Maite Aragón (Sevilla, 1977) es librera. Tras estudiar Música y Filología hispánica pasó un tiempo —poco— trabajando como librera en dos importantes cadenas nacionales. Ahorró lo suficiente para lanzarse a cumplir su sueño de dar la vuelta al mundo y justo antes de partir le surgió la oportunidad de montar su propia librería; el mundo le dio la vuelta. Desde entonces ha cambiado dos veces de local, multiplicando por diez el espacio para sus libros, ha impulsado varios encuentros y festivales culturales y acaba de relanzar la Revista Mercurio como coeditora.
Llegamos a Caótica en nuestro MINI electric, para descubrir un espacio cultural de más de cuatrocientos metros cuadrados en el centro de Sevilla. La librería promueve un estilo de vida urbano más sostenible; dispone de cafetería, biblioteca para socios y libros. Sobre todo muchísimos libros. Maite es impetuosa, dinámica y muy apasionada. Hablamos con ella de innovación, modernidad y ecología en estos momentos de transformación e incertidumbre para un sector tan importante y frágil como es el de las librerías independientes.
Ser librero es una profesión de riesgo.
¿Has leído mi estado de Whatsapp? Sí, obviamente es una profesión de riesgo. Desde luego, nada que tenga que ver con ese mito romántico del librero, lo decimos mucho. Se deja una la piel todos los días, solo por estar en el sector cultural o ser librería, y se arriesga incluso más de lo que se querría.
¿Cómo es la nueva normalidad librera?
La nueva normalidad librera es incertidumbre. Es caminar por una cuerda floja. Hasta hace unos días andaba muy enfadada con la estupidez machacona de que «la amenaza es una oportunidad». No tiene por qué serlo. La oportunidad existe si existe la capacidad de adaptarse, la también famosa exigencia de la «reinvención» a veces suena a eufemismo para ocultar la precariedad. Pero sí es cierto que algo como lo que está ocurriendo, una vez que sales del shock, es una oportunidad para hacerlo mejor. Sin este frenazo en seco no nos habríamos atrevido a reconocer que hay cosas que no funcionan y hay que cambiarlas.
Estudiaste música.
Música y Filología Hispánica. Lo primero parece mentira. Parece que fuera como en otra vida. Pero estoy muy agradecida a la influencia de la música en mi sensibilidad. Provengo de una familia con mucho talento para la música, para las artes en general, y eso te coloca en un lugar en el mundo.
Y empezaste con la librería muy pronto.
Cuando era pequeña, mientras mis amigas montaban casitas, mi hermana Carolina y yo jugábamos a montar librerías. Nos entreteníamos mucho imaginando cómo sería una librería del futuro, que sería, además de un lugar en el que se vendieran libros, un espacio cultural. Caótica se parece a lo que imaginábamos, me di cuenta al poco de abrir. Me estrené como librera en la Casa del Libro, en el año 2006, fue el primer trabajo que encontré cuando volví a Sevilla.
¿Qué recuerdos tienes?
Fue emocionante. Estaba tan orgullosa de haber conseguido ese trabajo como si hubiera adquirido una distinción social. Aunque mi tarea no era más que atención al cliente, durante una campaña de Navidad, nada recubierta de tal dignidad, estaba más en mi cabeza que en la realidad. En Fnac, al menos, se denominaba «vendedora cualificada». En la Casa del Libro lo de cualificada no figuraba en ningún lado, no sé cómo será ahora. Pero fue muy agradable ese inicio, era mi primer contacto con una librería real. Me estrenaba en una cadena que se llama la Casa del Libro, una de las más antiguas de España. Solo estaba incómoda con los temas corporativos, los colores un poco tristes, el chalequito y esas cosas, pero para mí fue apasionante hablar de libros con mis compañeros, con la misma pasión por la lectura sin sentirme un bicho raro. Aprendí muchísimo, pero no me dejaban hacer gran cosa más que esa atención general, intentaba prescribir pero no me dejaban prescribir, no tenía rango pero tenía mucha vocación. Después de estar estudiando el doctorado en Literatura en la Universidad de Puerto Rico, que no llegué a terminar, entrar a trabajar en una librería como esa, que podía ser un referente, era todo un logro. Pero pronto me supo a poco. Necesitaba más.
Con tus primeros sueldos ahorraste para dar la vuelta al mundo.
Sí, cuando recuerdo esa parte de mi vida me siento tan naíf, tan inocente, que ahora me sorprende muchísimo. Efectivamente, era joven, y como joven tienes intacta la capacidad de soñar; luego abandonas unos sueños por otros. Siempre he querido ser muy independiente —mis padres lo llevaban muy mal—, y a los dieciséis años ya era camarera, luego fui taquillera de cine —otra experiencia que me encantó— y después de trabajar en Casa del Libro surgió la oportunidad entrar a trabajar en Fnac Sevilla, coincidiendo con su apertura. Aquello sí que fue una apoteosis de identidad corporativa, hablando en plata, cuando te seleccionan para abrir tienda te hacen un «lavado de cerebro» para inocular en ti los valores de la empresa y el virus de una inmejorable atención al cliente como clave del éxito, pero un lavado de cerebro que funcionaba porque recuerdo una compañera que llegó a decir con entusiasmo « ¡Yo soy un producto Fnac!» —algunos se rieron, a otros se nos heló la sangre de miedo—. Cuando decías que eras librero o librera en Fnac la gente joven te endiosaba, y no era más que otro trabajo precario más: pocas horas, poco sueldo. Lo cierto es que, entre los compañeros, de nuevo bichos raros amantes de los libros, había mucha cohesión y pude aprender mucho de aquella época.
Cuando conseguí ahorrar doce mil euros —el dinero que según había leído en diferentes blogs especializados era lo que se necesitaba para dar la vuelta al mundo—, me surgió la oportunidad de montar mi propia librería. Estaba cansada de la Fnac, quería montar mi propio espacio librero en Sevilla. Cogí mis doce mil euros para dar la vuelta al mundo y pusimos en marcha la librería de viajes como una combinación de los dos anhelos. Confié en que el mundo seguiría esperándome. Cambié la vuelta al mundo por una librería de viajes, no sabes cuánto me arrepiento (risas).
En la Extra Vagante además de comprar libros se podía tomar una cerveza o un vino. ¿Cuál es tu concepto de librería?
De los viajes saqué esa idea. Antes incluso de tener la librería, en mis viajes siempre visitaba las librerías y observaba, conectada quizá con aquella preadolescente que imaginaba como juego montar una. El modelo librería-café es muy viejo. Pero, desde luego, tiene que ser un espacio híbrido y moderno donde lo importante son tanto los libros como todo lo que rodea la experiencia lectora: el olor, la música, el vino, el intercambio humano; un espacio vivo en el que la gente pueda transitar, encontrar otras personas con los mismos intereses y poder interactuar con los libreros. Un lugar en el que la conversación es muy importante y la música es una excelente compañera en la relación con el espacio: un refugio frente a la prisa y todos los peligros de ahí afuera.
¿Se gana más dinero sirviendo café y muffins a los hipsters o vendiendo libros?
Vendiendo libros, definitivamente, aunque desde fuera no lo parezca. Hemos tenido que soportar muchos comentarios sobrados que vienen a decir «claro, la facturación del bar soporta la de la librería, que es seguro deficitaria», y no hay nada más alejado de la realidad: es la librería la que a veces tiene que tirar del café. La facturación en libros, y eso da esperanza, cuadruplica la del bar. El café es una gran excusa para provocar la reunión, la charla; el olor a café y a bizcocho de chocolate horneándose crea una sensación muy acogedora.
Cuando parecía que todo iba bien, llega la gentrificación a vuestra zona y os tenéis que ir.
Llega la gentrificación a La Alameda. Se vio venir. La Alameda era un sitio chulo para ubicarse, porque era el bulevar cultural de la ciudad. Era una zona alternativa con una gran presencia del colectivo LGTBI, también era una zona de prostitución y drogas. Y había mucha actividad cultural.
¿Qué ocurrió?
Pues que un sitio con proyección cultural acabó convirtiéndose con el turismo en un bulevar gastronómico. Efectivamente, la gentrificación fue devorando la zona, los alquileres se fueron inflando de manera impensable, nosotros abríamos los domingos y las familias que paseaban agradecían encontrar la librería abierta además de los bares, además hacíamos cuentacuentos muchos domingos y apenas se cabía. Fue una gran decepción ver como los dueños de aquel edificio, a los que considerábamos afines a nuestros valores, apenas nos protegieron de la presión inmobiliaria. Se dejaron llevar por los cantos de sirena de la hostelería y fue nuestro barco el que se estrelló contra las rocas. Hoy hay un restaurante repleto de veladores, posiblemente muchos más de los permitidos. En Andalucía habría que reconfigurar las ciudades: los veladores están corroyendo todo el espacio urbano para el transeúnte y, si vamos a explotarlo como seña de identidad, por el clima y la identidad social ligada a la comida, no puede ser a costa de que los espacios públicos se conviertan en incómodas pistas de obstáculos. Nos costó reconocerlo, pero ellos se quedaron con el local y aquel, efectivamente, no era nuestro sitio.
Y entonces ponéis en marcha Caótica, una librería de cuatrocientos metros cuadrados...
Cuatrocientos treinta y cuatro metros. Esos treinta y cuatro metros de diferencia tienen su importancia (risas), es la diferencia que nos ha obligado a reabrir un poco más tarde que otras librerías. Hasta ese momento, no tenía conciencia exacta de nuestro tamaño…
… bastante potente.
Muy, muy potente. Es cierto que cuando cerramos La Extra Vagante, Joaquín y yo vagamos por la ciudad buscando posibles nuevas ubicaciones y a la vez nos planteábamos el dilema de si seguir o reciclarnos, si cambiar directamente de misión en la vida, como quien dice. Pero encontramos un local que nos animó a seguir. Es cierto que también mientras charlábamos de lo humano y de lo divino en ese momento en el que no sabes qué hacer con tu vida, nos encontrábamos con que la gente se nos acercaba, sin que fuéramos conocidos, y nos decía «¿Sois los de la Extra Vagante? Hemos visto que habéis cerrado, qué putada, pero vuestro proyecto no debe morir, tenéis que encontrar otro sitio. La librería no puede morir». Era como una responsabilidad, como si tú fueras el que atesoraba el sueño de los demás. Como si se cumpliera aquello de que cuando cierra una librería el mundo es un lugar más pobre. Y nosotros tuviéramos la responsabilidad de resucitar la fe en la humanidad.
Y eso os motivó a seguir.
Parecía una trampa, pero nos animó a seguir. Nos dábamos cuenta de que nuestros clientes y socios necesitaban esa esperanza. La Extra Vagante había generado un gran vínculo emocional con la gente de Sevilla y eso no merecía morir. Así fue como nos convertimos en depositarios del sueño de una gran parte de los lectores sevillanos. Nos empezamos a venir arriba y cuando estábamos a punto de alquilar un local aburrido, en otra ubicación con menos potencial, salió esta oportunidad. Vine a ver este local y algo visceral me decía que era aquí. Me encantó y llamé a los que podían a ser mis futuros compañeros de viaje.
La competencia no se lo tomó muy bien.
Para nada en absoluto. Entonces los libreros de la ciudad estaban, como todos, preocupados por el apocalipsis que anunciaban, a bombo y platillo, de la amenaza del libro digital y la impresión bajo demanda. Encontré mucha calidez librera como acogida. Fueron muchos los consejos, mucho el apoyo, la ayuda para despejar dudas, gracias a ellos cometimos menos errores. El modelo de la librería no era el modelo establecido (vigente en otras partes del mundo pero no en España; se llegó a criticar mucho este concepto por entonces por no considerarse «librería de verdad», es increíble como aún hoy puede generar rechazo por parte de una rara especie de «estirpe» librera o lectora, cortos de mira quizá), pero los libreros sevillanos fueron listos, se dieron cuenta de que el cambio había llegado a la ciudad para quedarse y, en seguida, se ofrecieron para cualquier ayuda que nos fuera necesaria. Fue vital ese recibimiento por parte del sector. Nos impulsó a hacer lo que habíamos venido a hacer, fomento de la lectura y la cultura a través del vínculo humano y la gestión cultural, con más fuerza y empuje si cabe. Y esa fuerza nos ha impulsado ya once años nada desdeñables. La apertura de Caótica creo que consiguió un hito en la historia de esta ciudad: se colapsaron las tres calles que daban a la puerta de la librería de gente que quería acudir a la apertura, tuvimos que improvisar un discurso desde el balcón para dar la bienvenida a las ochocientas personas que se agolparon en la calle hasta que abrimos y pudieron recorrer la librería. Fue sencillamente sorprendente, una muchedumbre así para inaugurar una librería independiente. Aquel día surfeábamos en adrenalina.
Apostáis por la literatura infantil.
Desde el principio, teníamos una microlibrería y la zona infantil ocupaba una tercera parte. En la segunda librería pasó lo mismo y en la tercera ha sido la oportunidad para desarrollarlo todo a lo grande. Ahora nos hemos vuelto locos: una sección infantil que está concebida como un espacio en el que llegar para quedarse, los libros al acceso de la altura de los niños, el suelo blando para hacerlo un espacio más seguro, un árbol gigante que casi se sale del edificio y una casita en el árbol, como un refugio. La idea era conseguir que la visita a la librería fuera para las familias una experiencia emocional inolvidable, asociarlo a los libros, a las historias y a la lectura. Desarrollamos el proyecto arquitectónico del edificio con otro apasionado con el que, afortunadamente, la vida nos cruzó: Carlos Pedraza. Con él y con su estudio pudimos convertir en arquitectura nuestra manera de concebir una librería como refugio, como espacio para el disfrute de lo sensorial, lo lúdico y para el encuentro. Sin él no lo habríamos logrado. Y encima es un proyecto sin acabar, en constante cambio y movimiento. Nos gusta decir que nunca es dos veces la misma librería, ya lo decía Heráclito (risas).
¿Está Caótica bien organizada?
No (risas). Pero no es una cuestión de las personas que integramos el proyecto, que también. El modelo de gestión de las librerías, tal como se configura en este momento, conlleva un exceso de gestión y papeleo que requiere de muchos, demasiados, recursos humanos. La selección de novedades, el control de stock y, sobre todo, las devoluciones de los libros no vendidos, de los fondos vencidos, dan un trabajo ingente que provoca un caos estacional. Según el flujo de ventas natural de la librería. Cada libro que tenemos en esta librería puede requerir cerca de diez documentos (con solo ser vendido una vez y repuesto) para entrar y salir de ella. Y tenemos unos cuarenta mil ejemplares. Multiplica. Es una locura. A los libreros nos gustaría poder dedicarnos más a lo esencial: leer y recomendar (lo que es igual a vender). Y enseguida se nota: cuando un librero o librera dispone de tiempo para la lectura, se refleja rápidamente en las ventas. Es un desperdicio tenernos a los profesionales de la lectura sobrepasados por albaranes, comprobaciones de albaranes, gestión de stock, inventario y demás tareas que son necesarias, hoy, para tener una librería. El futuro estará, y no puede ser de otra manera, en el valor de la prescripción. Así que hay que cambiar el modelo. Pero aunque cambie y, por soñar, deje de ser un sistema de gestión desmesurado, aquí seguiremos siendo caóticos. Defendiendo el caos, el desorden, como el origen y el poder de la capacidad de crear. Es en el caos donde surge la chispa de la vida.
En cuestión de naming eres muy original. ¿No te seducen nombres como Shakespeare, Bartleby u otros con origen en los clásicos?
Si te digo la verdad, el nombre de La Extra Vagante se le ocurrió a un amigo. Él propuso Extravagante y yo lo afiné al dividirlo en Extra y Vagante para que englobara la idea de viajar por encima de lo habitual. Se hicieron muchos juegos de palabras para contar con la sorpresa y que no fuera el nombre habitual de una librería. Cuando cerramos La Extra Vagante tuvimos que cambiar el nombre porque cambiábamos los integrantes y la sociedad que estaba detrás de la librería, ni podíamos ni estábamos dispuestos a pagar el precio de mantener el nombre y además nos dimos cuenta que habíamos cambiado de era, como quien dice. En las tormentas de ideas, hablábamos de caos y desorden y la reivindicación del caos como algo no necesariamente negativo. Era el boom de Marie Kondo. Es muy molesto tanta devoción por el orden, ¿dónde quedamos las personas caóticas y desordenadas? ¿Estamos excluidas? Siempre se habla de ser desordenado o caótico como algo malo. No olvidaré en la vida cuando fui a Hacienda a dar de alta la sociedad, Caótica S.C.A, Sociedad Cooperativa Andaluza, y el señor de la Agencia Tributaria, trabajando en su mesa muy ordenada, me dijo: «Espero, señorita, que la sociedad no haga honor a su nombre». Pues sí que lo hace. Menos mal que los impuestos no los presentamos nosotros, los presenta gestoría. En resumen: un nombre disruptor para un proyecto disruptor.
¿Qué apoyo institucional tenéis las librerías? ¿Hace algo en Ayuntamiento de Sevilla para evitar que todo el centro esté copado por la hostelería?
Las librerías necesitan el apoyo de lo público, el apoyo de sus ayuntamientos, porque damos un servicio cultural a la comunidad y no tenemos recursos propios suficientes para hacerlo a riesgo propio. La interlocución con el Ayuntamiento de Sevilla es muy rica, hay mucha predisposición, pero la ciudad se sigue abarrotando de bares, hasta saturarla, y no de espacios culturales; ellos tienen los medios para cambiar la proporción y saben que pueden contar con los agentes culturales: qué queda para conseguirlo. El Ayuntamiento de Sevilla creó hace unos años una subvención de fomento de la lectura que no tienen otras ciudades en España y es la envidia de los libreros de otras ciudades. Sin embargo, luego de que conceden las subvenciones y se ponen en marcha las actividades culturales, el Ayuntamiento puede tardar más de año y medio en pagarla y eso se convierte en un gran problema.
La ayuda se convierte en una carga.
Exacto. Esa es mi lucha con el equipo de Cultura del Ayuntamiento y de ellos con los interventores que, al parecer, son los que la lían parda en el proceso, o todos los eslabones necesarios para que esa subvención concedida cumpla su función y llegue a tiempo. Me los imagino como hombres grises, insensibles, que disfrutan con los problemas que nos ocasionan sus decisiones. Puede que la gestión de Cultura del Ayuntamiento sea más caótica que la nuestra. Estoy harta de que tanto el gobierno como los ayuntamientos nos copien el concepto (risas). Si te fijas, durante la crisis del coronavirus, a nivel mundial, de lo que más se ha hablado es de «caos». Si para gestionar una crisis hace falta gente curtida en caos, que nos llamen a nosotros. Entonces, qué ocurre: con el Ayuntamiento pasa lo mismo. Los responsables de Cultura siempre están disponibles para escucharnos y estudiar nuestras reivindicaciones, y eso no tiene tampoco precedentes en esta ciudad y es muy valioso, pero luego cuando lanzan una iniciativa para apoyarnos, los plazos que manejan y la burocracia que nos separa de la ayuda, hace que no sea efectiva. Si no cumplen con los plazos las subvenciones son una ayuda envenenada. Una trampa. Y estás al límite de decir: «Paso. Mejor no me ayudéis, no me deis nada». Pero lo cierto es que, sin muchas de esas ayudas, gran parte de la actividad cultural de la ciudad no se desarrollaría. Sale la subvención. Tienes un proyecto, y tienes fe en él, porque estás convencida de lo enriquecedor que puede ser ese proyecto para la ciudad, tu ciudad, porque sabes que una parte importante de la ciudadanía va a valorar, va aprovechar y va a agradecer tu esfuerzo. Y ahí estás otra vez, cumplimentando la solicitud sin dar crédito, al mismo tiempo que rezas, sin ser creyente, e intentas convencerte de que este año va a salir mejor lo de los plazos.
Desde tu inicio has apostado por la cooperativa como modelo de negocio. ¿Cuántos socios trabajadores sois ya? ¿Cobráis todos lo mismo? ¿Se valora la aportación de ideas al mismo nivel que la realización de inventario?
Desde el principio apostamos por el modelo de cooperativa, es cierto que teníamos una idea romántica de este modelo empresarial, igual que de la librería… Una idea romántica de la cooperativa, la economía social y el trabajo horizontal. Seguimos apostando por la cooperativa, pero a lo largo del proyecto hemos ido aprendiendo con la experiencia los matices o aprendiendo bien en qué consiste que en un grupo de personas se unan en igualdad de criterio y de peso a la hora de tomar decisiones y decidir el devenir de un proyecto empresarial. Empezamos siendo tres socios trabajadores y ahora somos siete. Y si superamos la crisis del coronavirus y la empresa vuelve a crecer, aumentaremos el número de socios, porque es el modelo que da estabilidad al proyecto. Cada uno aporta riesgo propio. No solo se valora la aportación de capital, que ha ido creciendo con el volumen de facturación, sino que se valora el perfil de la persona que solicita entrar en cuanto a lo que aporta de experiencia profesional, de fondo de lectura, de capacidad de prescripción y de relacionarse, de conocimiento de este y otros ámbitos, que también puedan servir como influencia en la reinvención constante a la que nos debemos y estamos condenados. Y no solo hace falta innovación, sino trabajo de fondo, como realizar un inventario de manera eficiente y mantener el stock sin fallo alguno. En ese sentido, a cada perfil se le evalúa según la necesidad del proyecto en el momento en el que se abre a un nuevo socio. El último en entrar, Javier, es una persona de la que se espera que aporte rectitud a nuestro inventario y pulcritud esmerada a nuestra gestión de stock. Y esperamos que lo defienda con su vida, si hace falta. Es eso o la muerte (risas).
¿Cómo fue el fichaje de Rafa Castaño? ¿Influyó que fuese famoso?
A Rafa lo fichamos porque era asiduo y era voraz, lo sigue siendo en medida que le deja la librería, para ser voraz se precisa tiempo (risas). Voraz en Caótica significa «lector voraz», de los diferentes tipos de socios consumidores, el «lector voraz» es el que tiene la cuota más alta, acorde, entendemos, con su mayor necesidad de adquisición de lectura. Compraba sus libros, se iba a la cafetería y se quedaba leyendo tres horas. A todos los libreros nos llamaba la atención por sus lecturas y por la conversación que se generaba en el mostrador cada vez que venía. Yo no sabía que él era famoso, para nada. Apenas veo la televisión. Yo empecé a hablar con él sin saber nada de los concursos, me lo tuvo que contar él «no, yo es que fui magnífico». ¿Magnífico en qué? (risas).
¿No le rompiste su ego?
Supongo que se lo rompí, pero también es un tipo muy humilde y él comprende perfectamente que hay mucha gente que no lo conoce mucho, y que su público más numeroso lo conforman los mayores de sesenta años y los menores de diez. Él lo explica muy bien: ¿quién ve la tele a esas horas? Señoras y señores a partir de sesenta; ¿y quiénes les acompañan? Sus nietos. Ese público le reconoce a la perfección y le idolatra. Él sabe quién puede ser su público y sabía que yo no lo era. Pero nos relacionábamos con total naturalidad.
Entonces lo fichaste…
Aquí viene mucha gente diciendo: «yo es que quiero montar mi propia librería». Yo me desinflo nada más comenzar esa conversación… Una vez puse un post en Facebook con un decálogo que reflexioné, muy en serio, de lo que hacía falta para montar una librería y Jorge Carrión lo usó para un artículo. Alguna vez lo he vuelto a leer, después de pasar unos años, y volvería a decir casi lo mismo. No sé si serviría ahora en esta era postcovid, puede que no. Rafa me dijo que quería montar una librería y le dije, como le digo a todo el mundo, «olvídalo». Luego insistió y como parecía que tenía tantas ganas le dije: «¿Tú de verdad quieres saber lo que es una librería? ¿Tienes tantas ganas que te vendrías con nosotros de aprendiz, sin cobrar, solo para que nosotros te enseñemos de qué va esto y luego, si sigues queriendo, te montes tu propia librería?». Y dijo que sí. Estuvo unos días en Navidad como librero. Tenemos cinco días en Navidad que es lo peor y lo mejor del año en la librería. Lo pusimos para que recomendara, sin tocar la base de datos. Atendiendo a personas era —y es— alucinante. Ese hombre era un animal prescriptor, todos nos quedamos alucinados con su capacidad. Y todos quisimos que se quedara, obviamente. Soy de las que piensa que las cooperativas, como modelo, tienen la obligación de captar a los mejores perfiles para tender a la excelencia como equipo humano.
Pasó de querer entrar a que tú quisieras que entrara.
Me dije: vamos a ver, si es un tipo que tiene talento, lo quiero aquí. Encima tiene la oportunidad, no todo el mundo la tiene, de darse el lujo de probar si de verdad por aquí hay algo para él. Le dije: un año. Se quedó un año y al año le dije: «Ya estás preparado, ¿quieres montar tu propia librería?» y me dijo: «No, me quedo aquí». Nos hemos integrado muy bien. Esto es como una familia al final, pasas muchísimas horas aquí y si no hay feeling y cohesión entre los compañeros al final se nota y hay una ruptura natural. Rafa es una persona muy entregada, «todo por la librería», e incluso ha hecho la locura de hacer de reclamo. Clientes seguidores de Rafa tenemos un montón, personas que vienen a presentar a sus hijas casaderas… Hubo una señora que cuando quitaron Pasapalabra vino compungida porque no veía todos los días en su casa a Rafa. Decía «es que Rafa es como mi hijo, es mi familia y cómo me vas a decir tú que deje de ver a mi familia, que me quede sin conexión con mi familia». Y venía porque quería verlo. Rafa había desaparecido unos meses porque era imposible esa atención. Pasapalabra lo quitaron y estuvo un tiempo sin venir, con perfil bajo. El tema era que algunos serían capaces de arrancarle los pelos y la ropa para llevarse una reliquia, como cuando devoran a Grenouille en El perfume, de Süskind. Espero que no acabe así, por favor, necesitamos a este librero.
¿Qué ha cambiado o va cambiar en Caótica?
Estamos todavía en ello, la verdad. Si en algo hemos estado ocupados, y preocupados, durante el confinamiento, y no hemos dejado de hacerlo en la desescalada, no ha sido en hacer pan sino en reflexionar. De momento, uno de los que eran nuestros valores frente a otros modelos, el activismo cultural, está en peligro. Crear más motivos para visitar la librería, que pudieras interactuar con escritores, editores o ilustradores. De pronto, el lector ya no puede acudir a la librería y encontrarse con Paula Bonet, que iba a hacer aquí un taller, con Irene Vallejo que venía a presentar El infinito en un junco, ese maravilloso libro del que nos hubiera encantado hablar con ella en vivo y en directo. Ahora todo es streaming. Nos tenemos que olvidar de lo físico y cómo nos relacionamos sin eso. Lo he hablado con otros libreros. Hemos hecho una presentación en streaming, con doscientas personas al otro lado de la pantalla, y no he vendido un libro. Y si no vendo libros y no cobro entradas de qué puñetas vivo y para qué hago yo gestión cultural, que además te quita tanto tiempo. Y que no es lo mismo que María Hesse, Ilu Ros, Ana Jarén, Flavita Banana, Inma Serrano, Guridi y tantos otros te firmen o te ilustren los libros en persona a que lo hagan en su casa y luego te lo mandemos. Esa interactuación humana y física es lo que hace también que María, o los demás, conecten contigo y se esmeren muchísimo más en esas dedicatorias. La magia del vínculo físico se desvanece en lo virtual, llámame carca pero la chispa que surge en el tú a tú, directamente, no tiene lugar en lo virtual. Y después del confinamiento, no sé vosotros, pero yo estoy cansadísima de lo virtual. Embotada y atolondrada. Lo virtual es como un flujo inconsistente, como dice Byung-Chul Han en el ensayo que acaba de salir, La desaparición de los rituales, estamos rodeados de un desvanecimiento que desestabiliza la vida. Soy de las que necesita volver al asidero de lo físico.
Con tanta videollamada y tanto videotrabajo hemos visto que todo el mundo tiene una estantería con libros detrás. ¿Hay mucho postureo?
¡Es cierto! Ha sido alucinante esa historia. Yo lo que tengo detrás, en la habitación en la que me conecto (vivimos en un piso pequeño con dos niñas de cinco años que son las verdaderas dueñas de todo), es una pared con un mapa gigante de Swiss Air de los años sesenta que es magnífico. Soy la librera no tiene libros detrás (risas). Me preguntaban cómo podía ser que siendo librera… y tenía que sacarlos, giraba la cámara y decía «mira, ahí están». Es cierto que ha habido mucho postureo y mucha coña con lo del metro de libros. Esto indica, por lo menos, que el libro de papel sigue teniendo un gran prestigio. ¿Te imaginas que alguien hubiese puesto para presumir un e-book colgado en la pared? Ese meme ha faltado. Yo lo habría compartido. A los e-books aún les falta entidad, y siglos, para ser un signo inequívoco de bagaje, de conocimiento o sabiduría de la persona que lo posee.
Desde el principio de la pandemia teníais claro que no haríais envíos. ¿El comercio por internet está deshumanizado? ¿Hasta qué punto es importante la ecología en vuestro proyecto?
La ecología y la sostenibilidad son inherentes a nuestro proyecto. Durante el estado de alarma por el coronavirus mucha gente nos ha pedido que vendiéramos los libros por internet, sin embargo, desde el principio hemos priorizado la seguridad de los compañeros y la de los transportistas a los ingresos; teniendo en cuenta la ecología de asumir, sin rebelarse, que no era momento para el consumo a cualquier precio. Instando a nuestros lectores habituales a resistirse a los encantos de las empresas sin escrúpulos que te seducían con la posibilidad de consumo sin ética, e invitándoles a que redescubrieran sus bibliotecas —esos libros que estaban de fondo de las telerreuniones—. Si la lectura es un placer, la relectura es un placer doble. Y, como la librería, nunca es dos veces el mismo libro, como el río. Esta librería, afortunadamente, no se sustenta en el consumo salvaje y desmedido. Preferimos el consumo consciente, responsable, transformador, crítico, sostenible. Y que crezcamos con su difusión como único consumo posible.
Nosotros al principio del proyecto incluimos una tienda virtual en nuestra página web, pero no nos daba más que quebraderos de cabeza. Está claro que todo el mundo corre hacia el comercio online y hay empresas que están ganando mucho dinero —ninguna es una librería independiente ni una pyme vinculada a un territorio—. Sin embargo, nuestro fuerte es el vínculo, que tú me mires a los ojos y yo te mire a ti, que detectemos nuestros mutuos estados de ánimo, sin algoritmos que intermedien, y nos dejemos influir el uno por el otro: en eso se basa el poder de la prescripción, y esa es nuestra apuesta empresarial. La conversación que se pueda generar en el mostrador, la luz que entra por la ventana, el olor a café y el bizcocho de chocolate recién hecho. ¿Dónde está todo eso en la tienda online? Hemos generado una marca potente, hemos creado un vínculo con nuestros lectores y ese es nuestro camino. Muchos me llamarán anticuada u obsoleta; ojo, que entiendo los beneficios del comercio electrónico. Yo, como consumidora, al otro lado de una pantalla fría, querría lo mismo: pagar lo mínimo y tener el producto en casa lo antes posible. Pero, y esto es importante, el precio del libro está protegido por ley (desde los años setenta en este país) y el margen del libro es pequeño. Qué pasa: si regalo el envío, para poder hacerlo tengo que ser partícipe de la precarización del empleo y nosotros, como modelo y como cooperativa, no estamos dispuestos, aspiramos, precisamente, y ahora más que nunca, a abandonar la precariedad.
¿Las librerías estáis bien organizadas sectorialmente, formáis parte de algún grupo de compra?
Existe CEGAL, la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros. Hace lo que puede y a veces es mucho, muchos de los que están en CEGAL son libreros y libreras muy comprometidos, pero se necesita más. Es lo que te puedo decir. Es muy significativo que el mismo Jorge Carrión, de todos estos artículos que han salido durante la crisis del coronavirus, con el libro o las librerías como tema, señalara que uno de los motivos por los que cree que las librerías tienen problemas de competitividad frente a otras empresas es que no estamos bien organizadas. Yo lo creo. No sentó muy bien porque nos puso el dedo en el ojo. Yo pienso como Carrión, estamos en un círculo vicioso de urgencia y precariedad. Los libreros estamos con la soga al cuello, completamente saturados por la gestión, con una economía y unos empleos muy precarios. Los editores independientes también. En esta situación es difícil organizarse y acaba cada uno haciendo la guerra por separado. Y, por separado, no se tiene la misma fuerza. Lo que es necesario y urgente es que el Ministerio de Cultura, y el Gobierno de España, tenga la valentía de dictar una ley de excepción para protección de las librerías y editoriales independientes, como ocurre en Francia (no todas las comparaciones van a ser odiosas). Es urgente que esta protección dote de oxígeno, hemos hecho muchas propuestas a Rodríguez-Uribe, a los libreros independientes para poder dedicar tiempo a la reflexión y a la unión del sector. Así seríamos imbatibles. Estamos perdiendo el tiempo. Y el tiempo, para nosotros, es más oro que nunca.
¿Tú has intentado unir a la gente? ¿Cuál ha sido la respuesta?
Cuando lo intentas lo primero que encuentras es desconfianza. Ya sabes, eso de salir de la zona de confort, genera resistencia de inicio. Tengo un espíritu cooperativista, para mí lo natural es negociar el territorio que se cede y el que se adhiere para unir fuerzas y me resulta muy tedioso y cansino tener que estar peleándome para unir. Existe una confederación de libreros, hay una cámara del libro, y se hacen cosas, se ponen en marcha algunas iniciativas interesantes, pero se podrían, se deberían, hacer muchas más y más definitivas. También es por lo que hablábamos antes: estamos en una situación de urgencia constante, de apagar fuegos, y no podemos dedicar recursos si no hay buena disposición. Es el pez que se muerde la cola. Esta asfixia que nos mantiene casi inmóviles, beneficia a alguien.
¿Qué son los socios consumidores?
Caótica es un proyecto de economía social, somos una cooperativa mixta, lo que nos permite tener socios trabajadores y socios consumidores. En Andalucía, la mayor parte de la economía social era del sector agrícola. Aplicarlo al sector cultural ha sido una gran innovación y cada vez hay más proyectos. En esto fuimos pioneros y hemos influido en otros proyectos. Creo que el cooperativismo mixto es la solución de futuro para la cultura, porque en definitiva te asegura que tu plataforma de usuarios esté vinculada al proyecto. Esto genera una tesorería fija. No dependes exclusivamente del cliente que entra por la puerta y su voluntad de comprar un libro hoy o mañana. Para nosotros, los socios consumidores son de vital importancia. No es fácil hacer un socio consumidor porque no es algo como ser un simple suscriptor, ya que te vincula a la estructura de la empresa, tienes voz y voto para una serie de cosas. En la gestión, los libreros mandamos, somos los que tenemos el conocimiento, pero como socio consumidor puedes tener voz y voto para decidir los proyectos culturales, para fijar el devenir de la cooperativa. ¿Qué ha pasado en el confinamiento? Por el riesgo a desaparecer de las librerías, ha habido más gente queriendo vincularse al proyecto para impedirlo. Ha habido una vinculación extra ante el peligro. Gracias a la tecnología, hemos facilitado todo el proceso de asociación para que pueda hacerse a través de nuestra página web y junto a una discreta campaña muy casera hemos pedido apoyo y hemos conseguido duplicar el número de socios. Son gestos que nos hacen creer en el futuro.
El socio tiene una ventaja en la compra de los libros
Efectivamente, son las ventajas de la economía social. La mejora competitiva es que si eres socio tienes la mejor oferta comercial posible en tu ámbito. En nuestro caso, como la ley protege el precio del libro, además del 5% de descuento que dicta la ley, podemos dar un cheque regalo por parte de las compras acumuladas anualmente. Esto es posible gracias a la Ley de cooperativas. Y a disposición solo de socios está la Biblioteca de Lecturas Indispensables, formada por las aportaciones de los socios como libros de lectura indispensable y que los libreros hemos elegido con el mismo criterio. Si un lector leyera entera esa biblioteca, que ahora mismo puede estar conformada por unos quinientos títulos, tendría herramientas suficientes para enfrentarse a lo que sea que vaya a ser el mundo a partir de ahora, estoy segura.
En una reciente entrevista en ABC dijiste que las librerías tenían que apoyar a los autores locales y a los editores locales, quizá no sepas que están un poco molestos porque nadie los apoya en instituciones ni librerías…
Es verdad que están un poco molestos, motivos tienen de sobra, los editores independientes locales pueden ser los grandes olvidados, hay mucho trabajo que hacer para reivindicarlos como patrimonio de la ciudad. Pero también es cierto que nosotros participamos de una reunión con ellos y con la directora de Cultura y la directora del ICAS, de la que salió un compromiso institucional de apoyo a las editoriales sevillanas; intentamos estar a la altura de su reclamo reinvindicando que se valorara positivamente la relación de las librerías sevillanas con estas editoriales, en los criterios para recibir subvenciones de fomento de la lectura, visibilizando su fondo a través del activismo cultural de cada librería. Es un comienzo. Se hará más. Caótica hará más.
¿Aquí tenéis todas las editoriales locales?
No solamente las tenemos, sino que las reivindicamos en la prescripción diaria a los clientes. Nosotros, además, ordenamos los libros por editoriales, lo cual a veces no está muy bien visto, creemos en el criterio del editor, de manera que el fondo de cada editorial es muy visible y reconocible. Recientemente he visto un catálogo de estas editoriales que tiene una calidad magnífica, un fondo del que deberíamos estar especialmente orgullosos. Digo algunos: Barrett, Triskel, Maclein y Parker, El Paseo, Renacimiento, West Indies, Crononauta, Advook, Athenaica, Tres tristes tigres, Pálido Fuego… Fíjate si hay riqueza en estos catálogos y ¡no están todos!
Los editores locales se han agrupado para que se les tenga en cuenta. ¿Se puede sacar la cabeza en el mundo editorial si no estás en Madrid o Barcelona?
Se puede sacar, pero ¿nos basta? No nos basta, está esta cosa de que en las provincias arañamos por la visibilidad. Si no hablan de ti en Madrid o Barcelona, esas ciudades que un poco tontamente son las que consideramos con algo así como estirpe editorial, parece que no existes. Esa batalla consume unos recursos muy altos y al final pasas de puntillas por tu ciudad.
Recomiéndanos un par de sellos sevillanos.
No puedo decantarme por un par, sería muy injusto, ya he mencionado muchas, pero gracias a que impulsamos el Festival Bookstock, una feria de libros y música donde invitamos a muchas editoriales independientes, hemos potenciado la relación de Caótica con todas las editoriales de la ciudad y acercado a los lectores con las editoriales autóctonas que quizá desconocía; eso formaba parte del espíritu del evento.
¿Habrá Bookstock este año?
Pues aún no lo sabemos. Como todos los eventos programados para este año, dependemos de la evolución del coronavirus. Estamos pensando que quizás podríamos hacerlo de manera excepcional invitando solo a editoriales sevillanas. Sería un Bookstock muy local.
¿Cuál es la feria más rancia de Andalucía?
(Risas). No hay feria rancia. Rancio es el concepto de la feria en sí. Así como las librerías estamos en constante reinvención, las ferias del libro no pueden quedarse atrás.
¿Qué le pasa a la Feria del Libro de Sevilla? ¿Hay posibilidades de mejora?
Lo primero que tenemos que hacer es admitir que la herencia de la anterior Feria del Libro de Sevilla tiene muchísimo peso y es difícil romper con ese modelo tan fosilizado e impuesto por los anteriores gestores durante tanto tiempo. No dudo que haya vocación de ruptura, pero creo que como con todo, Sevilla es una ciudad a la que le cuesta cambiar, le cuesta romper con los modelos tradicionales por muy malos que sean, y con esto no quiero decir que todo lo tradicional sea malo. Como digo, estamos en un primer momento en el que hay una vocación por parte de las nuevas gestoras de la FLS de romper con el pasado, pero todavía no se ha cristalizado. La primera feria del libro con nueva gestión tuvo algunos nuevos rasgos, la segunda no se ha llevado a cabo, no lo sabremos nunca, porque incluso no se llegó a saber mucho de su planteamiento. Me gustaría que, para plantear nuevas posibilidades (y es extensivo a todos los modelos de ferias del libro), se pensara en la librería como centro y no las plazas públicas como centro. Hay usuarios tienen una sola visita obligada al año con la librería y es cuando la montaña va a Mahoma. Y ahora que se imponen nuevas maneras de relacionarse, el reto es mayor si cabe. No renovar modelos es un error y hasta un delito. Nos estamos jugando la continuidad. Quiero pensar que la próxima, la tercera feria de la nueva gestión, va a tener más oportunidades para romper con el modelo anterior. Y hasta ahí puedo leer. Lo demás son expectativas.
Además de librera eres editora, hace poco te hiciste cargo junto a Javier González-Cotta de la revista cultural Mercurio, decana de las revistas literarias de nuestro país. Háblanos del nuevo proyecto.
Ese es otro proyecto apasionante. Y debería decir que también estamos, entonces, en el mismo bando de las editoriales locales independientes, pero de eso ya hemos hablado. Mercurio, efectivamente, tiene un bagaje de más de veinte años en la reseña literaria. Después de unos años en manos de la Fundación Jose Manuel Lara, y cuando parecía que estaba condenada a morir, Javier quiso contar conmigo, y por ende con Caótica, para rescatarla. Y al hacerlo le hemos querido quitar diez años de encima. La hemos convertido en una jovencita, con la cabeza amueblada de un foco más amplio en todos los ámbitos de la cultura y de una belleza atractiva a la que es imposible resistirse, por dentro y por fuera. Ha cambiado el formato, cuida mucho más el diseño y las ilustraciones (que están a cargo de Sofía Fernández Carrera, que está realizando un trabajo exquisito), ha cambiado el tono hacia el desenfado, sin abandonar el rigor y la profundidad, y es una revista que puede fardar de un equipo de colaboradores excepcional. De nuevo es un proyecto cooperativo (la renovación ha llegado a lo más profundo) y es un proyecto independiente y autofinanciado. Es cierto que la crisis del coronavirus también nos ha dado un revés apenas estrenarnos pero, estamos decididos a encauzar la trayectoria y seguir adelante. Nos queda mucho por hacer y esto no ha hecho nada más que empezar.
Afortunadamente, sale por fin el número que teníamos secuestrado por el COVID-19 a principios de julio y va a ser un número memorable. La revista mantiene su gratuidad, nos gusta decir que «somos gratuitos, pero no para gente gratuita», y tiene caracter bimensual (covid mediante). Pero para los que la bimensualidad les sepa a poco, está la web que actualiza sus contenidos diariamente. Solo puedo hablar bien de ella. Estamos orgullosísimos de la criatura.
En Mercurio escribes sobre el mundo editorial desde una posición muy combativa. ¿Hay muchas cosas que mejorar? ¿Es momento de renovar los desafíos y ser valiente?
Si en este momento no somos valientes, no va a haber otro momento en la historia del libro que lo propicie tanto. Lo tengo claro, clarísimo. Si una pandemia mundial le ha echado el freno a todo, si de aquí no salimos con una propuesta y un nuevo planteamiento, ¿cuándo diablos lo vamos a hacer? ¿Cuándo vamos a volver a tener una ocasión como esta? Últimamente me aferro mucho a la cita de Orwell que dice «En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario». Hoy hace falta decir muchas verdades en el sector editorial para que haya un cambio. Como ha hecho la editorial Errata Naturae, no comparto su postura al cien por cien, pero es de una valentía radical; otros editores pueden compartirlo o no compartirlo, como yo, estar de acuerdo o no, pero desde luego genera un debate y una reflexión que son necesarios. Al final, si no hay gente valiente que se atreva a llevar la contraria y decir verdades incómodas, no se provoca el cambio. O te ponen el dedo en el ojo, o no haces ningún esfuerzo por apartarlo.
¿Qué necesita Sevilla para terminar de eclosionar culturalmente? Es una de las ciudades más grandes, pero no termina de tener un ritmo como Granada…
En Sevilla hay un reinado de la cultura tradicional, que tiene que ver con el poder adquisitivo, que se percibe como cultura de clanes y con rasgos clasistas, con un arraigo muy profundo, tan profundo que pareciera imposible influir apenas sobre ella. Existe otra cultura posible, alternativa, underground, social, pero nos faltan medios para hacer que la ciudadanía se apropie de ella y la reivindique al mismo nivel que esa otra cultura tradicional. Hace falta trabajar esa posibilidad de apropiación desde los barrios, impactar en lo popular, que la oferta cultural en los barrios también sea disruptiva. Que genere cambio. Los gestores culturales alternativos de la ciudad aspiramos a provocar vientos de cambio que sean capaces de despeinar el pelo engominado o lacado de esa población cerrada en bloque sobre la cultura tradicional, a generar fisuras por las que se cuelen otra forma de hacer, transmitir y de vivir esa cultura. Esta ciudad no va abandonar nunca ese carácter barroco del claroscuro, esto sí debería ser una oportunidad para trabajarlo y conseguir que la cultura tradicional y la alternativa sea una unidad en sí misma, más polarizada y evidente.
Eres emprendedora, diseñadora, editora, pero sobre todo librera; recomiéndanos un libro clásico y una novedad para leer este verano.
Ahora más que nunca, lo llevaba recomendando años, pero es obligado recuperarlo, Los ensayos de Montaigne. Si es posible, edición Acantilado, porque es la edición definitiva. Es para mí una lectura muy contemporánea puesto que, sin haber nacido con esa vocación, es un texto muy fragmentario y muy ágil. Adentrarse en Los ensayos es adentrarse en un refugio de meditación, reflexión y calma frente a las adversidades. Un oasis de pensamiento. Y una delicia de texto. Es un libro que siempre he recomendado tener en la mesita de noche, puesto que en cualquier momento puedes leerte un solo texto y te ha sembrado una semilla en la cabeza para vislumbrar cosas que de otra manera no verías. De rabiosa actualidad, como se dice. Y, al ser fragmentaria, no importa de cuánto tiempo o energía dispongas, siempre te aguarda un descubrimiento.
En cuanto a novedades, para gustos colores. A pesar del recorte editorial, hay múltiples opciones según las aficiones del lector. Yo no dejaría de leerme, ya lo he mencionado, La desaparición de los rituales de Byung-Chul Han, editorial Herder, como recomiendo siempre muchos ensayos suyos anteriores. Un libro para los que gustan como yo de este género, para leer con lápiz en mano y hacer subrayados entusiastas y reveladores.
Maite nos ha explicado cómo va a aprovechar lo mejor de Caótica en la nueva normalidad, que no tiene porqué ser normal. Ella la hace extraordinaria, y tú también puedes conectarte a esa corriente. La de una no normalidad conectada a un mundo más sostenible. El primer MINI 100% eléctrico con cargador wallbox incluido es el mejor comienzo. Y empieza aquí https://www.mini.es/mini-electric
Autor: Iván González
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