Marcos Zimmermann, fotógrafo ambulante: “Los argentinos somos un páis en busca d eun país”

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Lejos de la imagen del flâneur que se pierde sin rumbo por la ciudad y sus pasajes, Marcos Zimmermann (Buenos Aires, 1950) investiga en profundidad la geografía y la historia del lugar a recorrer. Sus fotografías no solo acercan imágenes que capturan un espacio o tiempo, sino que narran una historia. La historia de un país que, como dice Zimmermann, está conformado por muchos países. Así, tras miles de kilómetros recorridos, el fotógrafo irá adentrándose en el paisaje natural y urbano de la Argentina, en una búsqueda –acaso inalcanzable– por el origen.

A propósito de Paisajes, su última exhibición presentada en Galería del Paseo en Punta del Este (Uruguay), que reúne una selección de diez imágenes pertenecientes a su decimosexto libro Territorio (2018), aprovechamos para conversar con él acerca de su metodología de trabajo, de su proceso de producción y de la Argentina.

Marcos Zimmermann, Sudestada, Costanera Norte, Buenos Aires, 1994, Copia en gelatina de plata de 2017, 30 x 40 cm. Edición numerada. Cortesía del artista y Galería del Paseo (Punta del Este, Uruguay)
Luisa Fernanda Lindo: Territorio reúne 31 imágenes realizadas entre 1989 a 1997. ¿En qué se basó esa selección?

Marcos Zimmerman: La selección fue realizada por el curador, editor y fotógrafo argentino Gabriel Díaz, quien reunió esas imágenes bajo las coordenadas del tiempo y el espacio que atravesaron La Patagonia, un lugar en el viento (1991) y Río de La Plata, río de los sueños (1994). Es una selección de mis dos primeros libros y contiene al final una imagen de mi tercer libro Norte argentino, la tierra y la sangre (1999), que es un retrato de una pareja, hombre y mujer, en la iglesia de Lules en Tucumán. La idea que me propuso Gabriel era resumir en una serie de imágenes el espíritu de la tierra, de la Argentina. El libro, por otro lado, fue editado con su editorial y es parte de una colección que se llama Fotógrafos argentinos, que se ha presentado este año a pesar de haber sido realizado hace dos años.

LF: En tu statement mencionas que lo que caracteriza a tu obra son miles de kilómetros recorridos, y esto es algo indiscutible. ¿Te ha quedado algún lugar sin recorrer dentro de Argentina?

MZ: Bueno, por supuesto que me quedan lugares por recorrer de Argentina. Yo voy recorriendo el país desde hace más de 27 años y lo conozco en profundidad, no solamente en cuanto a los espacios físicos, sino que he tenido relación con mucha gente, sobre todo en dos de mis libros. Uno ha sido Norte argentino, la tierra y la sangre (1999) –que te mencioné anteriormente– y el otro Argentinos (2019), mi último libro. Esa relación hace que yo tenga una visión de la Argentina bastante profunda, y conozco medianamente –digo, porque la Argentina tiene un territorio de dos millones setecientos mil y pico de kilómetros cuadrados– lo que sucede en cada lugar; no solo los aspectos geográficos y físicos del país sino las situaciones sociales, humanas, etc. Yo me dediqué mucho a fotografiar los espacios intermedios. Siempre quise meter el cuchillo en lo que se refería a lugares y a situaciones sociales de Argentina y me interesaba que mi fotografía y mi obra y mi arte reflejaran una verdad sobre la tierra, que tiene que ver con mi posición como fotógrafo frente a cierto tipo de fotografías que son menos realistas, más abstractas o menos conceptuales. En cambio, yo he defendido siempre el valor documental de la fotografía.

LF: Los temas sobre los cuales giran tus series, por lo general, remiten a lo oriundo. ¿Podría considerarse este un movimiento inverso a la imagen que, por años, se ha sostenido de la Argentina mirando hacia Europa?

MZ: Esta pregunta es muy interesante porque yo nunca lo había pensado así, como una reacción a esa mirada de los argentinos hacia Europa. Yo siempre traté de remitirme y rescatar lo argentino porque, de alguna manera, los argentinos somos un país en busca de un país. Todavía no tenemos una identidad definida, por varias razones. La primera es esa que vos nombrás: que muchos argentinos, en la actualidad, descendemos de europeos, y otra razón es que el territorio es muy grande para la población que tenemos. Pero en el fondo, toda esta situación que vos planteás en tu pregunta de cómo los argentinos miramos hacia afuera y no miramos hacia adentro, tuvo en la historia de mi fotografía una marca muy importante. Yo empecé haciendo La Patagonia, un lugar en el viento (1991), un libro sobre el territorio más ancestral de la Argentina, porque allí hay huellas de pisadas de dinosaurios de sesenta millones de años; porque el espacio es casi infinito y el tiempo también se vuelve infinito. Después hice Río de La Plata, río de los sueños (1994), que hablaba de un territorio intermedio, más central de la Argentina, pero también hablaba de un tiempo histórico diferente: la acción y reacción de la conquista en nuestra tierra. Y se continúa con un tercer libro Norte argentino, la tierra y la sangre (1999) que, de alguna manera, completa el territorio en cuanto a lo geográfico y que, también, es un tercer periodo histórico en el tiempo y es la mezcla de sangres en el país.

LF: Es importante señalar que ese ‘afuera’ no son los países vecinos sino Europa y Estados Unidos.

MZ: Río de la Plata y Norte argentino son dos libros de reacción que hice durante el menemismo, un periodo neoliberal en la Argentina, así como lo fue el último periodo macrista, en donde los argentinos miraban para afuera y viajaban a Miami de compras. Yo traté de hacer libros que tuvieran que ver con nuestra tierra y que mostrara lo que había adentro, no afuera. Norte argentino estuvo pensado como retratos de personajes que tuvieran que ver con las diferentes etnias y formas sociales que tiene la Argentina en el norte. Eran todos retratos de personas mirando a la cámara, porque yo creía que ese libro –como así sucedió– lo iba a comprar gente de las grandes ciudades. Quería que ese interior del país, a veces denostado, a veces mudo, a veces silenciado, mirara a quien comprara ese libro y le dijera <<aquí estoy>>.

LF: Hay un gesto político en esa intención.

MZ: De alguna manera la política se metió en mi fotografía; mientras que en Patagonia y Río de La Plata tenía una importancia prioritaria lo visual, lo estético, Norte argentino ya tiene un carácter más político y pretende construir políticamente un sujeto que pueda interpelar a quien vea un libro de fotografía.

Marcos Zimmermann, Glaciar Perito Moreno, Provincia de Santa Cruz, 1990, Copia en gelatina de plata de 2019, 30 x 40 cm. Edición numerada. Cortesía del artista y Galería del Paseo (Punta del Este, Uruguay)
LF: Por otro lado, es interesante cómo las imágenes denotan el carácter de cada espacio, el cual, a su vez, remite a un territorio que las contiene. A pesar de que en esta selección no hay presencia humana física, es ineludible la pertenencia y la vinculación con un territorio aún mayor, que no es otro que la Argentina. ¿Acaso se podría plantear que es justamente ese territorio –que no deja de ser muchos– el que dota de argentinidad a quienes lo habitan?

MZ: Bueno, esta pregunta va más allá y no sé responderla, sinceramente, porque actúo como fotógrafo según mi instinto y mi raciocinio. Tengo algunas ideas sobre la fotografía y tengo algunas ideas sobre la política y tengo algunas ideas sobre nuestro país, por supuesto. Entonces, me parece que toda esa conjunción de cosas se resume, de alguna manera, como sustancia detrás de las imágenes, detrás de mi fotografía.

LF: Argentinos (2019) es un retrato social de un país que trasciende la imagen porteña, que por años ha sido la más representativa de la Argentina. ¿A quién va dirigida esta obra?

MZ: Bueno, este es el libro que más me costó hacer, por varias razones. Primero, porque el libro tiene muchísimas fotos; es mi primer libro fotografiado completamente en digital. Tomé cien mil fotos –aproximadamente– para ese libro. Pero no solamente por la cantidad y por el territorio que abarca el libro, que es toda la Argentina, sino por la dificultad de llegar a algunos lugares y tener permisos para una cosa y para la otra. Es un libro que quiero mucho porque lo quise hacer en 1998 y recién lo pude concretar ahora. Y es mi cuarto libro para completar esa tetralogía: Patagonia, Río de La Plata, Norte argentino y Argentinos. Respecto a tu pregunta de a quién se dirige, yo le debo mucho al interior de la Argentina porque ha dado mucho por el país. Buenos Aires es una ciudad impresionante y la más importante de la Argentina, pero es solamente uno de los aspectos de ella, porque hay muchas Argentinas. Entonces, Argentinos es el resumen de toda mi obra; es un libro que tuvo sesenta ediciones diferentes y cuatro años de trabajo, como han tenido casi todos mis libros. Este entender la Argentina y tratar de contarla, fue aprendido con el tiempo y fue contado de a poco; yo mismo fui entendiendo qué era la Argentina, andando. Este libro está dedicado a los argentinos y a tratar de desentrañar esta pregunta de cómo somos, qué somos, por qué nos pasan las cosas que nos pasan social, políticamente, etc., y hacia dónde queremos llevar nuestro país.

LF: Las imágenes que conforman el libro (Argentinos) denotan los pasos del fotógrafo y un profundo conocimiento, tanto del espacio como de las costumbres locales. ¿Cómo fue el proceso de investigación y cuánto tiempo duró?

MZ: Soy bastante obsesivo con esto y, a veces, he estado meses antes de salir a un proyecto, investigando. Creo que es fundamental para no decir pavadas y para no perderse sitios. Hay muchas de mis fotografías que esconden secretos. Las fotografías están hechas en determinados lugares porque hubo algo en ese lugar específico: o una situación social o alguna situación geográfica importante o porque el lugar es históricamente importante. Toda esa investigación me parece fundamental. En el caso de Argentinos, es un producto de toda mi vida como fotógrafo ambulante.

LF: Hay una gran cantidad de imágenes de espacios vulnerados y de alto riesgo. ¿Podrías contarme cómo es tu acercamiento a estos lugares y cuál es la distancia del fotógrafo?

MZ: El acercamiento de un fotógrafo puede ser de maneras diferentes; yo me meto de cabeza con la gente cuando tengo que fotografiarla. Te cuento un episodio que me parece el más descriptivo para contestar esta pregunta: fotografié una chica yendo a un barrio muy muy pobre de Barranqueras (Resistencia, Chaco) donde no quería entrar mi asistente, pero yo me metí con gente del barrio que me llevó de la mano. Era un barrio completamente inundado, y llegue a la casa de esta chica de diecisiete años, con su hermanita más chica, había muerto la abuela, la casa estaba completamente inundada y en un momento dado abrió un ropero, sacó un bebé y me lo puso en brazos. Se llama Pedro, me dijo. Entonces lo miré y tuve la sensación de que él había tenido su primera experiencia de la pobreza en esa inundación terrible. A la noche me agarró un ataque de llanto. A veces uno dice: me quiero involucrar, etc. y después tomás distancia. Creo que mi acercamiento e involucramiento ante estas situaciones es después exponerlas a otros. A pesar de que me acerco mucho, no soy un fotógrafo que se deja tomar por una sola situación y quedarse allí; como te dije antes, soy un fotógrafo ambulante y he fotografiado enormes espacios. Para ir de un lugar a otro, y volver a fotografiar mañana y pasado mañana y traspasado mañana, uno tiene que tener cierta objetividad con las cosas.

LF: En estos casi cincuenta años de labor fotográfica, ¿hay algún lugar u otra situación que te haya conmovido profundamente y que a día de hoy repercuta en tu memoria o en tu presente?

MZ: Además de la que acabo de comentarte, he tenido historias muy lindas y muy afectuosas. En el año 1997, cuando estaba fotografiando Norte argentino, fui a la comunidad La primavera, en Formosa, de la etnia Toba argentina que hoy se llama qom. Ahí conocí al cacique Fernando Sanabria, que nos recibió muy bien y tuve una muy linda experiencia con él. Cuando terminé el libro Norte argentino, le mandé un ejemplar de regalo, sin esperar respuesta, pero él me mandó la carta más linda que tengo de alguien, diciéndome que ahí tenía su corazón y su tierra. Entonces yo volví hace tres años o dos, haciendo Argentinos. Fernando ya había muerto pero el cacique actual es su hijo, Cristino Sanabria. Le mencioné la carta de su padre, le llevé un libro de regalo, conversamos como dos o tres horas y le pedí un permiso que refería a la carta: le venía a pedir permiso por su tierra y este consistía en que dejaran que mis cenizas las entierren allí. Pensó un rato y luego me dijo que sí. He tenido otras experiencias trascendentes, a mí me gusta ese mundo mínimo que luego se vuelve un mundo gigantesco. Por ejemplo, el flotar en un río, en una conversación de a cuatro, con otras tres personas (jangaderos) y bajar tres kilómetros en jangada por el rio Paraná mientras conversas y el río te va llevando.

LF: Comentaste que para Argentinos habías realizado 100 mil fotografías. ¿Cuál fue la determinante para la edición y selección de las imágenes del libro?

MZ: Hay algo curioso, yo tengo unos ciento diez mil negativos analógicos, hechos durante mi carrera como fotógrafo de casi cincuenta años. Para este solo libro hice más de cien mil tomas en digital, que te permite disparar, disparar, disparar y luego seleccionar. Ahora, la selección fue muy difícil. Hubo muchas maneras de selección. Yo soy bueno para ello, se trata de sacar lo que sobra y quedarse con lo esencial, pero quedó afuera otro libro. Mis editores, Dudu von Thielmann y Jean-Louis Larivière, de ediciones Lariviere, que son unos editores que jamás me han dicho: pon esto, saca esto, en este caso dieron una opinión que me ayudó.

LF: ¿En qué proyectos estás ahora y cuáles son tus próximas exhibiciones?

MZ: Realmente no lo sé. Acabo de cumplir setenta años, que es un número bastante interesante para estar un poco más tranquilo (risas). Seguramente las hormigas que me recorren me harán moverme hacia algún lugar y hacia otro proyecto. Hace tres meses parí este libro [Argentinos] y estoy en un periodo de descanso y de mascullar cosas.

Autor: Luisa Fernanda Lindo

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