El toque de Orozco para que brille la Filarmónica

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Por ahí estaba en el escenario, en un descanso del ensayo, el maestro Andrés Orozco Estrada diciéndole a alguien que la orquesta estaba sonando “como con un trapo encima”. Quería encontrar que ese sonido que dan los instrumentos reunidos se potenciara en las obras del concierto que esta tarde dirigirá para celebrar los 35 años de la Orquesta Filarmónica de Medellín.

El maestro es clásico para vestir. Mientras ensayaba estaba de pantalón negro con camisa de cuadros de ese color y blancos. Dándole la espalda a las sillas, pasaba las hojas de la partitura con velocidad, buscando esa parte de la partitura que necesitaba repasar con la orquesta, como un lector que regresa a un libro para buscar su cita favorita con desespero.

Va haciendo gestos dulces, sonrisas, se encorva y mueve las manos en un mismo compás. “Como que no se oye, tenemos que conseguir que sea más piano”, le dice a los músicos, refiriéndose a que bajen el volumen lo más posible para lograr uno de esos momentos en los que el público se queda expectante, conmocionado, y cualquier ruido entre el público podría echar a perder la magia de ese instante.

La recomendación se la hace a la parte de la orquesta que está a su derecha, donde se encuentran las violas, los violonchelos y los contrabajos.

Tal vez el maestro Orozco Estrada hizo esos mismos gestos el día que la directora Cecilia Espinosa, su maestra, se enfermó y le entregó la orquesta Batuta para que la dirigiera en el Parque Simón Bolívar en Bogotá. Eso fue en 1992 y es la primera anécdota que Espinosa recuerda, aunque fue su profesora durante varios años en el Instituto Musical Diego Echavarria.

Ese mismo recuerdo lo tiene Inés Giraldo, directora ejecutiva de ese instituto, del que el maestro se graduó como bachiller. “Aunque el instrumento que tocaba era el violín, su interés fue siempre la dirección. La maestra Cecilia le dio varias oportunidades, las más significativa fue cuando le entregó la batuta en la la Plaza de Bolívar. Ese día se lució”.

Por esos días ya estaba a punto de dejar Medellín. Lo terminó haciendo exactamente, recuerda él, a los 17 años, se fue para Bogotá. Y de ahí en adelante no ha parado, cada formación, cada nueva labor lo ha llevado a distintos rumbos: Houston, Viena, Londres… Por esa razón Orozco Estrada se siente “como una combinación de muchas cosas”. Lo dice porque entre las preguntas que habitúan hacerle, es común esa: ¿Qué tan colombiano se siente? O a veces, ¿qué tan vienés?

El director asegura que es una mezcla de su familia, de los músicos que lo han acompañado, de todo… Es música, además.

Volver, volver, volver…

Vino a Medellín desde el jueves, no recuerda hace cuanto no compartía su trabajo con la Filarmónica, pero es una orquesta por la que siente cariño y respeto.

“¡Tres, cuatro!”, habla, da la orden, y la orquesta comienza a tocar otra vez. “Las violas”, señala, y les hace un sonido, el que él que percibe en la parte de la pieza que están ensayando: Un réquiem alemán, de Johannes Brahms, quiere que suenen así y les indica que lo “deben inflar un poquito más”; lo hace mientras mueve su brazo izquierdo, en el que no lleva la batuta que tiene un mango de corcho, sino en la que tiene puesto un reloj que da brillos.

La orquesta nunca ha tocado ese réquiem y el maestro tampoco lo ha dirigido, será la primera vez para ambos. Sin embargo, la Filarmónica está preparada porque hizo un trabajo previo, y eso lo notó el maestro durante el ensayo. “Ya está técnicamente lista para sacarle los colores”, dijo. Esa parte, asegura, es más fácil, no obstante ha estudiado bastante la obra, además porque en unos meses también la dirigirá, pero con la Orquesta Sinfónica de Houston, de la que es director musical. Además de ser director titular de la Sinfónica de Fráncfort y director principal invitado de la Filarmónica de Londres.

A veces, el maestro no mira la partitura, o tal vez lo hace de lejos. “¿Qué tanto escuchan lo que pasan en otras partes?”, le pregunta a la Filarmónica. “¿Escuchan el arpa?”. Unos dicen que no, la mayoría se queda en silencio. Entonces él les hace una recomendación: “Hay que encontrar la manera de escucharnos para tocar juntos. Démosle un poquito más de cuerpo, de presencia; me hace falta sonido”.

Luego trata de explicarse: “Tal vez es porque vengo de dirigir la Primera Sinfonía de Brahms”; una obra que se caracteriza por su potencia sonora. Lo hizo con la Sinfónica de Viena, una de las mejores orquestas del mundo, de la que será director titular en la temporada 2021-2022, algo nunca alcanzado por un músico colombiano, tampoco por uno latinoamericano.

El legado, su tema

Sobre sus planes para esos días no tiene mucho por decir, siente que aún falta mucho tiempo y prefiere “ir caminando”, por ahora.

Sí tiene claro algo, y es que cuando comience su temporada con la Sinfónica de Viena, también empezará a trabajar en conjunto con jóvenes en la misma institución. Así lo decidió y quedó claro en una cláusula de su contrato, por eso espera encontrarse con músicos colombianos. “Puede sonar pretencioso, pero tengo la intención de ir creando legados”.

Esa tarea ya la comenzó a hacer con la Filarmónica Joven de Colombia, con la que estuvo de gira por Europa.

Durante el ensayo Orozco Estrada empieza a cantar, acompaña a la orquesta recitando una parte que en el concierto de hoy interpretarán los coros Arcadia, Tonos Humanos y del departamento de Música de la Universidad Eafit.

Canta al mismo tiempo que dirige, pero se detiene y dice: “Por fin llegamos a donde quería, eso era lo que necesitaba escuchar”. Siguen tocando. “¿Es todo lo que hay en el fortísimo, o es porque está todavía muy temprano?”, les pregunta a los músicos. Vuelven a ensayar porque él quiere que le suene mejor. Comienzan otra vez.

El maestro ya está sudando. El ensayo lleva varios minutos sin detenerse, él inhala hondo, se empina mientras dirige y alza ambos brazos al mismo tiempo, como si se los ataran a cuerdas que lo dejan colgando. “Esa es la idea, ya con el coro lo regulamos, le damos la calma que necesita”, le asegura a la Filarmónica.

“Ramp pa pam”, hace una onomatopeya; se detiene y dice que ese es un momento del réquiem muy dramático, como de una ópera; “creo que le podemos sacar más jugo a ese segundo compás”.

Como un boxeador en el cuadrilátero, el maestro es ligero en sus movimientos, parece evitar un golpe de la orquesta alistándose para dar el suyo.

El que están tocando en ese momento de la obra es “muy tranquilo, muy celestial”. Aunque réquiem quiere decir misa para difuntos, este que interpretarán hará parte de una celebración, la de los 35 años de la Filarmónica.

El réquiem también tiene otros propósitos para el director: celebrar la vida es uno de ellos, porque es “una obra de una belleza impresionante”.

También asegura que habla de reconciliación, algo que necesita la ciudad, según él; así como requiere de una orquesta como la Filarmed, dice, porque el arte, en este caso la música, es indispensable para construir una mejor ciudad con mejores personas. Cree que falta apoyo para lograr eso, y no solo gubernamental, también de la gente, que debe sentir las orquestas de la ciudad como si fueran de ellos.

El ensayo se detiene, el maestro pide una pausa, luego vendrán los coros. Eso fue viernes. Hoy es domingo y ya están todos reunidos para festejar con música.

Ver más en: El Colombiano

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