Amores míticos: Gala y Salvador Dalí: la historia de una pasión que empezó con un vestido blanco y terminó con un mítico castillo

0

“Transcurría el año 1929 en el blanqueado Cadaqués de mi niñez y adolescencia, intentando por todos los medios posibles volverme loco, o mejor dicho, haciendo todo en mi poder consciente para ayudar a esa locura a ocupar mi espíritu. En ese punto comencé a tener ataques de risa (…) Ésa risa descontrolada sorprendía a quienes estaban a mi alrededor. Lo que ignoraban es que esa risa me la provocaban las locas imágenes que venían a mi mente. Si pudieran ver lo que yo imagino, pensaba, ustedes se reirían más que yo. Estaba escribiendo con mi risa cuando un automóvil se detuvo frente a nuestra casa. Era el poeta surrealista Paul Éluard acompañado por su esposa, Gala. Me impresionó de ella su cara inteligente pero parecía estar de muy mal humor y molesta por el largo viaje que habían hecho desde Suiza”, recuerda Salvador Dalí en su autobiografía. Ninguno de los tres imaginó que ese encuentro cambiará para siempre el rumbo de sus vidas.

El movimiento surrealista fue pequeño burgués y surgió como una expresión frente a los horrores de la Primera Guerra Mundial (1914-1918); los surrealistas anunciaban la búsqueda de la fuente de la poesía y del arte en la base misma del inconsciente, en los sueños y en los recuerdos infantiles. Elena Diakonova o Gala, como es conocida, asistía, con su esposo Paul Éluard, a las sesiones de los surrealistas, a quienes les generaba contradicción: por un lado, Gala “intercepta” este mundo masculino, irrumpe la amistad de Éluard y Bretón, de Dalí y Buñuel.

El propio Dalí recordará tiempo después: “Buñuel estaba especialmente molesto porque había venido a Cadaqués con la idea de colaborar conmigo en el escenario para una nueva película, mientras yo estaba cada vez más absorto en mi locura personal y en mis pensamientos con Gala”. A la vez que irrumpe en una dualidad contradictoria, también fascina y enamora, por su inteligencia y carisma. En la obra Reunión de amigos el pintor Max Ernst retrató a los intelectuales más reconocidos del surrealismo: Gala es la única figura femenina de esta pintura. Con Ernst habían vivido un romance durante el matrimonio con Éluard. En la novela de Carmen Domingo, Gala-Dalí, que mezcla realidad y ficción, se describe minuciosamente la relación con Max Ernst conviviendo los tres en la misma casa. Estas relaciones amorosas abiertas era algo bastante común entre los surrealistas.

Lo que queda del día

“Junto a René Magritte y Luis Buñuel, mis amigos surrealistas que habían venido a visitarme, nos reunimos con los Éluard esa misma tarde en el hotel Miramar, donde se habían alojado. Conversamos y bebimos debajo de una higuera (…). Esa tarde durante una caminata con Gala, noté que ella se había sorprendido por el rigor de mis ideas. Luego admitió que había pensado de mí que era una criatura insoportablemente desagradable, especialmente por mi elegancia y pelo empomado, con aire de astuto tanguero argentino”, escribe Dalí.

Los amigos quedaron en encontrarse al otro día a las 11 de la mañana para ir a nadar. El lugar de encuentro era en la playa, justo enfrente de la casa del pintor, quien cuenta que se levantó antes del amanecer porque estaba ansioso por las visitas. Quería ser amable y sorprenderlos con su atuendo. Al sonar el campanario de Cadaqués anunciando las 11 horas, se asomó por la ventana y Gala ya estaba allí. ¡Era ella! En su novela, Carmen Domingo cuenta que el pintor desde niño tenía la imagen de «la mujer de sus sueños», la que se le aparecía como una jovencita, con formas muy definidas y una espalda muy precisa. ¿Sería éste un sueño premonitorio?

¡Galuchka rediviva! Acababa de reconocerla por su espalda desnuda. Su cuerpo todavía tenía la tez de un niño. Sus omóplatos y músculos subrenales tenían ese atletismo algo repentino de un adolescente. La delgadez de su torso, sus nalgas muy delicadas, la exagerada esbeltez de su cintura la hacían muy deseable. Así describe el pintor la imagen que tiene de Gala, sentada en la playa, desde la ventana de su habitación. Reconoce en esa imagen a la joven que tenía en “sus falsos recuerdos”, su regresión a la etapa de su infancia le hizo creer que Gala era la misma persona convertida en mujer.

“Salí corriendo a encontrarme con Gala, llevaba puesto un gran geranio en una oreja y un collar de imitación de perlas, pero cuando estaba a punto de saludarla me invadió una risa histérica que se repitió cada vez que intentaba responder cada pregunta que ella me hacía (…) en el transcurso de una caminata con ella accidentalmente mi mano rozó la suya, todos mis nervios temblaron, fue como si un verdadero gigante hubiera sacudido salvajemente el frágil árbol de mi deseo. Pero Gala, quien con una intuición única percibió mis reacciones en detalle, estaba a kilómetros de pensar que yo estaba locamente enamorado de ella (…) y me di cuenta que ella quería algo, algo que le permitiera cumplir el sueño de su mito, algo que tal vez sólo yo podía dárselo”.

Dalí sintió que Gala comprendía su risa, que no era escepticismo, era fanatismo, no era frivolidad, era cataclismo, abismo y terror. Él mismo cuenta que cuando se arrojó al suelo a sus pies, ella le dijo: “Mi pequeño niño, nunca nos dejaremos el uno al otro”.

La mujer rusa que enamoró a los surrealistas

Elena Diákonova nació en Rusia en 1894, pasó parte de su infancia y adolescencia en Moscú con su familia, más intelectual que adinerada; aprendió, desde muy chica, a leer y a admirar a los autores rusos Dostoievski y Tolstoi. A causa de una enfermedad pulmonar, cuando tenía dieciocho años viajó a Davos para internarse en Clavadel, una reconocida clínica Suiza. Allí conoció a Eugène Grindel, un joven francés que amaba leer y escribir poemas. Permanecieron unidos y enamorados durante el periodo del tratamiento; después, con promesas de reencuentro, Gala volvió a Moscú, se recibió de profesora de primaria y convenció a sus padres de irse a vivir a Francia.

La decisión de ser ella misma, de construir una vida propia, es evidente cuando deja Moscú, y todo lo que esto significa, en plena guerra, para instalarse en París en la casa de su futura suegra, algo extraordinario para la época; Éugene, además, estaba en el frente militar. En 1917 se casan y pronto tienen a Cécile, la única hija de ambos. Su marido continuó escribiendo con el apoyo de Gala, quien, incluso, prologó uno de sus primeros libros. Grindel cambió su nombre a Paul Éluard, y con el tiempo se convirtió en el escritor más reconocido del surrealismo, junto con Bretón.

La decisión de Gala

Ese verano de 1929, Gala tenía 35 años y Salvador, 25; él aún no estaba consagrado como artista, había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y de su vida amorosa se sabe que un tiempo atrás había terminado un romance platónico con el escritor Federico García Lorca.

Los días fueron transcurriendo en Cadaqués entre caminatas, puestas de sol y largas charlas por la playa. En La vida secreta de Salvador Dalí, el catalán recuerda que Gala llevaba un vestido blanco muy ligero el día que, por primera vez, se besaron apasionadamente protegidos del viento, al reparo de una gran roca. “Yo nunca había hecho el amor en mi vida”, confiesa.

Las vacaciones terminaron, los amigos se despidieron. Sin embargo, Gala había decidido quedarse en Cadaqués. ¿Por qué abandona Gala, si de verdad es la mujer ambiciosa que muchos describen, a un poeta famoso y de una vida de éxitos en París, para irse a vivir con Dalí, un joven catalán que para entonces no era nadie?, se pregunta Estrella de Diego en el prólogo del libro Gala Dalí La vida secreta. Así fue como, tras la decisión de Gala, Éluard regresó solo a París.

Paul Éluard, por Salvador Dalí.

Salvador estaba pintando Las acomodaciones del deseo, su primera pintura surrealista. Al poco tiempo viajaron a la “ciudad luz”, considerada la capital artística del mundo en ese momento, para la inauguración de su primera exposición. Curiosamente, el pintor no estuvo en su debut, que maravilló al mundo vanguardista. Se habían escapado con Gala en un viaje de amor a Barcelona, y de ahí a Sitges, “estábamos tan ocupados por nuestros dos cuerpos que apenas pensamos en la exhibición por un momento, que ya consideraba nuestra exposición”, comenta en su autobiografía.

Con el dinero de la venta de sus cuadros en París compraron una barraca de pescadores en Port Lligat, un pequeño municipio de Cadaqués, el pintor amaba su tierra y no encontraba mejor lugar en el mundo para vivir. La casa de Port Lligat es sagrada, decía Salvador, y la transformaron con un resultado que sorprende a cada paso de su laberíntico recorrido; fue la residencia permanente de la pareja, hoy casa museo que atrae miles de visitantes permanentemente. Aunque iban y venían a París y Estados Unidos, siempre volvían a la casa de Port Lligat. Gala y Salvador vivieron en el país americano casi una década a raíz de la Segunda Guerra Mundial.

Como suele suceder, porque fascinaron y fueron la pareja más célebre del surrealismo, se escribieron miles de rumores acerca de este vínculo indisoluble. Se dijo que Gala tuvo muchos amantes, que él era un voyeurs y que por su casa desfilaban hombres y mujeres jóvenes a quienes observaba.

El 8 de agosto de 1958 tuvo lugar la boda secreta de Gala y Salvador Dalí en el santuario de la Mare de Déu dels Àngels en Girona, España.

El 8 de agosto de 1958 tuvo lugar la boda secreta de Gala y Salvador Dalí en el santuario de la Mare de Déu dels Àngels en Girona, España.

Gala, por su parte, confiesa: “Busqué hombres, conservé algunos, amé a unos y a otros, adoré las tierras de este país que no me asusta (como me asusta Rusia), me angustia España (…)”, en el libro La vida secreta, donde se recopilaron manuscritos. De su puño y letra también cuenta sobre una relación con alguien en Estados Unidos, a quien llama A.: “Conservo de aquellos tres días la impresión de algo bueno y tan fresco y sabroso como una fruta madura, la impresión de juventud de una generosidad sin límites, pero grave y franca y noble, de la juventud más tierna que haya encontrado jamás (…) sin objetivo, sin conclusiones, sin futuro, sin nombre determinado, sin deberes, sin consecuencias, sin responsabilidad, sin interés; en una palabra, sin peso”. Como sea, entre lo real y lo supuesto, permanecieron unidos hasta la muerte de ella en 1982.

Dalí y Gala. /AFP

Dalí y Gala. /AFP

Un castillo para Gala

Galuchka, como le decía su marido, descansa en Púbol en el castillo que él le regaló a fines de los 60. Se dice que aceptó el regalo con la condición de que Dalí sólo podía ir cuando ella lo invitara. En un armario del castillo aún pueden verse estas tarjetas de invitación. La historiadora del arte Estrella de Diego opina que esto se debe a una especie de juego de amor cortés, ya que se sabe que él entraba al castillo con bastante naturalidad. Para Gala, ya anciana, Púbol, aunque sólo iba pocas veces al año, fue su refugio, el silencio que necesitaba y no encontraba en Port Lligat. Dalí es muy para afuera y yo soy más para adentro, solía decir.

Según Antonio Pitxot, uno de los más leales amigos de Salvador, Gala era el prototipo de la mujer rusa, decía siempre lo que pensaba, era una fanática, en primer lugar fanática de Dalí. Pitxot cuenta que una tarde Gala lo fue a visitar, previendo que por su estado de salud y su avanzada edad, era factible que falleciera antes que su esposo, le pidió un favor: “No abandones nunca a Dalí que es un ser maravilloso y no soporta la soledad”. Cuando Gala murió, Salvador desconsolado se recluyó en Púbol. Su amigo nunca lo abandonó y cada día después de comer se iba al castillo a pasar la tarde con él.

Castillo de Púbol. /AFP

Castillo de Púbol. /AFP

La inspiración de un genio “Gala con su devoción fanática, logró construirme un caparazón para proteger mi desnudez en relación con el mundo exterior, lo que me permitió envejecer en la suavidad y en el súper soft. El día que decidí pintar relojes los pinté blandos”.

Detalle de una de las obras de la exposición "El Surrealismo de Dalí" que tuvo lugar en el Centro Cultural Borges, en Buenos Aires, en 2019. EFE/Marina Guillén

Detalle de una de las obras de la exposición «El Surrealismo de Dalí» que tuvo lugar en el Centro Cultural Borges, en Buenos Aires, en 2019. EFE/Marina Guillén

Una noche que Gala había salido, después de comer y observar un Camembert, el pintor se quedó pensando en los los problemas filosóficos que el queso súper blando representaban en su mente. “Fui al estudio para darle un último vistazo a la pintura que estaba a la mitad en el atril. Era la representación de un paisaje de Port Lligat (…) sabía que esa atmósfera debería servir como escenario para alguna idea, pero no sabía en absoluto qué iba a ser. Estaba a punto de apagar la luz cuando instantáneamente vi la solución. Vi dos relojes blandos, uno de ellos colgando lamentablemente de una rama del olivo. Preparé la paleta y me puse a pintar con avidez. Cuando Gala regresó, dos horas después, se completó la imagen. La pedí que se siente frente a la pintura y vi su cara de asombro inconfundible. Le pregunté si ella pensaba que dentro de tres años se olvidaría de esa imagen, Gala respondió: “Nadie podrá olvidarla una vez que la haya visto”. Textual de la autobiografía La vida secreta de Salvador Dalí. Así nació la gran obra La persistencia de la memoria. Según el pintor, Gala nunca se equivocaba al juzgar la autenticidad de un enigma.

"La persistencia de la memoria". El cuadro de Dalí es parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

«La persistencia de la memoria». El cuadro de Dalí es parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

La historiadora de Diego asegura que Gala “no quería ser nada a través de nadie”; trabajaba en una especie de proyecto compartido con su marido -no síntesis de los dos, sino construcción de ambos- aportando ideas, pensando, trabajando sola o “codo a codo” con Salvador como en la monumental escenografía de El sueño de Venus, presentado en Nueva York, en 1939. Muchas obras tienen la firma Gala Salvador Dalí, dando la idea de que existe una autoría compartida, aunque es Dalí el que ejecuta la obra.

Existen incontables fotos de la pareja más célebre del momento, las extravagancias del artista con sus bigotes marcando las diez y diez y los ojos como un abismo de Gala fueron el foco más buscado de los fotógrafos de la época. También se los puede ver en las playas de Cadaqués, en escenas cotidianas con amigos o solos, en algunas fotos da la sensación de ver a dos hermanos vestidos como dos muchachitos, los dos con el pelo corto, los dos con collares de perlas.

Gala posaba, como en el clic de Man Ray (esta misma foto) que inmortalizó su ojos incandescentes, siempre parece una mujer diferente como en una verdadera actuación artística.

Gala posaba, como en el clic de Man Ray (esta misma foto) que inmortalizó su ojos incandescentes, siempre parece una mujer diferente como en una verdadera actuación artística.

Gala posaba, como en el clic de Man Ray que inmortalizó su ojos incandescentes, siempre parece una mujer diferente como en una verdadera actuación artística.

El castillo de Púbol. /AFP

El triángulo daliniano en la la provincia de Girona, que integran la casa de Port Lligat, El Museo Teatro Dalí de Figueres, donde descansa el artista surrealista rodeado de muchas de sus obras y el castillo de Púbol son partes esenciales de una misma construcción, de la composición Gala Salvador Dalí.

Autor: Patricia Lasca

Leer más en: Clarin

Leave A Reply