Libro: El escriba del rey leproso, Lluís Prats, ed. Gregal

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Hacía tiempo que no leía nada sobre las Cruzadas. Por eso, cuando me llegó la información de la publicación de El escriba del rey leproso, me decidí a darle una oportunidad a la novela, decisión esta que no fue en vano.

“La novela relata las vicisitudes del reino cruzado de Jerusalén durante los últimos años del gobierno del rey Amalarico, los de su hijo Balduino el leproso y su hermana, Sibila, hasta la toma de la ciudad por Salah-al-Din en 1187”.

Esta breves frases resumen una novela de 714 páginas que nos narran la historia de las Cruzadas desde la óptica de uno de los personajes, el escriba Hugo de Poitiers, que llegado a Jerusalén en el año 1170 será testigo de los últimos años de dominio cristiano en la ciudad, en los que las intrigas, los acontecimientos y el apasionamiento religioso dirigían las vidas de aquellos y aquellas que habitaban Tierra Santa.

Prats, con formación académica en arte y arqueología y con experiencia en el ámbito de la novela histórica (suyas son Aretes de Esparta (Pamies, 2010) y Veni, vidi, vici (Casals, 2009, esta última para un público más juvenil)), escribe una novela relajada de uno de aquellos períodos singulares de la Historia, en el que el Occidente cristiano dominó Tierra Santa.

El relato de la novela nos es narrado sin sobresaltos y no se ciñe a un gran acontecimiento en concreto sino, que relata un periodo de tiempo, unos 17 años, en el que el lector conocerá el día a día de la vida de los cristianos que dominaron la ciudad tres veces santa. El relato oscila, por esa razón, entre la narración de los hechos históricos; el gobierno de los reyes y la defensa de Tierra Santa (aunque estos no son predominantes en amplias secciones de la narración); la aventura romántica, concretada en la historia de amor de Hugo de Poitiers y su amada Helena; la novela de intriga, con la investigación del robo de parte del Tesoro real y la novela de aventuras, sobre todo a partir de que el protagonista principal se convierte en caballero y participa de forma directa en los conflictos militares del reino.

El autor nos muestra unos personajes principales bien definidos, cuya acción oscila entre la narración de la vida más cotidiana y los hechos políticos del momento. Los personajes están trazados de una forma realista y convincente entre los que destacan el aprendiz de amanuense y caballero Hugo de Poitiers; su maestro el obispo Guillermo de Tiro; Roger y Adalberto, caballeros hospitalarios ambos; Helena la amada de Hugo y los miembros de la nobleza y la realeza, el rey Amalarico, Balduino IV de Jerusalén, Inés de Courtenay, su hija Sibilia y algunos de los nobles, entre ellos el feroz y desagradable Reinaldo de Chatillon y Raimundo, señor de Tripoli o el propio Saladino, el cual se nos muestra, como es habitual, con amplios tintes de caballerosidad. Entre ellos, claro está, destaca el personaje de Balduino IV el leproso, un monarca que dirigió los designios del reino de Jerusalén afectado desde pequeño de la lepra, un hecho, como os podéis imaginar, poco habitual en la historia.

Es posiblemente el equilibrio entre historia política y la narración de la vida cotidiana lo que hace muy llevadera la historia narrada por Prats. Si bien este equilibrio se inclina hacia la historia política hacia el final de la novela, al centrarse, sobre todo, en el aspecto militar que comportó la gran derrota cristiana en la batalla de los Cuernos de Hattin.

De esta forma El escriba del rey leproso destaca no tan solo por su volumen, sino por el desarrollo del relato, escrito desde el conocimiento histórico del autor y desde su pluma tranquila y amena.

La novela se convierte, así, en un nuevo acercamiento al episodio histórico de las Cruzadas que agradará a muchos públicos, tanto a aquellos que disfrutan del relato más político, como a los que gozan con los episodios de la “intimidad de la historia” o a aquellos que ansían viajar a lugares y periodos remotos y conocer los entresijos de la historia de una forma pulida, cercana y en algunos momentos apasionada.

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