerdo lo asumo como un panorama que abre posibilidades, básicamente porque un museo es un organismo vivo, en transformación constante, como la sociedad, de la que es espejo. Si el museo es algo para mí, es sobre todo un espacio generador de conocimiento y saberes, y, sí o sí, ha de despertar y nutrir el espíritu crítico.

¿Y cómo se aplica todo eso al centro que dirige ahora?

Todo museo tiene una identidad que viene dada por su colección, que es un factor interno, pero también por un factor externo, que tiene que ver con su geografía, su territorio, su sociedad. Eso me obliga a pensar en el sector local, los profesionales del sector más cercanos, y, entre todos, decidir y pensar juntos qué queremos para este museo. Yo resumo en tres puntos mi proyecto.

Empecemos por el primero…

Es el que denomino «Arquitectura institucional», junto al segundo, «Red de conexiones», y el tercero, «Programación». No es que considere que la programación sea menos importante, pero sí que creo que no se puede llevar de un modo aleatorio y requiere de una estructura previa, que se fija en los otros dos puntos. La «Arquitectura institucional» nos obliga a mirar al presente, al pasado y la futuro. El pasado es lo que denomino «Colección, archivo y memoria». Eso pasa por reinterpretar la colección teniendo en cuenta las teorías culturales actuales, la geografía y el modo desde el que el presente puede hablar de otras gramáticas curatoriales. También pasa por hacerla viva, y eso lleva a que otros profesionales del sector, quizás el ámbito académico, el de la Universidad de las Islas Baleares, la conozcan y la empleen en sus clases.«Es cierto que desconozco el sector. Conozco nombres, pero si quiero incidir en la “excepcionalidad” no podemos estar repitiéndonos en las programaciones»

A su vez, el presente queda atravesado por la ciudad, la imagen y las pequeñas comunidades y colectivos. Eos implica crear un diálogo fructífero con la sociedad, en toda su amplitud, y aquellas dinámicas más «epocales» y a las que estamos obligados a prestar atención, como los feminismos –en plural–, el movimiento LGTBi, el cambio climático, la inmigración… Cuestiones que ocupan nuestro tiempo pero que no sabemos si en diez o veinte años seguirán encima de la mesa. Como forjan la ciudad, ahora sí que tienen que entrar en el museo con exposiciones, programas públicos, actividades… Y el futuro, lo que llamo «Imaginarios y visualidades», tiene que ver con la manera en que proyectamos todas estas cosas hacia el futuro.

Explíqueme lo de la «red de conexiones», el segundo punto.

Viene justificado por el hecho de pensar Es Baluard en su escala. Esto no es un MACBA o un Reina Sofía. Es un museo de escala media. Curiosamente, en la última Bienal de La Habana, en una mesa redonda, Manuel Borja-Villel explicaba que a las grandes estructuras, solo por la maquinaria que tienen que mover, les cuesta mucho más tomarle el pulso a la realidad. En cambio, nuestra escala hace que lo tengamos más fácil. Estamos mucho más abiertos a lo inmediato, al capital vivo y humano que generan y que el museo tiene que poder escuchar. Nuestra escala y la realidad económica que atravesamos obliga a trazar una red de conexiones, que ha de ser local, nacional e internacional. Tanto a nivel de producción como de investigación.

Nos queda la programación.

No puedo adelantar, nada. Prefiero ser prudente. Sí que adelanté dos años en el proyecto que presenté, pero ahora toca aterrizar y contrastarlo con el presupuesto.

¿Cuándo podremos decir entonces que «su museo» está en marcha, que su «firma» se hace patente?

El museo está funcionando desde ya. De hecho, hoy mismo me he reunido con cinco asociaciones del ámbito local generando ya otro tipo de actividad programática, de festivales a residencias. La semana que viene comienzo a trabajar en la red de conexiones a nivel nacional, con espacios como La Virreina en Barcelona o el Centro del Carmen en Valencia. En el ámbito internacional, estamos en contacto con la Bienal de Oslo, con la Kunsthalle de Stuttgart, teniendo en cuenta que la población alemana en la isla es importante, por lo que creo que es básico involucrar a sus autoridades…

Una de las exposiciones celebradas recientemente en el centro
Una de las exposiciones celebradas recientemente en el centro – ABC

Es cierto que a Es Baluard se le achacó hasta este momento su escasa relación con le contexto local. ¿Qué es lo más perentorio en este sentido?

Sobre todo, tenerlo en cuenta. Hoy me he reunido con Marina Planas, que además de su labor artística es la responsible de Casa Planas, en la que convergen muchos otros creadores. La semana que viene me quiero poner en contacto con otros artistas. Esto se traducirá en residencias o intercambios, porque –y no lo he comentado– para mí son importantes dos conceptos: el de excepcionalidad y el de internacionalización. Siempre bajo el paraguas del conocimiento y el espíritu crítico. Empecemos por hablar. «El director del museo del ferrocarril o el del vino podrían presentarse a dirigir un espacio como Es Baluard porque cumplirían el requisito de experiencia del que se habla en las bases y que a mí se me achaca»

Es cierto que desconozco el sector. Conozco nombres, pero si quiero incidir en la «excepcionalidad» no podemos estar repitiéndonos en las programaciones. No sé si es necesario repetir a un mismo autor dos o tres veces en diferentes programaciones. O exponerlo si ya está expuesto en una galería.

Que el catalán fuera un requisito para el concurso reducía muchísimo sus posibilidades de que este lo fuera «internacional». Pero mi pregunta no va tanto por ahí, sino por lo que confiesa: no conocer el contexto, que es al que tiene que responder, independientemente del idioma en que lo haga.

Cuando digo que no conozco el contexto me refiero a «personalmente». Muchos artistas locales están en mi proyecto. Pero a través de catálogos, de libros o como público de otras exposiciones. Yo, como tú, viajo muchísimo, y eso nos permite conocer a muchos autores. Otra cosa luego es trabajar con ellos. Como crítico, en tu caso, por tu pluma, por tu mano, ha pasado muchísima gente. Y no a todos los conoces personalmente.

También lo ha dicho antes: una cosa es lo que uno quiere hacer, y otra, los mimbres que tiene para hacerlo. ¿Qué museo se ha encontrado?

Sinceramente, subrayo dos factores muy positivos: el capital humano, el equipo con el que he dado. Creo que es maravilloso y ha dado la cara por el museo intentando no cerrar puertas, pese al parón de los últimos meses. Eso merece un respeto. Por otro lado, el emplazamiento: estamos en un lugar privilegiado, una ciudad con uno de los aeropuertos más importantes del Estado español, mucha población flotante, audiencias de una diversidad enorme. De eso también habrá que hacerse cargo. Las posibilidades son muchas, todo apunta a que se puede ir a mejor.

Hablaba antes de conquista lo de los concursos para seleccionar a los directores de museo. Pero uno repasa los nombres de los miembros de los jurados, y algunos se repiten como un mantra de un centro a otro. ¿No lo estamos dejando todo en manos de una oligarquía?

El concurso es obligatorio. Otra cosa es quién es el jurado. Yo a más de la mitad de los miembros del mío no los conocía. Y eso que cuanto mayor es tu trayectoria más posibilidades tenemos de conocer a más gente.

Yo no me refiero a que haya que tener trato con ellos. Independientemente de eso, son en buena medida siempre los mismos invitados a las mesa.

En mi caso, estaba gente como Neus Cortés, a la que no conocía de nada, y es alguien del contexto local; también Eva Mulet, de Pelaires, que tampoco, y que no creo que esté en muchos jurados…

Estaba Rosa Ferrer, estaba Ferran Baremblit…

Sí, pero era un jurado de siete personas. Estaba también Enrique Juncosa, de la isla, Karin Ohlenschläger, que acaba de entrar en La Laboral… Desconozco su agenda, y a cuántos jurados van. Era muy plural, y con ello no quiero ni defender, ni criticar a nadie.

No, ni yo. Le pregunto por el sistema actual de selección de directores o premios en el sector.

Nada es perfecto en este mundo y tenemos que apoyar la diversidad. Cuanto más plural sea el perfil del jurado, más interesante y más íntegro será su fallo. He de decir que yo tampoco es que me haya presentado a muchas cosas. Esta es la segunda vez.

Detalle de los interiores del museo
Detalle de los interiores del museo – Es Baluard

Ahora todos los museos tienden a lo transversal, lo orgánico, lo colaborativo… Eso esta bien, pero no sé si se están olvidando las grandes exposiciones y los grandes nombres.

A mí me interesa todo. Tengo muy claro que las modas son modas. Hay que escuchar al presente, pero un museo no es un espacio independiente que se puede permitir ciertos juegos. Por eso también apoyo los espacios independientes y creo que las políticas culturales deben apoyarlos. Al museo le compete también trabajar con la Historia. Y si algo nos ha dejado claro el siglo XXI es que hay que reescribirla.

¿No cree que los museos y los centros de arte se están convirtiendo en prolongación de las universidades? ¿No deja esa tendencia fuera de sus límites a muchos públicos?

No estoy muy de acuerdo con esto. Ojalá las universidades entrasen más en los museos, y viceversa. Cuanto más diálogos haya, mejor. Lo que sí está claro es que un museo debe ser generador de conocimiento. Pero los dispositivos mediante los que este conocimiento se pone a funcionar deben ser radicalmente distintos a los de la academia. Es más: es que permiten mucho más juego, pues son las exposiciones, los programas públicos… La academia, todo eso lo tiene mucho más cosificado.

Entonces, ¿por qué están siempre vacíos? Me refiero a los de la naturaleza e intereses como Es Baluard.

Es una pregunta que tenemos que hacernos siendo mucho más que críticos. Está claro que hay algo que se hace mal y rectificarlo.

¿Tiene alguna respuesta?

Todo pasa por una política horizontal en cuanto a ciudadanía. La información debe llegar bajo múltiples variantes. Justo por eso me estoy ya reuniendo con asociaciones de lo más variopintas. Pienso de verdad que un museo está abierto a toda la ciudadanía, que estamos al servicio de la sociedad, pero hay que saber que esta es múltiple, con subjetividades múltiples y distintas. Hay que trabajar para todas ellas y con todas ellas.

A la última directora, a Nekane Aramburu, se le achacó que muchos comisariados llevaban su firma. ¿Se va a revertir esta política?

Hay que equilibrar. Otra cosa será ver hasta qué punto esto es posible. Creo que la anterior directora llevó una labor formidable y, como ella misma ha dicho, y así me ha llegado, los presupuestos son los que son. Desconozco cuál fue su realidad o el motivo de sus decisiones. Tampoco si fue por una razón presupuestaria. No he hablado con ella, nos conocemos poco…

¿No ha hablado con ella?

Me felicitó, se lo agadecí, pero llevo tres días. Acabo de aterrizar.

Lleva tres días en el cargo, pero desde que le comunican a usted su nombramiento habrá pasado alguno más. Y el nombre se hizo público hace tiempo.

No tanto. Yo me enteré el 1 de octubre

. Y si te soy muy sincera, no me lo esperaba ya. Sobre todo porque a mediados de julio se hizo público, y de una manera un tanto rara, a través de Facebook, que la ganadora era otra persona. Yo lo leí, aunque luego fue borrado… Pero vamos, que hablaré con ella. Aún no se ha dado el caso. Oficialmente, llevo trabajando desde hace tres días. Y yo no soy de aquí, así que todo está pasando como en un tótum revolútum. Estoy empezando una vida sin conocer a nadie en la isla.

Ha mencionado el presupuesto. ¿Cuál será el suyo?

Creo que es similar al que ya tenía. Es una cantidad justa, aunque siento que hay que mejorarlo.

¿De qué dinero estamos hablando?

Creo que, aproximadamente, unos 200.000 euros para programación.

¿Cantidad “justa” de tamaño o “justa” de justicia?

Es un presupuesto justo de tamaño. Es pequeño. Lo veo bajo.

¿Cómo va a conseguir que se ensanche?

Dialogando con las instituciones. Espero que se pueda aumentar con las que ya colaboran y buscando nuevas colaboraciones.

¿Es partidaria de la iniciativa privada en la institución pública?

Creo que estamos obligados a ello, al menos de momento. Me gustaría que la situación fuera que la cultura tiene un extraordinario apoyo público que nos permite programaciones completas sin ayuda de lo privado, pero no es así. Y no está mal plantearse si organismos, sobre todo locales, que viven y disfrutan de la isla, así como de sus instalaciones e instituciones, participen y colaboren con nosotros. La cultura, en mi opinión, siempre es el patrimonio del futuro.

Su contrato es por cuatro años, prorrogable. ¿Cuál es el tiempo máximo que, a su parecer, debe permancer un director en su cargo?

Unos ocho años, pienso. Pero depende del tamaño de la institución. Una grande precisa de aterrizajes lentos y paulatinos porque las maquinarias son inmensas. Yo tengo claro que un buen trabajo pasa por el diálogo constante con el equipo. No sólo porque para mí es la primera vez que dirijo una institución. Si hubiera dirigido otras, siempre sería la primera vez que dirijo Es Baluard. Y cada equipo responde a unas dinámicas.

Usted ha ejercido durante años la crítica artística. ¿Está preparada para recibirla en el museo?

Espero que sí. La crítica es necesaria y defenderé siempre el oficio.

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