La letra clara

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Se aplaudió mucho en el Auditorio Nacional a la obra y a los intérpretes, incluyendo a Adès, un director inmediato, rústico pero lúcido

La presencia del compositor británico Thomas Adès como director de los conciertos de temporada de la Orquesta Nacional de España allana el camino en la comprensión hacia un repertorio cuyo prestigio es hoy indiscutible. Gran Bretaña afianzó su fama en el siglo XX con Elgar y Britten, a quienes siguieron Tippett, Birtwistle y Maxwell Davies como antecedentes de Knussen en los setenta, de Benjamin (a quien la ONE dedicó una carta blanca) en los ochenta y Adès como representante en el decenio inmediato.

Pero la relación solo es temporal. Benjamin, por ejemplo, niega cualquier continuidad entre su obra y la de sus mayores; y Adès, cuando parecía un rebelde afirmaba, que el propio Benjamin no era un importante compositor de ópera. Todavía era veinteañero y Alex Ross le describía como un tipo alto y corpulento, con una voz semejante a una tuba, astuto y divertido. Algo queda y el concierto con la ONE lo ha demostrado a tenor de la buena interacción entre ambos.

Hay en la última música actual de Adès una visión cosmopolita a la que se refiere el concierto para violín (2005), sobre el que pivotaba el programa y cuya capacidad expresiva supera la evidente claridad de su procedimiento. «Concentric paths» fue escrito para Anthony Marwood, intérprete comprometido con la nueva música, y violinista de voz comedida, capaz de empastar bien con una obra que absorbe al solista desde el primer movimiento. En «Rings» porque se ahoga en una tormenta interior y en «Rounds» porque es uno más en su obstinada variación temática. «Paths» es el segundo movimiento y el más importante, tiene otro calado, más alcance: por su oscura tensión, por la progresiva gravedad y en el creciente sentido dramático hasta morir en lo profundo.

Se aplaudió mucho a la obra y a los intérpretes. Incluyendo a Adès, un director inmediato, rústico pero lúcido. Hay algo interesante en la cercanía de su versiones (en la simplicidad del «Pas de deux del pájaro azul» de Stravinski y en la afirmativa octava de Beethoven) y es la rémora de un estilo directo, en el que la música habla de tú al espectador, con perspicacia y sin presunción.

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