Frida Kahlo: símbolo femenino y latinoamericano

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Sin duda alguna, Frida Kahlo (1907-1954) es una de las figuras más peculiares a lo largo de la historia mexicana y latinoamericana. No sólo porque pertenece a una excepcional generación de artistas que legó pautas al arte pictórico mundial, sino también por su irreverencia ante los valores de la ideología masculina. Valiente, osada, rebelde, indomable, ironista, antitradicionalista, contradictoria, resistente, creativa, múltiple…, le gusta afrontar los tabúes, y todas estas características personales se encuentran en su obra. La obra de Frida Kahlo refleja la historia de su propia vida, revelando claves de sus diferentes momentos y de la historia mexicana contemporánea, en particular desde la Revolución hasta la segunda mitad del siglo XX.

Fue una época de crisis e inestabilidad política, más aún, de servidumbre a los convencionalismos culturales europeos. La conciencia indigenista y la ideología nacionalista habían despertado al pueblo mexicano contra el afrancesado Porfirio Díaz, contra la polarización social y la injusticia. Para renacer como república y acceder a una esencia espiritual libérrima, la nación tuvo que bautizarse con la sangre derramada en los enfrentamientos revolucionarios. La época hace el héroe y viceversa: ella, que había nacido en 1907, posponía esa fecha para decir que había nacido en medio de la patente rebelión contra el convencionalismo y amarró su vida a un México agitado, creando una leyenda fabulosa sobre sí misma. Dicho de otra forma, ella nació con la revolución, la rebelión y la renovación. Así afirmó:

Nací con una revolución. Que lo sepan. Fue en ese fuego donde nací, llevada por el impulso de la revuelta hasta el momento de ver la luz. La luz quemaba. Me abrazó por el resto de mi vida. Adulta, yo era toda llama. Soy de veras hija de una revolución, de eso no hay duda, y de un viejo dios del fuego al que adoraban mis antepasados”. (Altamirano, 2004: 15).

Sobre este mito del nacimiento con la revolución, Carlos Fuentes comenta: “Nacida con la Revolución, Frida Kahlo, simultáneamente, refleja y trasciende el evento central de México en el siglo XX. Lo refleja en sus imágenes de sufrimiento, destrucción, sangre derramada, mutilación, pérdida, pero también en la imagen de humor, alegría, broma, que tanto distingue a su dolorosa vida”. (Fuentes, 1995:10).

Cuanto más dolor, más humor, Carlos Fuentes nos enseña el humorismo mexicano en un equilibrio que supera la frontera entre la destrucción y la reconstrucción, entre la agonía y la alegría, entre la muerte y el renacimiento. Frida Kahlo interpretó bien esta naturaleza del humorismo mexicano: como su vida, sumamente trágica y dramática, fue una especie de columpio que oscilaba del frío al calor, del dolor al placer, del amor al odio, del infierno al cielo, el humorismo fue el único elemento de equilibrio.

Mucho se ha escrito sobre la biografía y la obra de Frida Kahlo, mucho se ha escrito sobre ella en diferentes términos: la Frida pintora, la Frida talentosa, la Frida luchadora, la Frida valiente, la Frida ciclona, la Frida sangrienta, la Frida cyborg, la Frida del estilo “realista-mágico”, la Frida tehuana, la Frida Sadja, la Frida de mujer-excepción real, la Frida de Kafka, la Frida de bomba envuelta en listones. Por mucho tiempo fue únicamente la esposa del gran muralista Diego Rivera (hoy, como se ha dicho, es más bien lo contrario, y Diego Rivera es el esposo de Frida). No es dudoso que sin él, ella no sería lo que conocemos, más bien, como apunta Fuentes, fueron dos caras de la misma moneda, dos cómicos dispares como Jeff y Mutt. (Fuentes, op.cit ).

A partir del matrimonio se escriben los capítulos más intensos del libro de la vida de Frida; sin embargo, entre el amor y la traición, entre la pasión y la frustración, entre el éxito y la soledad, supera el papel de esposa de Diego Rivera para igualarse con él en la página histórica. Son dos personajes, o sea, dos valores distintos, como la paloma y el elefante, para retomar la caracterización de Hayden Herrera que da nombre a un capítulo de su biografía (publicada originalmente en inglés en 1983). Ambos son incomparables, cada uno conlleva su simbolismo.

Autor: Lucía Chen

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